Las dudas del bendicente
Unos hacen te canasta y suman adhesiones, otros presentan libros para ocupar casillas en el medio, otros hacen declaraciones de guerra pidiendo el voto electrónico, otros trabajan con sigilo a la espera de dar el manotazo que los catapulte a los primeros lugares de la fórmula oficialista de 2015. Y el que tiene el dedo bendicente no señala a nadie. Duda. Tiene temores. No hay estrategia política detrás de este silencio sobre quién será el posible sucesor de una gestión de 12 años. A nadie elige y a nadie se anima a señalar, producto de que durante todo la administración se preocupó más por la gestión, por hacer lo que no se hizo antes para acallar las demandas sociales que venían acumulándose antes que generar una estructura que produzca líderes que pueden reemplazarlo. O por lo menos, sucesores que no vayan a jugar con deslealtades propias de los que comienzan desde cero en el Poder Ejecutivo.

Muerto el rey, viva el rey. Todo el que llegó, siempre hizo tabla rasa, desde el discurso, de lo que sucedió antes. Alperovich no escapó a esa lógica política, tan propia del kirchnerismo, hablando de que en estos tres lustros se hizo más que en los últimos 30 años. O sea que en todos los años de gestiones democráticas, desde Fernando Riera hasta el hombre que lo eligió para que lo sucediera: Julio Miranda. El pueblo lo votó en cada elección que se presentó y en cada comicio en donde la boleta del Frente para la Victoria aparecía el apellido Alperovich. Casi le daba la razón, llenó de voluntades las urnas; hasta con métodos de dudosa legalidad como los polémicos bolsones electorales. Pero marcó una época. Ahora no dice nada, no marca la cancha para nadie, no sugiere quién puede ser el que lo siga en la Casa de Gobierno. Por eso los que quieren llegar se mueven, o empezaron a hacer de las suyas para decir “aquí estoy, estoy disponible”. No es temprano para decirlo, los tiempos se han acelerado; sino que lo digan los presidenciables, que ya no dejan nada por hacer para instalarse en la recta final hacia diciembre, mes en el que comenzará la pelea en serio. Una de las tantas preguntas que el mundillo político se hace es: ¿por qué el gobernador no elige a su esposa, Beatriz Rojkés, para que lo suceda, de una vez y por todas? Duda. Tiene inquietudes que le deben alterar el sueño. Alperovich lo que necesita es una persona que le garantice un triunfo, que lo deje tranquilo sabiendo que el que gane salió de su reducto, de su entorno de “encuestados”.

Porque las encuestas parecen ser el sistema predilecto para imponer un nombre. Los que quieran estarán en esa nómina tienen que mostrarse, ganar un espacio político, tener amplitud territorial de movimientos y, sobre todo, tratar de ganar esa maratón del sondeo que impondrá el mandatario tucumano. Quien mejor mida, ese será el elegido. Queda poco tiempo. Por lo menos este año habrá que hacer el primer ensayo estadístico, en diciembre deben estar los primeros datos concretos, los que aludan a aspirantes en fila, de uno a cinco. O de fórmulas posibles del alperovichismo para enfrentar con éxito a la oposición.

Por ahora, el titular del Poder Ejecutivo sigue acumulando poder institucional, está casi armando una cabeza del Poder Judicial a su medida. Ya va ingresando a cuatro de los “suyos” en los tribunales, en los principales lugares de decisión. La “popular” diría que, más allá de que se imponga el binomio que elija a partir de las encuestas que encargue, que se está cuidando las espaldas. Por lo menos los opositores no se cansan de denunciar que es lo que pretende el mandatario: que no lo molesten desde la Justicia una vez que esté en el llano, dedicándose a la actividad privada, otra vez. Por ahora, no hay garantías para nadie, todos tienen que correr a la sombra de Alperovich, deben hacer un buen papel, pero más que nada, deben ganar puntos frente a la sociedad. Algunos ya corren en desventaja.

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