Más que domadora de olas salvajes

Más que domadora de olas salvajes

Pilar Geijo, dos veces campeona del Circuito Mundial Gran Prix, y dos veces segunda, es una mujer que trasciende el deporte para convertirse en un ejemplo de vida

Más que domadora de olas salvajes
Apenas un poco de interés. Es lo único que hace falta para poder apreciar la dimensión de deportista que tiene Pilar Geijo, una de las mejores del mundo en su especialidad, la natación de aguas abiertas. Ganadora del Circuito Mundial Gran Prix en 2010 y 2011, y dos veces subcampeona, Pilar ha dejado atrás las lesiones del año último y se dispone, otra vez, para volver a ser la mejor del mundo. Siempre con una sonrisa, conversó de varios temas con LG Deportiva.

“Mi inicio en la natación, obviamente, fue en la pileta. Claro, ¡nadie manda a nadar al mar a los más chiquitos! Cerca de cumplir 15 años algo daba vueltas en mi cabeza. Tenía buenos resultados, marcas interesantes, había ganado títulos a nivel nacional, participaba de competencias regionales, pero no me llenaba del todo. Y entonces decidí cambiar.”

- ¿Cuál era tu búsqueda?

- Quería algo menos estable, con más sorpresas. Me cansaban un poquito las condiciones siempre iguales de la pileta. Me gusta la aventura, las aguas abiertas son salvajes, te desafían a adaptarte a lo imprevisible. Siempre me atrajo eso. Y también la distancia larga. Es una condición natural que tengo. Vale como referencia que “La Hernandarias”, que es la carrera más larga del mundo, la gané seis veces seguidas, algo que no tiene precedente. De verdad, me gusta nadar mucho.

- ¿Se puede decir que sos una ultrafondista?

- Podríamos decirlo así. Comparativamente, cuando casi todas se cansan yo llego a una zona de confort competitivo que me permite nadar todavía más. Y entonces, a eso de las seis horas, el resto quiere que termine mientras yo sigo disfrutando y me siento fresca.

- Decís que es una condición natural aunque, obviamente, hay mucho trabajo para potenciar esa condición…

- Exacto. Son muchas horas por día. Sola, en silencio, sin hablar con nadie, sin escuchar, casi sin ver nada que no sea agua. En ese sentido es extremadamente exigente. Por otra parte, es complicado de entender, si no te gusta con locura. Día a día tengo dos turnos de tres horas en la pileta. Son cerca de 9.000 metros por turno. Digamos que completo 17.000 metros. Y además, gimnasio, kinesiólogo… Cuando me preguntan cuál faceta de la competencia es más complicada, la mental o la física, siempre digo: lo mental juega cuando estás a nivel físico. Si vos no podés nadar a buen ritmo durante nueve horas, no llegás a la situación en la que tu

mente puede hacer la diferencia.

- Me cuesta imaginarlo…

- Seguro que no es sencillo. Hay que estar muy predispuesto al esfuerzo. Y parte grande de ese esfuerzo tiene que ver con el aburrimiento. La gente no está acostumbrada a aburrirse. Menos aún, a aburrirse sabiendo que se va a aburrir. Hay que tener mucha paciencia porque hay varias horas de la competencia en las que no pasa nada. Sólo se trata de nadar, todos juntos, dejando que pase el tiempo, despacio, casi sin variantes. La paciencia debe trabajarse muchísimo. No podés imaginarte cuánto, si no pasás por la situación.

- Hay especialistas de varios deportes que dicen que tener mucho tiempo para pensar puede ser peligroso. Vos tenés ese tiempo. ¿Por dónde pasan tus pensamientos?

- En este aspecto existe una gran diferencia entre el entrenamiento y la competencia. Al entrenar la fase anaeróbica, me concentro en la técnica y en la demanda física que me genera. Es como cualquier otro deporte. En la fase aeróbica, menos demandante pero más larga, pienso. La defino como una situación muy íntima, la más íntima que vivo. Soy yo, conmigo. Sin ruidos, sin luces. Sola con mis pensamientos. Pienso en mí, en mis cosas, mis actividades, mis acciones, mis reacciones. Mi persona está ahí, muy cercana, para ser revisada una y otra vez. Uno aprende a conocerse profundamente. Es como una autoterapia. Una vez leí que si alguien era capaz de nadar tres horas cada día y no podía resolver los problemas personales, esos problemas no tenían solución.

- Pero al competir calculo que no podés darte ese lujo…

- Exacto. La competencia tiene tres partes: previa, largada y desarrollo. Son situaciones diferentes. Sin embargo, fuera de las pequeñas particularidades, actúo de manera similar. En general estoy muy atenta a mis acciones para que mi ansiedad no me lleve a pensar en todo lo que falta, que es mucho en tiempo y esfuerzo. Enfocarme en lo que estoy haciendo, y en lo que debo hacer en lo inmediato, ocupa mi mente y no permite esa distracción. Voy repitiendo cada cosa que hago simultáneamente a la acción: “Ahora me estoy poniendo crema. Ahora saco la gorra del bolso, Ahora me tengo que parar y caminar hacia el control”. Así, con cada acción. Al principio es antinatural pero te acostumbrás rápido.

