Libros buscan chicos

Libros buscan chicos

Tres de los más grandes escritores para los más pequeños lectores cuentan, desde su propia experiencia, cómo acercar a los niños a la lectura y por qué leer es, aún en tiempos de PlayStation, una de las mejores actividades. “Si existiera un solo cuento en el mundo, cada lector imaginaría a sus personajes con caras distintas”, dice Pablo De Santis. Acompañar al hijo en el camino hacia el libro es clave, revela María Teresa Andruetto, la ganadora del “Nobel de la literatura infantil”

10 Agosto 2014

“Leer es bueno para chicos y grandes, porque nos permite vivir experiencias que van más allá de la propia vida, imaginar modos de sentir y de pensar de otros, sensibilizarnos a través de las palabras, porque un buen libro puede hacernos por un momento muy felices, como sucede también con la música, con una obra de teatro y con otras expresiones artísticas. Leyendo vamos tomando más conciencia acerca de nosotros mismos”, dice la escritora María Teresa Andruetto, autora de geniales libros infanto-juveniles y galardonada en 2012 con el premio Hans Christian Andersen, que es una suerte de Nobel de las letras infantiles. La celebración del Día del Niño es apenas una excusa para preguntar a protagonistas del género infantil dónde creen que estamos parados en la relación entre chicos o adolescentes y los libros.

Pablo de Santis, autor de El último Espía y del recién publicado Trasnoche, entre otros libros para niños y adolescentes, cree que leer es uno de los placeres de la vida. “De los entretenimientos posibles, es el más profundo, el que más liga a los chicos con sus recuerdos y sus sueños. Porque crea en los chicos un vínculo con su propia historia y su cultura”, afirma.

Los hechos ratifican un firme vínculo entre la lectura y el público infanto-juvenil. A pesar de la creciente presencia de los juegos electrónicos (Play, tablets y celulares mediante), la industria literaria se mantiene activa. Los títulos proliferan y los lectores también. Los hay desde los más pequeños hasta los que se desgarran con títulos como Bajo la misma estrella, el último gran éxito editorial para el público juvenil, escrito por John Green.

“Si los libros son lindos, bien editados, y contienen historias bien narradas, experiencias intensas de lenguaje, atraen. Si se los acerca alguien que ellos quieren, admiran o respetan, más aún. Si para tener ese libro hay que hacer un paseo con alguien querido, salir una mañana o una tarde hasta la librería a comprarlo o hasta la biblioteca a pedirlo en préstamo..., me parece que casi no hay chico que se resista”, opina Andruetto cuando se le consulta sobre cómo incentivar a los nuevos lectores.

“A los chicos, y a todos, les gusta que les cuenten historias. Hay que pasar sutilmente de los cuentos orales a los escritos. Pero no tengo ninguna experiencia docente, sino sólo como padre”, opina de Santis, para quien “hay que tener en cuenta que la lectura no es un hábito que continúa en todas las personas: los que leemos todos los días, o al menos todas las semanas, somos una minoría. Siempre ha sido así, aún antes de que existieran las computadoras. De todas maneras los videojuegos ubican al niño en un universo simbólico prefijado, mientras que en la literatura los caminos siempre son caminos de libertad. Si existiera un solo cuento en el mundo, cada lector imaginaría a sus personajes con caras distintas”.

Pedido a los lectores de esta nota

La influencia que tienen los primeros recuerdos en relación con los libros puede ser determinante. Al menos así lo siente la escritora Ángela Pradelli, autora de un más que recomendable título: El sentido de la lectura. En diálogo con este diario, recuerda: “Yo era muy chica y fui a la primera feria de libro. La organizaba el colegio. Mis compañeras no quisieron ir, no les pareció un buen programa para el fin de semana. Fui sola, mis padres me llevaron hasta la puerta y antes de irse me dieron unos pesos para comprarme lo que quisiera. Pasé toda la tarde allí, recorriendo los stands, mirando los libros expuestos. Cuando terminaba la vuelta, volvía a empezar. Era la primera vez que compraba un libro sola. Y era una decisión difícil porque me gustaban muchos. Finalmente me decidí por uno. Mi hermano y yo. Era una bella edición, me gustaban muchas cosas, las ilustraciones, las hojas cosidas, la tapa dura, el perfume cuando una encerraba su cara entre las hojas. Recuerdo que lo leí y lo releí muchas veces. Recuerdo el lugar de la repisa en el que lo guardaba. Pero nunca pude recordar el nombre del autor o autora. Nadie recuerda haberlo leído. Nunca lo encontré en ninguna biblioteca de las muchas que recorrí en mi vida. Los amables libreros han perdido buena parte de su tiempo buscándolo”, lamenta. Y acto seguido lanza un pedido con sabor a ruego que demuestra cuánto lo influyeron esas primeras páginas: “Pero no abandono la búsqueda, ¿tal vez entre los lectores de LA GACETA alguien lo conozca, o lo tenga? Yo tengo la intuición certera de que en esa escena de infancia estaba todo lo mucho que después iba a venir en relación a los libros, la lectura, la escritura”.

