Laprida no ataja
Más de 40 millones de argentinos embanderados. Cada cuatro años sucede lo mismo. Lo único que cambia es el número. Cada vez somos más. Pero lo que es inalterable es el sentimiento. Nunca el país se tiñe tanto de celeste y blanco como cuando la pelota comienza a rodar en un Mundial. Y es un signo de los argentinos: que puede más la pasión por el fútbol que la que sentimos por nuestra patria. ¿Está mal? Así somos, y buscarle explicaciones no tiene demasiado sentido.

Ayer, el patriotismo futbolero llegó a su máxima expresión luego de 24 años: desde aquella recordada Italia 90 que el Seleccionado mayor no se asegura jugar siete partidos. En los rincones más recónditos del país se vivió la euforia del éxito. Y, ¿qué pasará el miércoles?

Se cumplen 198 años de la Declaración de la Independencia. Es la máxima fecha patria. Habrá cuatro presidentes latinoamericanos en Tucumán, además de Cristina Fernández. Pero además…. juega la Selección. Desde las 17 dirimirá un partido fundamental para llegar a la soñada final. ¿Cuál será la motivación para salir a la calle enfundados en celeste y blanco? ¿Los chicos se pintarán la cara por Messi o por Francisco Narciso Laprida? ¿Saben los chicos quién fue Laprida?

No son críticas. Lo vemos todos los días. Tampoco es cuestión de indignarse. Debemos aceptarnos. Igual, será hermoso gritar, sufrir, abrazarse, ilusionarse. Ver miles de banderas, camisetas, gorros albicelestes. Por la Independencia. Y por la Selección, claro. “¡Vamos Argentina!”.

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