Paradojas del amor y del maltrato en la familia

Paradojas del amor y del maltrato en la familia

Una especialista en violencia familiar vendrá a Tucumán a dictar un curso. Mitos y escollos para derribar una peste social

27 Julio 2014
Nunca una noticia de violencia estruja tanto el alma como cuando está vinculada al ámbito familiar. Pensar en un asesinato, torturas, violaciones o cualquier forma de abuso es siempre un espanto con el que tristemente nos acostumbramos a convivir; sin embargo, cuando se sabe que esos maltratos se han dado en un hogar que debía ser cobijo de sus integrantes, todos los presupuestos sociales quedan pisoteados y los signos de pregunta se vuelven mochilas imposibles de cargar.

Cristina Ravazzola se muestra como una exploradora incansable de la problemática de la violencia familiar. Desde la teoría y la práctica ha recorrido un largo camino en el país y en el mundo intentando erradicar una peste cuyos síntomas no siempre están a simple vista y cuyas víctimas, en ocasiones, se convierten en las propias guardianas del maltrato. Aunque la tendencia se revierte conforme se presentan más y mejores acciones para combatir la violencia doméstica, todavía el Estado y la Justicia conservan cierto recelo de saltar la tapia. Uno de los muros más altos continúa siendo “la privacidad”, un concepto que, según Ravazzola, en estos temas no debería ser considerado un valor, sino más bien un peligro.

A punto de visitar Tucumán para dictar el curso-taller “Dilemas de género y violencia: paradojas de amor y maltrato en las parejas y familias”, la psiquiatra y terapeuta familiar mantuvo una conversación con LA GACETA.

- En cuanto a las consecuencias de la violencia familiar para las víctimas, ¿cuál es la especificidad respecto de la violencia en otros ámbitos?

- En verdad, no es tan específica la diferencia con otros ámbitos. Sólo que cabe la terrible experiencia que significa el contraste entre el imaginario social sobre el rol de esposo, padre o madre, cuando en vez de protección actúen produciendo daños, a veces muy graves. Los efectos en mujeres que han vivido maltratos durante años se han homologado a los que sufrieron víctimas de torturas en guerras, y para los hijos, hay riesgo grande de reproducción de la violencia, como víctimas o como victimarios.

- ¿Hay algún perfil psicosocial típico del agresor y del agredido?

- Justamente los temas de tradiciones culturales acerca de los géneros producen algunos perfiles identificables, con esposas que se someten a maltratos que, después de un tiempo se naturalizan y casi no les molestan, y hombres que creen que es parte de su rol el “disciplinarlas” y hacer que respondan a lo que ellos consideran acerca de ellas. En esos casos, es el marido o compañero el agresor habitual, generalmente alguien impulsivo, que puede reflexionar si quien lo molesta es alguien a quien él respeta (su jefe, por ejemplo) pero que va a seguir su impulso si su mujer lo contraría. A veces se dan dinámicas muy complejas, en las que ellas a su vez agreden a sus hijos, o son maltratadoras con otras personas.

- ¿Cómo se marca el límite entre lo privado y lo público en la violencia familiar?

- Es típico que el Estado o la Justicia a veces no se responsabilice en nombre de “cuidar” la privacidad de la familia. Ese concepto es importante explorarlo, es una dicotomía peligrosa para los más dependientes en una familia. En temas de violencia familiar, la “privacidad” no debe ser vista como un valor, sino más bien como un instrumento de conservación de privilegios de poder para perpetuar abusos.

- ¿ En qué lugar se encuentra la Argentina en cuanto a leyes y programas para abordar la violencia familiar?

- La Argentina tiene leyes bastante buenas y actualizadas. Lamentablemente, los problemas están vinculados con la capacitación de las personas que tienen que hacer cumplir esas normas. Nadie está a favor de la violencia doméstica, pero no es fácil que nos demos cuenta de cuánto a veces la podemos favorecer. Hay un excelente programa del Ministerio del Interior de la Nación, a cargo de la psicóloga Eva Giberti (se llama “Las Víctimas contra las Violencias”), que, lamentablemente, no se ha replicado en todas las provincias.

- ¿Es errada la creencia de que los más afectados por la violencia familiar son los sectores más pobres de la sociedad? ¿Cómo perjudican el abordaje del problema?

- Sí, es un mito que ocurre más o solamente en clases sociales más desposeídas. Esto perjudica a quienes lo sufren en clases más privilegiadas porque tienen gran vergüenza en mostrar el problema, y protegen aún más a quien maltrata. Muchas mujeres creen con fuerza que son ellas quienes provocan el malestar del compañero y entonces merecen el castigo. Es todavía más difícil ayudarlas porque sufren lo que (la psicóloga Elaine) Aron llama “esclavitud emocional”.

- ¿Cómo se manifiestan en las víctimas los síntomas de la violencia psicológica?

- Esto está muy estudiado en lo que se llama Síndrome de Estrés Post Traumático Complejo, muy difundido desde una autora que se llama Judith Herman, norteamericana, con apoyos suficientes como para realizar investigaciones cuantitativas. Son personas que se disocian, es decir, no registran emociones ligadas a lo que viven, con lo que se empobrecen intelectual y afectivamente. Cuando los maltratos llevan mucho tiempo, estas personas parecen desconectadas de la realidad, desarticuladas emocionalmente, no despiertan empatía (cosa que las víctimas en general sí hacen), con lo que es fácil que no sean defendidas en sus derechos.

- ¿Cómo debemos actuar los ciudadanos cuando vemos situaciones claras de violencia familiar en la calle?

- De alguna manera, con serenidad, sin reproducir maltrato con quien agrede, podemos ofrecer ayuda para solucionar el problema presente. Siempre es bueno no actuar en soledad, porque el testigo que interviene puede correr peligro y eso no beneficia a nadie. Pero si se oyen gritos en una casa vecina, conviene dar parte al organismo de control que puede intervenir para parar una violencia desatada.

- El taller que usted dará en Tucumán se centrará en un abordaje de género de la temática. ¿Qué implica este enfoque?

- Hemos encontrado que los temas de género resultan clave para cambiar dinámicas que favorecen las violencias. Recordemos que género no es igual a mujeres, y que las tradiciones estereotipadas de género que hacen daño son sostenidas por varones y también por mujeres. Y que es necesario recorrer ese camino con la mente y las emociones en condiciones de ampliar nuestras reflexiones y mejorar nuestras acciones.

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