Y así como le ocurrió a Pradelli, a los otros entrevistados las páginas con relatos les han dejado huellas en sus recuerdos. “Muchos libros, muchas historias, desde las orales contadas por mi madre o por mi abuela, hasta los libros y revistas de toda clase y calidad que leí de chica, muchos de los cuales no eran libros para chicos, una categoría que casi no existía cuando yo era chica. De todos modos, leí lo que circulaba como libros juveniles: Heidi, La cabaña del tío Tom, Mujercitas, La isla del tesoro, muchos Salgari, vidas de santos, fotonovelas.... Los que recuerdo como más reveladores fueron dos libros opuestos en extremo: Las aventuras de Tom Sawyer y Corazón. El primero por su tremenda gracia, por el maravilloso relato de ese pícaro; el segundo porque me abrió al melodrama, que me influyó desde entonces mucho y que siempre trato en mí de moderar, de alivianar, en fin ¡de mixturar con Twain!”, recuerda Andruetto.

Suerte negra

“A mí me impresionaron mucho los cuentos de Ray Bradbury, que empecé a leer a los 12 años, y que me impulsaron a escribir historias. También leía las historietas de terror que aparecían en la revista Doctor Tetrick. En séptimo grado un amigo me regaló un libro de Edgar Allan Poe, porque se lo habían regalado a él y no le gustaba. Y yo quedé muy impresionado por esos cuentos. El prólogo era de Baudelaire, que comenzaba su semblanza de Poe recordando a un convicto que vio alguna vez en un tribunal, y que tenía tatuada en la frente la expresión ‘Suerte negra’. Así, decía, era Poe. El terror, lo fantástico, la literatura de crímenes siempre estuvieron presentes en mis lecturas y en mi escritura”, suelta De Santis.

Nadie sale indemne de las historias que le cuentan ni de las que lee. Una vez que uno es atrapado por el hábito de la lectura se sabe que ya no será el mismo. La cuestión es de qué manera se deja uno atrapar por esa costumbre. La respuesta tal vez esté en boca de Andruetto. “Decir que no es complicado, como padre, madre o abuelos, ayudar a un niño a hacerse lector, o más lector, tal vez no haga falta saber tanto, sólo el deseo de acompañar al hijo, al nieto a una biblioteca, pedirle ayuda a la bibliotecaria, o ir juntos a una librería a comprar un libro, pedir ayuda al librero, elegirlo juntos. O sorprenderlo con un libro de regalo, o leer uno que ya estaba en casa o que nos prestaron, leerlos en la siesta juntos al sol o por la noche después de cenar....”, ejemplifica.

Las opciones para llegar a la lectura son varias. La pasión por ella, única.

(c) LA GACETA

María Teresa Andruetto vive en el pueblo cordobés Sierras Chicas. En 2012 ganó el premio Hans Christian Andersen, el máximo galardón de la literatura infantil a nivel mundial. Algunos de sus títulos son Tama, La mujer en cuestión, El anillo encantado y Huellas en la arena.

Pablo de Santis es novelista, cuentista y guionista de historietas. Ganó el Premio Planeta-Casa de América 2007 por su novela El enigma de París. Acaba de publicar el libro de cuentos fantásticos Trasnoche. Otros de sus títulos son El juego del laberinto, Desde el ojo del pez, El buscador de finales y El inventor de juegos.

Angela Pradelli es escritora y profesora en Letras. Durante más de 30 años fue docente de escuelas secundarias y coordinadora del Plan Nacional de Lectura para la provincia de Buenos Aires. Su obra narrativa y poética fue traducida al alemán, inglés e italiano, y le valió premios en distintos países. Entre sus libros se destacan Combi, La búsqueda del lenguaje y El sentido de la lectura.

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