“No se merecen una sola lágrima mía”, dijo la madre de Iván Sénneke

“No se merecen una sola lágrima mía”, dijo la madre de Iván Sénneke

La madre de Iván relató cómo fueron los últimos minutos de su hijo, y lloró al escuchar la declaración de un policía que lo asistió. “Tenía el pulso débil, con dificultad para respirar”, afirmó Víctor Corbalán. Silvia Jiménez contó que entró a la terapia intensiva del Padilla y “lo dejó ir”

CONMOVEDOR RELATO. La declaración de Silvia Beatriz Jiménez emocionó por su entereza y por los detalles de los últimos minutos de vida de Iván. CONMOVEDOR RELATO. La declaración de Silvia Beatriz Jiménez emocionó por su entereza y por los detalles de los últimos minutos de vida de Iván.
31 Julio 2014
La entereza que Silvia Beatriz Jiménez mostró cuando declaró en el juicio oral por el crimen de su hijo Mauro Iván Sénneke conmovió a todos los presentes. “No se merecen una sola lágrima mía”, dijo ayer a la mañana sobre los acusados, antes de que comience la segunda jornada del debate.

Sin embargo, Silvia no pudo contener las lágrimas cuando el policía Víctor Miguel Corbalán relató cómo asistió a Iván en la esquina de Delfín Gallo y Rivadavia, luego de que le dispararan en la nuca tras robarle la mochila. “De la única que me acuerdo es de la madre del chico, que estuvo a mi lado”, declaró Corbalán. Y Silvia lloró.

El 10 de noviembre de 2011, Iván volvía de la farmacia en la que trabajaba y en el colectivo se encontró con su amiga Fátima Leguizamón. Bajaron en la esquina de Muñecas y Delfín Gallo. Caminaron hasta esta última calle y Rivadavia, donde se quedaron conversando. A las 22.30 se acercaron dos muchachos que les preguntaron por dónde pasaba la línea 7.

Fátima se dio cuenta de que les querían robar y corrió. Iván les entregó la mochila, y pese a esto le dispararon en la nuca. De acuerdo a la acusación, el homicida sería José Manuel “Loly” Correa. El joven que lo acompañaba sería Sergio Antonio “Cascarón” Alderete.

Una detonación

El policía Corbalán contó que estaba en el departamento de su novia (ubicado en el mismo edificio en el que vivía la familia Sénneke), cuando escuchó una detonación. Al acercarse a la ventana vio que la gente corría hacia la esquina, en donde divisó un cuerpo tirado en la calle.

Corbalán bajó corriendo las escaleras y mientras tanto llamó por teléfono a la Policía. “Al acercarme noté que el joven tenía el pulso débil, con dificultad en la respiración. Pedí que me acercaran una toalla para hacerle una compresa en la herida”, relató.

Silvia se había enterado por una vecina de que a Iván le habían pegado un tiro. Recién había llegado de trabajar, y alcanzó a ponerse un par de ojotas. Se fue corriendo a la esquina junto a Walter Sénneke, otro de sus hijos. “Le tomé la mano y no se la solté hasta que llegó la ambulancia”, declaró el joven.

“Lo dejé ir”

“En la ambulancia el enfermero me decía que ya había fallecido, pero yo le tocaba el pecho y le sentía los latidos. En el hospital lo operaron y creo que tuvo como cinco infartos esa noche”, afirmó Silvia en su declaración del lunes.

La mujer les pidió a los médicos que le dijeran la verdad del estado de su salud de su hijo. Cuando le explicaron que era muy difícil que se salvara, pidió que dejaran a sus hermanos entrar a verlo.

Cerca de las 4 del 11 de noviembre de 2011, Silvia dormitó durante unos minutos en una de las sillas de la sala de espera del hospital Padilla. “En el sueño Iván se acercó y me dijo ‘gorda, me tengo que ir’. Me levanté, pedí pasar a la terapia, y lo dejé ir”, relató la madre de la víctima.

“Hijo, haz lo que tengas que hacer. Nada me debes, nada te debo, estamos en paz. Si necesitás retirarte tenés mi permiso”, contó Silvia que le dijo a Iván. Tres horas más tarde, el joven falleció.

Iván trabajaba en una farmacia por las tardes, y por las mañanas estudiaba para ser técnico en instrumentación quirúrgica. En la mochila que le robaron llevaba apuntes de la facultad y su cuaderno. Cuando le preguntaron a Leguizamón si podía reconocer los elementos, dijo que conocía la letra de Iván. “Tenía una letra fea. Su sonrisa era hermosa, todo el mundo lo cargaba y le decía cabezón”, relató la joven, que reconoció la letra de su amigo en el cuaderno que estaba en la mochila. “Iván era un ángel en la tierra y sigue siéndolo”, añadió Silvia al concluir su declaración.

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