Plantar árboles, un acto de amor

Plantar árboles, un acto de amor

Por Juan B. Terán (texto de 1920)

JUAN B. TERÁN JUAN B. TERÁN
25 Mayo 2014
La conservación y cuidado de los recursos naturales, plantea el problema moral de la solidaridad. ¿Es permitido a las generaciones presentes destruirlo, sin pensar que pueden causar la pobreza de las generaciones futuras; más que por la reducción concreta de sus bienes, por la transformación inhospitalaria del medio físico, ya que la devastación de los bosques trae la sequía, los torrentes, la sequedad de la atmósfera, la esterilidad de la tierra? En algunas regiones, los arroyos y vertientes han comenzado a desaparecer, y el río San Ignacio de La Cocha ha perdido afluentes.

No hay, pues, actos más hostiles, más destructivos del porvenir grandioso con que nos adulamos y mecemos nuestra imprevisión, que el descuido y el derroche de nuestro patrimonio natural; o si queréis más simplemente, no hay actos más antipatrióticos que cortar árboles y talar bosques.

A la inversa, plantar árboles, defenderlos, amarlos, es un acto del más puro patriotismo. Es la devoción por los hijos, por el porvenir, por los demás hombres, por la humanidad. Es decir, es el amor, que significa sacrificio, lo que hace la grandeza de ese acto sencillo de levantar árboles. Porque, en verdad, no estamos seguros de refrescarnos bajo su sombra o nutrirnos con sus frutos; pero hay también una sombra y un dulzor de frutos que se gusta interiormente cuando se los planta, que es la emoción de haber trabajado por el bien y por la belleza (De “Por mi ciudad”, 1920)

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