Parecidos, pero diferentes

Parecidos, pero diferentes

La política se está pasando facturas. Y abultadas. El Gobierno les hace pagar a los contribuyentes la cuenta de la fiesta oficial, a través de quitas de subsidios, ajustes tarifarios (abiertos y encubiertos) y otras actualizaciones de precios. A cambio, sincera a medias la inflación que cotidianamente se aprecia en las góndolas por más vigencia de “Precios Cuidados” que quieran relanzarse. El Gobierno nacional sólo se pone colorado y despotrica cuando un paro causa pérdidas por cerca de $ 3.300 millones a la Argentina (en realidad ese monto es lo que se deja de producir por la inactividad), pero nada dice acerca de la política de propiciar feriados puente. Total, eso puede dejar algo de dinero por el consumo, pero seguramente será otra jornada perdida para la actividad productiva. Son hechos parecidos desde el punto de vista económico, pero diferentes desde la óptica política. Una cuestión de formas, más que de fondo.

De la misma manera puede presentarse la disputa por el cobro de la deuda pública de un Estado a otro. Por caso, el Gobierno nacional nada ha dicho aún qué hará respecto de la refinanciación de las deudas provinciales. Los gobernadores dan por hecho que ya está vigente la prórroga al plazo vencido el 31 de enero. ¿Cuánto tiempo le demandará, por caso, al Ministerio de Economía de la Nación auditar el comportamiento fiscal de cada distrito del interior? Tal vez tres meses más, es decir, una extensión de facto del plazo.

Ahora bien, ¿esa no comunicación de la Casa Rosada inquieta a los mandatarios provinciales? A simple vista, la respuesta es negativa. Por caso, Tucumán adeuda unos $ 4.500 millones (de ese monto casi el 80% tiene como acreedor a la Nación), pero se va licuando a una tasa anual del 6% y el endeudamiento termina siendo devorado por la inflación. Pero esa ingeniería financiera tiene otra lectura. Los gobernadores saben que la gestión de Cristina Fernández no arriesgará políticamente nada cuando todavía no están claras las candidaturas para 2015. Necesita aliados que le acompañen hasta el final del camino.

La misma interpretación puede hacerse de la disputa por las deudas municipales. Al momento de sincerar las cuentas, la Casa de Gobierno sacó una factura tan grande como millonaria: las 19 intendencias le deben $ 2.110 millones (una suma con la que podría reducir la mitad del pasivo tucumano). Y que el más beneficiado ha sido Domingo Amaya. La Capital, por caso, tiene compromisos con el Poder Ejecutivo que rozan los $ 600 millones. No pasa desapercibido que ese es otro pase de facturas de los colaboradores de Alperovich más que del propio mandatario. Muchos están inquietos porque Amaya y Osvaldo Jaldo son potenciales candidatos a fórmulas gubernamentales. Y Alperovich, en ese juego, sigue orejeando las cartas. Sabe que si presiona de más al municipio de esta ciudad, el problema puede estallarle en las propias narices. La plaza Independencia es la caja de resonancia de las quejas contra la gestión. En otros tiempos, los reclamos municipales se dirimían de frente al Palacio de Gobierno y repercutían en Buenos Aires.

La batalla por el poder ha dejado de ser silenciosa. De aquí hasta las elecciones de 2015 varios trapitos al sol seguirán surgiendo. Lo está demostrando la agresividad de las disputas verbales entre oficialistas y la pasividad (o tranquilidad, en el mejor de los casos) de la oposición. Todos tratarán de sacar réditos y es posible que, en esta contienda, la ciudadanía pueda llegar a beneficiarse. Se prometerá el oro y el moro. Hablarán de beneficios fiscales, generales y parciales. La política y la economía suelen atravesar ciclos. Algunas acciones cotizan al alza; otras se van hundiendo. En suma, el mercado electoral vuelve a mostrar movimientos pendulares, con elevada volatilidad. El poder está otra vez en el voto. Eso es lo que cuenta.

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