Grande grande, como una casa

Grande grande, como una casa

Se te extraña. Cómo que no. Por momentos sos vacío en el cuerpo, sensación de angustia de un domingo a la tarde, palabra que no te dije, viento de otoño que derriba inexorablemente las hojas, alguna vez verdes. Pero sos también el abrigo de una sopa en invierno, el café amigo que humea en la taza. Árbol generoso en sombra, un columpio a sus pies. Sos fotos y más fotos (serio hasta la risa, en blanco y negro adolescente, sonrisa eterna). Asomás cómplice en tarjetas que saludan, en cartitas recibidas hechas a pulso trémulo de niño.

Allí están aún tus trazos con azul de birome sobre el mapa carretero, en el viaje cuando empecé a relacionar el olor a nafta de las estaciones de servicio con las vacaciones. Está tu uniforme, y tus zapatos, de cuando te ibas a trabajar. Tus libros y tus apuntes. El telescopio con el que me enseñaste las estrellas.

Te hice bromas; me hiciste enojar. Me hacías sentir triste cuando, ya de grande, te olvidabas de saludar en mi cumpleaños. Recuerdo no haberte hablado por mucho tiempo porque... Qué importa ya, la lista del vivir tiene tanto héroes como caídos.

Compartimos chistes y códigos. Algún desvelo de secundario, que me salvó del aplazo porque me hiciste el aguante. Inflabas el pecho por los logros de mis hijos...

Reconozco tus genes apenas me miro en el espejo; tus canas son las mías, esas arrugas de cartón corrugado, la nariz picuda, los ojos grandes como dos de oro, la papada creciente... Y me escucho en un tono similar de voz; camino con un leve desvío a la derecha; ¡tengo un lunar igual en la panza!

Te fuiste y siento que me estás faltando. Pero caigo en cuenta que vivís en mí. Y entonces la ausencia se vuelve una sonrisa. Una grande grande, como una casa.

Temas Tucumán
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