Por peleas internas, el Museo Ferroviario permanece cerrado

Por peleas internas, el Museo Ferroviario permanece cerrado

Al espacio se lo disputan las autoridades de los Talleres y de la Asociación de amigos de los Talleres

TRAS LA REJA. Sólo así se puede “visitar” el Museo Ferroviario que comenzó a funcionar en 2005. la gaceta / foto de maría silvia granara TRAS LA REJA. Sólo así se puede “visitar” el Museo Ferroviario que comenzó a funcionar en 2005. la gaceta / foto de maría silvia granara
Desilusiona llegar al Museo Ferroviario de los Talleres de Tafí Viejo, el único museo “vivo” de la provincia, y ver, en el portón de hierro, el anuncio de que está cerrado.

El jefe no está en los talleres, está de viaje. Excepto los empleados de la empresa y algunos municipales, sin su permiso nadie entra al corazón abierto de Tafí Viejo y, por ende, nadie entra al Museo Ferroviario. No importa si son periodistas, turistas, vecinos o estudiantes: el museo está cerrado con la misma firmeza que tiene el sargento primero Gómez, policía federal, para anunciárselo a los visitantes. Ni siquiera ayuda el hecho de que los talleres, o parte de ellos, estén a un paso de convertirse en Patrimonio Cultural.

El Museo Ferroviario comenzó a funcionar en 2005, como intento de rescatar objetos, herramientas, imágenes, glorias y, en última instancia, la cultura ferroviaria que estaba siendo devorada dentro del gigante dormido. Se sabe que en el salón se exhiben escritorios, máquinas de escribir, una melancólica boletería de Ferrocarriles del Estado y la vieja sirena que recordó a todo el pueblo, durante 70 años, la hora en que comenzaba el día. Y réplicas a escala de locomotoras y vagones, engranajes… Pero el museo no puede ser visitado. A menos que se presente una nota o se cuente con la autorización del jefe de los Talleres, el museo está cerrado.

“Está cerrado porque ellos no entregan la llave. Pretenden hacer lo que hacían hasta el año pasado: estar dentro del museo sin trabajar y cobrando un sueldo como empleados. Ellos están para otra cosa; estamos en plena producción, no puedo tener dos operarios atendiendo el museo ocho horas. Hace tres semanas que les pedí la llave y no quieren dármela”, justifica Oscar Guzmán, el jefe. Se refiere a los operarios que hace nueve años formaron la ONG Asociación Amigos del Museo y los Talleres Ferroviarios de Tafí Viejo, hoy empleados de la empresa que explota la planta, Belgrano Cargas y Logística.

En pugna

Por iniciativa de esta ONG, después de nueve años, el miércoles la Comisión de Patrimonio dictó la Protección Preventiva para los Talleres Ferroviarios, para que se estudie y se conserve su patrimonio. Es un paso hacia la inclusión definitiva en el listado de Bienes Protegidos por la Ley N° 7535, aunque difícilmente se llegue a incluir las 22 hectáreas que ocupan los talleres.

Los miembros de la Asociación se conforman con que se protejan el Museo -el salón cultural Néstor Kirchner-, la Calle de la Memoria, bautizada en homenaje a 17 ferroviarios desaparecidos, y dos bibliotecas.

Además del minucioso estudio realizado por el Instituto de Historia de la Facultad de Arquitectura, Patrimonio se entusiasmó con aquello del “museo vivo”: “es un museo dentro de un lugar que está en plena actividad, en el que se pueden ver el pasado y el presente de la cultura ferroviaria en un mismo espacio. El único de este tipo en nuestra provincia y uno de los pocos en el país. Por otro lado, ha sido gestado por la propia comunidad y por los obreros ferroviarios”, destacó luego de la declaratoria Mercedes Aguirre, directora de Patrimonio.

Hasta hace un mes, el Museo Ferroviario recibía algunas visitas. “Cuatrocientas personas por semana”, estima Ramón Martínez, presidente de la Asociación. En sus manos sostiene la llave del museo, la misma que reclama el ingeniero Guzmán.

Pero no hay permiso para abrir el candado y el sargento Gómez acata con firmeza la orden del jefe. “Me comprometen”, se excusa, y pide: “de la puerta para afuera, por favor”. “Vengan de Inglaterra o vengan de Salta, a las visitas y a los turistas les tenemos que decir que no se puede visitar el museo, que está cerrado por orden del jefe”, resume -aunque no se convence- Orlando Díaz, socio de los Amigos del Museo.

“El ingeniero Guzmán desconoce el trabajo que hemos hecho como asociación en estos 10 años. Es vergonzante que no nos permita el ingreso a algo que hicimos nosotros”, se disculpa Ariel Espinoza, empleado ferroviario y tesorero de la Asociación. Asegura que nunca han descuidado el trabajo para atender el museo, como sostiene su jefe: dice que lo hacían vecinos, vecinas y voluntarios cercanos a la Asociación.

En opinión del responsable de la planta, en tanto, ese trabajo debe ser hecho por gente capacitada para la tarea, “algo bien hecho”, dice. “Ya hay un acuerdo con el Conicet, firmado por nuestro ministro (Florencio) Randazzo para que se hagan todos los estudios en el museo. Lo que pretendo con el museo es tenerlo abierto todo el día, las 24 horas”, afirma Guzmán. Y advierte: “si esta gente no me entrega la llave, debo tomar una medida la próxima semana”.

Lo cierto es que el museo está cerrado. Hasta tanto se resuelva esta “interna” que recorre las vías y agita el orgullo ferroviario, el “museo vivo” estará en coma para todo público hasta nuevo aviso. Del otro lado del portón de hierro está Tafí Viejo, que siempre espera algún acontecimiento dentro de ese lugar que reconoce como su propio “Big Bang”.

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