¿Y el alma de Neymar?

¿Y el alma de Neymar?

La poderosa Alemania, la primera finalista, humilló al pentacampeón en su propio patio

DE POCO SIRVIÓ. Antes de empezar el encuentro en Belo Horizonte se repartieron máscaras con la imagen de Neymar, la estrella local que no pudo jugar por lesión. fotos de reuters DE POCO SIRVIÓ. Antes de empezar el encuentro en Belo Horizonte se repartieron máscaras con la imagen de Neymar, la estrella local que no pudo jugar por lesión. fotos de reuters
BELO HORIZONTE.- Silencio atroz, 2. Scary Movie (Película de Miedo) 7.1. Una de terror. O de ciencia ficción. El pentacampeón mundial humillado en su propio patio. Un periodista es un testigo, muy de vez en cuando de un hecho histórico. Uno piensa en aquellos colegas que estuvieron ahí, en el Maracanazo de 1950. Dentro de seis décadas o un siglo, otros comunicadores seguirán hablando de este Mineirazo 2014. En la tribuna de prensa uno también se queda mudo, no da crédito a lo que está pasando. Uno, dos, tres, cuatro, cinco. No es un juego en la play. Es fútbol de carne y hueso, once contra once, semifinal de una Copa del Mundo. Alemania 5, Brasil 0, en 29 minutos. Una torcedora llora en la platea, miles se contagian. Duele ver a un “menino” de 10 años desconsolado. Unos cientos comienzan con su peregrinación, dejan el coliseo, no soportan ver la sangre futbolística que está corriendo, el drenaje no acabará hasta el pitido final. Alemania es una máquina, Brasil un fantasma. Una mascarita, como esas con el rostro de Neymar que se repartieron antes del partido. Un cartel decía: “no se preocupen, el alma de Neymar está aquí”. Se equivocó. Menos aún estuvo Thiago Silva, el jugador más extrañado en una defensa que podría dar nombre a una marca de flan. Müller se sigue pareciendo a su célebre tocayo Gerd y pone el 1-0. Klose se da el gusto, por si algo le faltara a esta tarde-noche de fábula germana: mete el gol 16 de su carrera en un Mundial, finalmente lo rebasó a Ronaldo, quien pálido e incrédulo comenta el partido desde una cabina. Cuando Miroslav Kroos mete su doblete, el relator brasileño dice por radio: “Este equipo es ridículo”. Una oyente deja un mensaje culpando al colombiano Camilo Zúñiga, como “Terminador” de la ilusión verdeamarela, que se derrumbó este martes cual el viaducto sobre la avenida Pedro I el jueves pasado, metáfora perfecta de Felipao y sus muchachos. Sami Khedira rubrica el quinto. Camino al vestuario, el abucheo de los torcedores rompe el silencio.

Olé, olé, olé

De regreso, sólo se escucha cantar a los alemanes, embriagados de alegría. Manuel Neuer levanta un muro a la tibia dignidad brasileña. Y desde el banco surge André Schürrle y llega otro doblete. Alemania 7, Brasil 0. Entonces los torcedores se ponen de pie para aplaudir, para gritar olé, olé, olé, creyentes arrodillados en un templo, rendidas ante la Divinidad del fútbol vestida de rojo y negro, el Flamengo de Zico versión europea y siglo XXI, con Joachim Löw como sumo sacerdote.

La poderosa Alemania, la primera finalista de Brasil 2014. El descuento de Oscar permite que la torcida grite su frustración: “Brasil, Brasil”. Algunos se pellizcan para comprobar si es cierto y la pantalla gigante dice que sí. La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida.

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