El camino
Pasa casi siempre. Es tan tentador como fácil y la idiosincrasia no ayuda para nada. Cuando nos comparamos con otras personas, casi siempre lo hacemos con los que están atrás nuestro. Esta mala costumbre, que sirve para extender ad infinitum las quejas contra el prójimo, nos suele poner en una situación muy cómoda. Nos hace sentir seguros de nosotros mismos y de las elecciones que tomamos.

“Mientras él calienta la silla, yo laburo”.

“Soy el mejor jugador de mi equipo”.

“Soy mejor que su ex”.

Y dígame, mientras usted se queja, ¿no hay alguien más trabajando duro? ¿El mejor jugador entre cuántos? ¿Comparado con quién? Y si usted se siente seguro comparándose con un ex, escúcheme, querido amigo, está haciendo muy mal las cosas.

Está muy bien reconocerse los méritos y diferenciarse de lo que no se quiere ser. Es un primer paso, pero después hay que seguir andando. Es muy fácil pararse a mirar a los de atrás. No hay que buscar mucho para encontrar gente que trabaje menos, que sea peor pareja, amigo, familiar o persona. Abundan. ¿Pero qué pasa si giramos la cabeza unos 180º? Ahí vamos a encontrar personas que ya superaron lo que nosotros consideramos límites. Personas que nos van a hacer sentir incómodos, que nos van a obligar a preguntarnos si estamos dando lo mejor que podemos dar. Si estamos donde queremos estar o simplemente donde nos sentimos cómodos.

Cuando uno alcanza una meta puede hacer dos cosas: Sentarse a disfrutar de lo logrado, o seguir andando, buscando nuevos retos.

Aunque el mundo tenga más personas que elijan lo primero, son los que optan por lo segundo los que dejan una huella, los que se destacan entre la multitud.

Como ya lo cantó tantas veces Joan Manuel Serrat, “caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Y la vida tiene mucho más de camino que de llegada. Mire adelante, es la única forma de no tropezar y de avanzar. De paso, disfrute el paisaje que se le abre. Perdón, el paisaje que usted creó.

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