Esa apasionante aventura de leer un libro

Esa apasionante aventura de leer un libro

24 Abril 2014
Si están de adorno, poco sirven. “Un hogar sin libros es como un cuerpo sin alma”, afirmaba el orador romano Cicerón (106 AC-43 AC), mientras el novelista francés André Maurois (1885-1967) sostenía que “la lectura de un buen libro es un diálogo incesante en que el libro habla y el alma contesta”. Se recordó ayer el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor. La celebración fue instituida por la Conferencia General de la Unesco en 1995 porque el 23 de abril se recuerda la muerte de Shakespeare y de Garcilaso de la Vega.

“Nuestra finalidad está clara: alentar a los autores y artistas y velar por que la alfabetización y los formatos accesibles lleguen a más mujeres y hombres, porque los libros son nuestras herramientas más poderosas para erradicar la pobreza y construir la paz”, dijo la directora general de la Unesco, Irina Bokova.

Se escucha a menudo que la gente lee cada vez menos. Es posible que así sea, pero también han ido cambiando los formatos con la aparición de los libros digitales y las tablets. Y aunque hay defensores de esta modalidad, para una gran parte de los lectores, el libro en la mano sigue siendo irreemplazable. ¿Leen nuestros niños? ¿Qué leen? En los últimos tiempos, se ha apelado a la creatividad para acercar a los chicos a la lectura.

Hace unos años, la escritora Canela propuso en el marco de El Mayo de las Letras, la realización de ferias ambulantes: gente que circule con camiones cuyas compuertas se abran, y se conviertan en bibliotecas. Brindó en esa ocasión el ejemplo de Geneviève Patte, la creadora de “La alegría de leer”, que en Francia, manda a las bibliotecarias con una canasta con libros bajo el brazo, a sentarse en las fuentes de las plazas, donde comienzan a leer para quien los quiera escuchar. “Entonces se acercan los niños; y como quieren terminar el libro, la señorita se los presta, y les dice: ‘la semana que viene vengo, y me lo devolvés’. Sin anotar. Y el libro vuelve, porque se ha instalado un compromiso afectivo”, explicó.

Pero también en Tucumán se realizan experiencias creativas. Leer en voz alta, recitar poemas, narrar cuentos también es un vehículo de aprendizaje y contención en el centro vecinal del barrio Smata I, donde dos docentes trabajan con unos 40 niños. “Los chicos se entusiasman con las historias que leen y además realizamos salidas a los barrios cercanos, como a Villa Cabildo, donde hay encuentros en la casa del algún vecino y allí los niños leen cuentos o recitan poesías. Muchos de los padres y abuelos de los pequeños son analfabetos, por lo que estas reuniones sirven para llevarles un poco de instrucción”, contó Gloria Olivera, una de las docentes, designada “Maestra ilustre” en 2006 por el Ministerio de Educación de la Nación .

Como señalamos en alguna oportunidad en esta columna, si hubiera una decisión del Estado, estas ferias o bibliotecas que recorran los barrios con algún espectáculo teatral, de títeres o de narración oral para atraer a la gente, no serían difíciles de concretar. Se podría un convenio con la Facultad de Artes de la UNT para que los estudiantes de teatro se sumaran a esta experiencia. Se lograría no solo generar el hábito de la lectura, sino generar un espacio de educación que será siempre enriquecedor. “Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora”, reza un proverbio hindú.

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