Políticos de la antipolítica
No deja de sorprender que casi 40 años después el término “político” siga utilizándose como adjetivación descalificativa. Durante la última dictadura se instauró con un sistemático martilleo de propaganda oficial la idea de que todo aquello que se politizaba perdía valor, se desvirtuaba, se ensuciaba en el barro de intereses mezquinos, peligrosos y execrables.

Pistola en mano, los autoritarios venían a poner orden en un país desmadrado que dirimía sus diferencias con bombazos. Para ello había que despolitizar a la sociedad, había que transformar a los ciudadanos en autómatas sin poder de decisión ni capacidad de discernimiento. Y vaya si lo consiguieron que cuatro décadas después hasta los propios políticos se refieren a la política de modo despectivo.

“La verdad es lo que el ciudadano necesita para ejercer su función de ciudadano. El periodista es un espía al servicio del ciudadano, y todos los ciudadanos son políticos. En las dictaduras, la política está secuestrada por unos cuantos que la administran por encima de todos los demás, pero en las democracias, en cambio, todo el mundo es político. Y para que todo ciudadano pueda ser político, en el sentido pleno del término, necesita información”, afirma Fernando Savater, en el libro “Nuevos desafíos del periodismo”.

En este país, cada vez que un funcionario es acusado de una irregularidad responde que se trata de una imputación política. No sólo desacredita su propia función sino que menosprecia la base misma de la democracia. Como si todo acto o acción política no fueran justamente eso: un hecho político.

Los militares intentaron vaciar de contenido a la política no sólo para desarticular a una sociedad que discutía a los tiros (y para ello monopolizaron el poder de fuego hasta el enajenamiento), sino también porque de ese modo desarmaron todos los mecanismos de control y de participación ciudadana. No olvidemos que la etimología nos dice que política es todo lo relativo a los asuntos del ciudadano.

¿Tan efectivo fue el aparato de propaganda militar que el descrédito de la política sigue aún tan vigente, incluso entre sus propios actores? En parte sí, pero principalmente porque ese menoscabo le fue y le sigue siendo funcional a quienes se sirven de la política para su propio beneficio.

Así como los dictadores buscan que el ciudadano esté lo más callado y quieto posible, de igual manera el funcionario que está sospechado necesita un pueblo manso y tranquilo. Qué más quisiera el vicepresidente Amado Boudou que desaparecer de los titulares de todos los medios que no están financiados por el gobierno. Por eso ante cada requisitoria Boudou responde que es víctima de un ataque político. ¿Qué pretende Boudou? ¿Acaso olvida que es vicepresidente? ¿O pensará que es un músico de rock?

Si la política funciona como una empresa privada, cuanto más despolitizada esté tanto mejor. Es lo que pretende el legislador Guillermo Gassenbauer, acusado por hechos de corrupción con el plan “Argentina Trabaja”, a través de las cooperativas que él administra. Este programa surgió para generar Pymes autónomas que generen empleo genuino y autosustentable. Lejos de su espíritu inicial, en Tucumán se repartieron discrecionalmente entre los principales dirigentes alperovichistas para afianzar un armado territorial que les permitiera seguir ganando elecciones. Algunas cooperativas, las menos, utilizaron los fondos en virtud del objetivo para el que fueron creadas. La mayoría, simplemente para sumar más votos cautivos. Es decir, la antipolítica. Es coherente entonces Gassenbauer al responder que esta denuncia es meramente política. Si los fondos públicos se manejan como si fueran privados, entonces nada más molesto que la verdadera política y la información para quienes dicen ser políticos.

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