Disculpe la molestia
Su pregunta sí molesta. La frase -a las antípodas de esa que suele estar pegada en algunos negocios comerciales- bien podría estar exhibida en la frente por algunos entrevistados. Al menos, serviría como advertencia o recordatorio. Y sí, el periodismo es uno de los oficios más incómodos y que más incomodidad generan.

Incomodidad con la que los periodistas y los entrevistados -al menos los frecuentes- lidiamos a diario. Porque precisamente son ellos la materia prima para nuestro trabajo. Necesitamos las voces o la información del otro. Pero el otro no siempre quiere brindárnoslas.

Interrogar sobre asuntos urticantes. Repreguntar ante una evasiva. Lidiar con interlocutores esquivos. Llamar en horarios poco habituales. Volver a llamar. Seguir llamando. Hasta que ya no hay más respuestas que el tu, tu, tuuuuu. Esa es una parte. Otra es cuando nos toca un interlocutor que no está acostumbrado a hablar con la prensa. Prender un grabador o sacar una libreta puede equivaler en esas circunstancias a un insulto o puede derivar en el mutismo de una persona que hasta hace segundos, con la grabadora apagada, era verborrágica. Es entendible, claro. Ni hablar de los colegas que trabajan con cámaras de video.

Los mayores desafíos están ante asuntos relacionados con las áreas de información más duras, donde abundan las polémicas y los conflictos. Siempre. Los colegas de ninguna sección, sin embargo, salen ilesos. Internas, internillas… uno debe estar preparado para ellas y en los lugares menos pensados.

Pero sí, nos toca ponernos ese traje de amianto y apuntar nomás. Poner de escudo la vocación, guardar la vergüenza. No queda otra. Con el tiempo, hasta nos puede llegar a salir automáticamente. Y la molestia queda sólo en el otro. Porque es cierto, podemos ser -sin proponérnoslo- profundamente irritantes. Los periodistas podríamos ponernos otro cartel en la frente: “disculpe las molestias, estamos trabajando”.

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