- ¿Y cuando nadás vas repitiendo tus acciones?

- No, me volvería loca si para cada brazada tuviera que decir “ahora brazada con el brazo derecho”. Suena gracioso. Durante la carrera el nadador está muy atento a todo lo que va haciendo su bote de apoyo, que es muy importante. Una pequeña distracción, algo que años atrás me ocurría seguido, te cuesta mucho. Por ejemplo, perder al grupo de carrera. Para dar una imagen familiar a la gente, en ese sentido es parecido al ciclismo. Nadar solo tiene mucho costo mental y físico, en grupo vas protegido. Al estar muy atenta a esas cosas que me llegan desde afuera, el tiempo se me pasa rápido.

- ¿Vale recalcar que estás hablando de hasta nueve horas. Suena increíble que puedas nadar nueve horas seguidas…

- El agua es tan fácil para mí que el tiempo vuela, como en cualquier situación en la que la pasás muy bien. Para el manejo del tiempo en el agua es importante la hidratación, que la hago cada 20 minutos. Entonces yo sé que cada vez que me hidrato quedan 20 minutos menos de carrera. Es como si la competencia no la tuvieras que hacer en nueve horas, sino en 27 ratitos de 20 minutos cada uno. Todo se piensa en fases de 20 minutos que van quedando atrás

- Hace un rato hablabas de algo salvaje y de las sorpresas que pueden aparecer. ¿Cómo es la adaptación a esas sorpresas?

- Podés nadar en ríos, lagos, en el mar. Con olas. Sin olas. Con viento o sin él. Con peces. Hay muchas posibilidades y hay que adaptarse. Parte de la madurez de cualquier deportista es ponerse mentalmente positivo. Hace años a mí me ganaban los pensamientos negativos y buena parte de mi progreso se apoya y se explica en que ahora pienso positivamente. En lo previo se trabaja en dos sentidos: 1) Intentar tener pensamientos positivos; 2) Saber manejar los negativos. Uno no se prepara para manejar lo positivo. ¿Se entiende?



- Sí, claro. Y cuando llegan los pensamientos negativos…

- Me enfoco en el principal objetivo que yo persigo cuando nado. El más profundo, el central. El trascendente. Así, llego a un lugar de placer. Porque yo nado por placer, porque me gusta. No por un título, ni por dinero, ni por fama. Lo hago por placer, porque amo esto. Si llego a ese lugar mental, es más fácil resolver cualquier situación. Yo me divierto con la competencia, es como un juego. Toda actividad que te gusta tiene algo con lo que tenés que convivir y soportar. Esa es mi principal motivación. Es un factor que siempre está, nadie me lo puede sacar, ni negar, ni condicionar. Aunque esté cansada, me da placer. Aunque me duela, me da placer. Aunque me aburra, nadar me da placer.

- ¿Llegás a desgranar ese placer?

- Me da mucha autoestima saber que consigo despejar mentalmente ese placer que me da nadar. De alguna forma me siento autosuficiente. Me inunda una sensación de libertad, eso es muy fuerte y placentero.

- Otro placer es tener de entrenador a tu marido…

- ¡Quizá no tanto! (risas). Diego (Tricarico) ya era mi pareja cuando empezamos a trabajar juntos. Me ayudó a cambiar muchas de las ideas tóxicas que tenía. Intentamos colocar en mi cabeza pensamientos positivos, aunque los negativos estaban muy arraigados, muy cómodos, no querían irse. Cuando ese trabajo dio sus frutos se abrió un nuevo campo mental para mí en el que yo creí que podía ganar. Fue una sensación palpable, muy concreta, agradable. Y se tradujo inmediatamente en resultados porque en 2009, cuando hago el circuito por primera vez, quedé segunda. Y, obvio, empecé a creer que podía ser campeona del mundo.

- ¿Qué parte de tu cambio responde a tu entrenador?

- Un gran porcentaje. Él trabaja con buenas tendencias, trabajó para mí con amor, con paciencia, siendo bueno, logrando que fuera buena conmigo misma. Yo no estaba preparada para ganar. Si hasta había llegado a pensar que mi familia me iba a dejar de querer si no ganaba. Diego me cambió todo eso.

- ¿Hoy están trabajando en renovar objetivos? Fuiste la número 1 del ranking en 2010 y 2011. ¿Cuáles son tus expectativas en este tramo de tu carrera?

- Me animo a decir que conseguí la mayoría de las cosas que uno se puede proponer en mi deporte. Yo quería ganar todas las carreras del circuito alguna vez. La única que me falta es la Santa Fe-Coronda. Ya gané la Capri-Napoli, un gran clásico, la Hernandarias, la de Canadá que tiene más de 50 ediciones con esa agua tremendamente fría. Es durísima. En algún momento los premios fueron motivación y ya gané varios, incluido el Olimpia. Después de un campeonato del mundo, seguro, querés otro. Pero mi objetivo es seguir nadando mientras me siga divirtiendo hacerlo y hasta tanto otro objetivo personal, no necesariamente deportivo, ocupe mi centro. En 2014 me quedan cuatro carreras, estoy segunda en el ranking. Si nado fuerte y divirtiéndome, la consecuencia puede ser otro título del mundo. No estaría mal poder lograrlo.

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