La casa no está en orden
El gobernador que trabaja fuerte tiene problemas domésticos. La casa no está en orden y hay funcionarios que trinan, en los pasillos del poder, por tantas desventuras políticas. José Alperovich vive un tiempo de recapacitación. No sabe cómo afrontar algunas cuestiones que le han quitado el sueño; a saber:

• El hijo legislador de un ministro está denunciado por presuntas irregularidades en el manejo del plan “Argentina Trabaja” (ese mismo, el de las cooperativas).

• Las miradas de los amayistas apuntan al interior de la Casa de Gobierno por la agresión que sufrió, el fin de semana, el intendente Domingo Amaya en los Valles.

• La danza de nombres para ocupar la vacante en el cargo de ministro fiscal de la Corte.

• La frazada fiscal cada vez más corta que pone nervioso al Poder Ejecutivo que siempre tuvo un manejo holgado de las finanzas.

• Las derivaciones políticas acerca de la reincorporación de una treintena de empleados cesanteados en la Caja Popular. En la sede del poder aún se siguen preguntando por qué la Justicia no les dio la razón y también las razones por las que la Casa Rosada no fue contundente con la postura de Alperovich.

• La incertidumbre acerca de quién o quiénes serán los candidatos oficiales para la sucesión de Alperovich como gobernador de la Tucumán.

Los tiempos electorales se están acelerando. Han transcurrido 11 años desde que Alperovich asumió la conducción de la provincia y hoy el mandatario -a 15 meses de dejar el cargo- cavila. Cree que hoy tiene asegurado un piso de 40% de intención de votos.

La encuesta que ordenó para el mes que viene tiende a buscar al sucesor. El gobernador siempre se apoyó en los números para tomar las decisiones. Pero tiene un frente familiar abierto (los deseos de la senadora Beatriz Rojkés de sucederlo) y otro en el seno del gabinete (el desgastante pase de facturas interministerial), en el que varios de sus miembros quieren oxigenarse hacia otros rumbos y hasta incursionar electoralmente con el caballo del comisario.

El sondeo preelectoral se hará entre la segunda semana y la tercera semana de agosto, muy lejos de las expectativas positivas que genera -por caso- el pago de los sueldos a los estatales. Alperovich ha encargado que ese trabajo se haga con la mayor objetividad posible. Lo medirá también a Amaya, lanzado ya a la pelea por la gobernación. Alperovich se tomará su tiempo para definir qué hacer respecto del caso “Argentina Trabaja”. Ha dicho que se encargará una auditoría para constatar si hubo o no irregularidades. Eso llevará tiempo. Mucho tiempo. Ese mismo que todo lo olvida.

La cuestión fiscal inquieta. La actual gestión ha dejado -desde hace algunos meses- de navegar en un mar de millones de pesos. Ahora lo que queda en la caja no representa ni el 20% de lo que fue, en promedio, en los años de vacas gordas. A tal punto es la inquietud que la misma inflación podría terminarse comiendo los excedentes si se mantiene la velocidad de aumento de los precios actuales. El Estado que niega la inflación es el mismo que sufre las consecuencias.

La recaudación (la que se coparticipa federalmente y la que ingresa a través de la Dirección de Rentas) viene padeciendo los efectos inflacionarios. El récord es cosa del pasado en materia de ingresos, pero tal vez no en cuestión de gasto público: después de la devaluación y de las últimas paritarias estatales, es posible que el Gobierno provincial pida una ampliación de partidas presupuestarias en el orden de los $ 2.500 millones. Si es así, el presupuesto de Tucumán para este año puede llegar a los $ 25.000 millones, poco más de cinco veces el monto de la deuda pública. Así las cosas, Alperovich querrá cerrar su tercer mandato -al menos- con las cuentas en orden. A él, después de octubre de 2015, le espera una banca en el Senado de la Nación.

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