La diversión obligada
 la gaceta / foto de roberto delgado la gaceta / foto de roberto delgado
Se los ve por las tardes en la avenida Belgrano y Bulnes. Esquivan los autos haciendo juegos malabares en el corto tiempo que les da el semáforo. Se ve que disfrutan con las habilidades que van desarrollando y hasta la torpeza infantil que exhiben en ese aprendizaje se combina con su derroche de simpatía. Se ríen de sí mismos y los automovilistas sacan algo de dinero y les dan.

También hay chicos que ejercitan sus habilidades con pelotitas en los mediodías de la esquina de Corrientes y Catamarca, y a veces otros entretienen a los conductores en El Cristo.

Un paseo por la ciudad podría dar cuenta de los casi adolescentes que pululan limpiando vidrios por los complejos semaforizados, y acaso podría hacerse un mapa con las modalidades de cada lugar. En la plazoleta Mitre, del lado de la calzada noreste de la avenida Belgrano, la tarea de limpiavidrios fue copada por adolescentes y mayores de edad. Los chicos no tienen cabida. En la zona del parque 9 de Julio están mezclados pero sus semblantes no trasuntan diversión y suelen tener más de un conflicto con los automovilistas, tanto en la esquina de 24 y Pedro Miguel Aráoz como en la rotonda sureste del parque (Gobernador del Campo y Coronel Suárez).

Quizás los pequeños malabaristas heredan la actitud de los artistas callejeros. Estos conquistan a fuerza de buena onda a los conductores, que hasta se sienten obligados a dar una moneda por lo que consideran un breve show.

O quizás los pequeños malabaristas disfrutan porque los juegos de destreza tienen que ver con la curiosidad natural del niño. Pero ese aprendizaje no es gratuito ni tiene el placer libre de un juego en el recreo. En su caso, forma parte de la necesidad de sobrevivir y a la vuelta de los meses se volverá trabajo. Es una diversión obligada.

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