Los judíos y los libros

Los judíos y los libros

Adelanto de Una Historia del libro judío *

LA CLAVE. “El Libro -escribe Dujovne- adquirió un papel central en la supervivencia del judaísmo en la diáspora, al actuar como elcentro de referencia que sostenía la unidad del pueblo judío en el tiempo y el espacio. Se convirtió en su ‘patria portátil’”. en.wikipedia.org LA CLAVE. “El Libro -escribe Dujovne- adquirió un papel central en la supervivencia del judaísmo en la diáspora, al actuar como elcentro de referencia que sostenía la unidad del pueblo judío en el tiempo y el espacio. Se convirtió en su ‘patria portátil’”. en.wikipedia.org
03 Agosto 2014

Por Alejandro Dujovne

Desde Mahoma, quien definió a los hebreos y cristianos como “pueblos del libro”, hasta George Steiner, quien rememora las palabras de Heinrich Heine cuando señala que la Torá es la “patria portátil” del pueblo judío, se ha sostenido la existencia de una relación estrecha de los judíos con “El” Libro y, por extensión, con “los” libros. ¿Qué revela la recurrencia de esa imagen en el tiempo? ¿Es posible hablar de un vínculo especial entre los judíos y los libros? Y, si así fuese, ¿qué nos dice acerca de la cultura judía en general, y de la judía argentina en especial? En cualquiera de los casos, no es cuestión de aceptar la caracterización de Mahoma ni sus variaciones como un atributo esencial del judaísmo, sino de tomar esta representación y su persistencia como posible punto de partida para indagar las manifestaciones históricas del vínculo entre la cultura judía y los libros.

El judaísmo antiguo asignó un carácter revelado a la Torá, el conjunto de textos que relata su historia como pueblo y su inescindible vínculo con Dios, e imponía normas que regulaban la vida individual y colectiva. Más tarde, el judaísmo rabínico, la principal corriente del judaísmo posterior a la destrucción del Segundo Templo de Jerusalén (año 70 de la era común, EC), redactó a lo largo de varios siglos (III-VI EC) una colección de libros, que conocemos como Talmud (“Enseñanza” en hebreo), que reunía la tradición oral de interpretaciones bíblicas, sistematizaba el corpus legal y funcionaba como marco de sentido para interpretar el pasado y el presente de los judíos en la diáspora. En torno a estos textos se desplegaron rituales, tradiciones y prácticas singulares de estudio.

Durante el sitio de Jerusalén que desembocó en la ya mencionada destrucción del Segundo Templo, el sabio Yohanan Ben Zakai logró escapar y pactó con los romanos la posibilidad de hacer del cercano pueblo de Yavne un nuevo centro para el estudio y el culto. Con esta decisión rompió el monopolio del Templo de Jerusalén como único ámbito del culto y de la enseñanza, e inauguró una relación distinta de los judíos con el espacio y con el saber: el vínculo que conjugaba la práctica del culto y el estudio de los textos sagrados con la geografía de Jerusalén y con la espacialidad del Templo, que había organizado la vida judía hasta ese momento, se veía reemplazado en ese momento por un lazo únicamente simbólico. Tal vez sin saberlo, Yohanan Ben Zakai estableció de este modo las condiciones para la continuidad del judaísmo. De allí en más, el lugar de residencia de los judíos en su dispersión, cualquiera fuese este, pasaba a ser en potencia un sitio de formación y práctica religiosa. Así, el Libro adquirió un papel central en la supervivencia del judaísmo en la diáspora, al actuar como el centro de referencia que sostenía la unidad del pueblo judío en el tiempo y el espacio. Se convirtió en su “patria portátil”.

La ausencia de poder político (que trajo aparejada la pérdida de un territorio propio) reforzó la importancia de la Torá y del Talmud como principios de autoridad. El estudio, la erudición y la sagacidad en la interpretación se convirtieron en rasgos muy valorados y en fundamentos sociales de poder de rabinos y eruditos. Precisamente estas capas letradas, mediante las prácticas de estudio e interpretación de estos libros, desarrollaron redes de comunicación que sostuvieron la unidad en la dispersión.

Con el ingreso de los judíos a la modernidad europea, que tuvo lugar entre los siglos XVIII y XIX, la relación con los libros, ya en sentido amplio, adquirió modalidades y significados nuevos. Esta etapa se inició con la ruptura de la hegemonía del gueto y la comunidad tradicional judía, más el socavamiento de la autoridad religiosa, resultantes tanto de las presiones externas como de la voluntad de apertura hacia los cambios culturales y políticos del entorno que propiciaba la Ilustración. Uno de los aspectos más importantes de este proceso fue la irrupción del intelectual secular, una nueva clase de hombre letrado que alcanzó un fuerte ascendiente social a partir de otros principios de saber con los cuales disputó a la autoridad religiosa tradicional el control sobre los significados de lo judío. El conocimiento religioso fue releído en otra clave o directamente impugnado por la introducción y apropiación de saberes filosóficos, científicos o políticos.

Pese a esto, el quiebre del dominio religioso no supuso la disolución de los significados y prácticas en torno a la palabra escrita que portaba la tradición judía. El sociólogo Victor Karady (2000) explica que el intenso estudio de los textos religiosos que se exigía a los varones judíos durante el Medioevo los obligó a tener un muy temprano y alto grado de alfabetización y que, debido a la elevada proporción de tiempo que ocupaba en la vida de los hombres, ese mismo estudio forjó un “ideal intelectualista”, que habría contribuido a que la cultura judía concediera un alto estatus social a los portadores de un saber letrado luego de derrumbadas las barreras del gueto y de la comunidad tradicional. Este ideal y esta herencia cultural encontrarán luego una nueva expresión en el proceso de integración que parecían prometer los Estados y las sociedades modernas. Karady señala que el choque con los prejuicios antisemitas llevó a los judíos a desplegar prácticas compensatorias asociadas a esta disposición cultural, para así superar las barreras sociales impuestas por las sociedades circundantes: fuerte inversión en el estudio, mayores esfuerzos para distinguirse en sus profesiones, alta propensión a la búsqueda y creación de espacios sociales, culturales y políticos no clausurados, etcétera.

* Siglo XXI editores.

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