Mano de lana, mano de hierro
Dicen que hay un duende en los valles calchaquíes que tiene una mano de lana y otra de hierro. Cuentan que se acerca al caminante distraído y le pregunta con cuál de ellas prefiere recibir el golpe. Y que, sin importar la respuesta, el puñetazo será fortísimo, casi letal.

En el recinto de la Legislatura, el amayismo ha venido actuando de manera opuesta al diablillo autóctono: en el preludio, muestra los dientes cuando observa un avance alperovichista sobre “su” territorio político o institucional; en el desenlace, cuando todo hace pensar que dará la desgarradora mordida, cierra las fauces. Así ocurrió ayer con el legislador Alfredo Toscano, quien pese a su altisonante ladrido acabó alzando la mano para acompañar la propuesta de la Casa de Gobierno. Para colmo, su compañera de espacio, Beatriz Ávila (esposa del armador amayista Germán Alfaro), lo dejó solo después de su desafiante alocución. ¿Por qué tanto “amague”?

Votar en contra del alperovichismo, en lo político, significa romper el débil vínculo que hoy conecta estos extremos oficialistas. El intendente Domingo Amaya, está claro, no quiere dar aún el portazo. Quien se va sin que lo echen, vuelve sin que lo llamen. Como antecedente, está el caso del legislador -y ex vicegobernador- Fernando Juri. ¿Con qué mano dará el siguiente golpe?

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