Las mujeres que hieren con sus palabras

THRILLER

HERIDAS ABIERTAS

GILLIAN FLYNN

(Mondadori – Buenos Aires) 

Camille Preaker regresa al pueblo donde nació, a vivir nuevamente en la casa de su madre, pero vuelve a Wind Gap como periodista, enviada por el Chicago Post para investigar la posible relación entre el asesinato de Ann Nash, de nueve años, y la reciente desaparición de Natalie Keene, de diez. Ann fue encontrada un año atrás, con signos de estrangulación y sin ninguno de sus dientes, por lo que los pobladores ya no tienen esperanzas de que Natalie sólo se haya perdido en el bosque.

Mientras Camille conduce por las calles desiertas no se imagina con qué fuerza los últimos sucesos volverán a recorrer las cicatrices de su pasado: deberá enfrentarse sola a su verdadera historia para descubrir oscuros espacios ocultos detrás de los gestos y poses de su madre, su media hermana y su padrastro.

Una sombra de violencia parece alargarse sobre Wind Gap, sus habitantes empiezan a mirarse con desconfianza y recelo, como si algo, dormido desde hace tiempo, se hubiera manifestado para desmentir la supuesta luz de las apariencias. Camille sabe que siempre se busca con el cuerpo y que se debe poner el cuerpo en movimiento para buscar, por lo que se dedica a caminar las calles, los bares y las casas de Wind Gap: quiere escuchar los comentarios y murmullos de un pueblo que intenta explicarse la muerte para seguir viviendo tranquilo en las negaciones y violencias de todos los días.

En Heridas abiertas, los hombres se mueven casi como fantasmas sin habla. En contraste a esto, y de acuerdo a lo expresado por Gillian Flynn en un texto publicado en su página oficial, las mujeres del relato brillan a partir de su cruel belleza, ellas usan las palabras como objetos filosos con la intención de dejar heridas, cortes, evidencias: marcas visibles e indelebles en la piel y en los silencios. Será por eso que Camille comprende que, para entender lo que sucedió en el pueblo y en su propia vida, no tiene otro camino que buscar/leer las historias entre las cicatrices que dejan las palabras en los cuerpos.

© LA GACETA

Máximo Hernán Mena