Adolescencia blues
Como siempre, como antes, los gastados monobloks del barrio están pintados de amarillo y de bordó. En una esquina, los pibes se ríen fuerte y hablan de fútbol, de cumbia y de rock. Cerca de ellos, dos adolescentes se besan eternamente. Entonces, los parlantes del auto ilustran este paisaje urbano, y “El Blues del Oeste II”, de los Peces Gordos, le da sentido a todo. Hoy conocí una chica que le gusta el rock and roll/me pide una de Creedence pero no sabe quién son/y le digo vamos nena estoy en mi ciclomotor/me dice “no hay problema, vivo en barrio Oeste II”.

Pasaron los años, pero poco ha cambiado en este vecindario de la capital tucumana. Entre las hendijas de los monoblocks, las zapatillas de tela gambetean para siempre sus sueños de aerosol. En la esquina siguiente, la vieja parada del bondi se resiste a caer sobre el asfato, donde vive el mismo bache que aún les quita la sed a los perros sin dueño. Sus zapatillas negras, su remera de Pink Floyd/le pregunte su nombre; “Chela”, me contestó/y le digo “Vení, flaca parecés estar a mil/tirá un centro a la olla para poderte sentir.

Este blues de Los Peces Gordostrae, una vez más, la nostalgias de la adolescencia ¡Cuántas mañanas frías a la espera de que aparezca el 6 para llegar rápido al centro! Entonces, de golpe, sobrevienen a la memoria recuerdos de una pasión que se fue. Salgo temprano y trepo apurado el 6 nos lleva, mi amor/te miro y voy silbando este blues en barrio en Oeste II/ Y sólo imagino si aún te acuerdas de aquella noche, de amor/te miro y voy silbando este blues en barrio en Oeste II.

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