Vive solo en una pensión, duplicó el premio y se llevó $ 70.000

Por ser usuario de Tarjeta Sol, un lector multiplicó por dos los $ 35.000. Para los chicos carenciados

LA GACETA/ FOTO DE OSCAR FERRONATO LA GACETA/ FOTO DE OSCAR FERRONATO
10 Mayo 2014
Con dos cheques, uno en cada bolsillo. Así se volvió Juan Bautista Bustos a la pensión donde vive, solitario, hace varios años. El lector, que es cordobés pero tucumano de adopción desde 1975, ganó los Números de Oro de LA GACETA y duplicó el premio por ser usuario de Tarjeta Sol del Banco de Santiago del Estero (BSE). Entonces, en total, se quedó con $ 70.000. Gustavo Neme (gerente del BSE), Juan Pablo del Pino (gerente de Tarjeta Sol) y Antonio Rubiol (encargado de usuarios de la Tarjeta) entregaron su parte del premio.

Arribó al diario tranquilo, confiado en que le llegaría el momento. Es que Bustos hizo una promesa, y por lo tanto sabía que era cuestión de esperar. “Le dije a Dios que cuando ganara iba a ayudar a los chicos. Cuando me enteré del premio salí a recorrer los hospitales y la Sala Cuna para ver cuáles eran las necesidades... yo sufrí mucho de chico”, asevera este jubilado de 69 años. Le brotan las lágrimas, no porque ahora tenga una cuenta en el banco o porque vaya a pagar todos los cafés con leche que debe en los bares que frecuenta. Llora porque se le mezclan el pasado con el presente, sus hijos que no ve desde el 93, su madre fallecida en San Francisco, Córdoba...

Ni alquilar un departamento, ni comprar auto, ni muebles. A él le gusta andar “liviano por la vida, solamente con la valija”. De los $ 70.000 quiere destinar $ 20.000 a los chicos que más lo necesitan. También planea un viaje a Córdoba, de una semana, para reencontrarse con los viejos amigos. “Apenas se enteraron del premio me llamaron, me dijeron que me vaya, que hagamos un asado. Lo vamos a hacer, por supuesto. Y no uno, varios vamos a hacer”, arenga.

Juan Bautista está separado desde el año 87, cuando su familia partió a la capital cordobesa. Él también se fue, pero volvió a Tucumán en el 96. Instaló una pequeña carpintería en El Bajo, especializada en trabajos de tapizado y lustre. El oficio lo aprendió del padre, aunque lo suyo fue siempre el campo: “en la ciudad, uno pone el pie en la calle y ya necesita dinero. En el campo no, el campo te da todo”, dice. La carpintería duró nueve años, aproximadamente hasta 2005. No había trabajo, no había ingresos y hasta 2011 vivió a la buena de Dios. Ese año tramitó la jubilación y sigue pagando los años que no aportaron sus patrones de aquí y de allá.

“Entonces, en Córdoba, ¿se va a reencontrar con sus hijos?”, le preguntó LA GACETA. Juan Bautista responde sin remordimentos: “no lo sé, yo he dado vuelta la hoja, me han desilusionado mucho. Yo me he quedado sin nada para darles todo a ellos, pero nunca entendieron que yo haya cambiado de vida. Si me da el ánimo cuando llegue, voy, pero no estoy seguro”.

No es que quiera eludir el tema de los hijos, pero el ganador tiene una misión que cumplir. Pregunta la hora, pone cara de apurado. “Ahora me voy, tengo que ir al banco a sacar algo de plata para los chicos”. Agarra su bastón y se despide, sonriente.

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