“Estoy oculto en el sacerdote”

“Estoy oculto en el sacerdote”

23 Abril 2014
“¿Yo confesarme? ¿Decirle mis pecados a alguien que es pecador como yo? ¡Pero si es un invento de los curas, yo me confieso directamente con Dios…!”, se escucha por ahí.

La gracia infinita que se derrama del Cielo en la Fiesta de la Divina Misericordia está directamente relacionada con una buena confesión y comunión.

Jesús mismo fue condenado por decir que Él perdonaba los pecados, atribuyéndose algo que sólo podía hacer Dios (cf. Lc 5, 21). Como verdadero Dios y Hombre, Cristo resucitado hizo algo más inaudito aún. Ese poder que tenía se lo dio a sus apóstoles al decir: “reciban el Espíritu Santo. A quienes les perdonen los pecados les serán perdonados y a quienes se los retengan les serán retenidos” (Jn, 20, 21). A lo largo de los siglos los cristianos fueron discerniendo, bajo la luz del Espíritu Santo, el mejor modo de aplicar este poder espiritual.

En una buena confesión hay dos cosas esenciales: 1- el arrepentimiento. 2- la confesión.

Un buen arrepentimiento supone: un delicado examen de conciencia, dolor por haber ofendido a Dios y propósito de enmendar, es decir arreglar lo que se “ha roto” y no volverlo a hacer.

La confesión exterior supone revelar con humildad al sacerdote todos los pecados mortales cometidos desde la última confesión.

Quien realmente ama a Dios, busca servirlo en lo que Él pide y no tanto en lo que me conviene.

Todos somos pecadores

Sobre el mal ejemplo de algunos sacerdotes hay que entender que entre los apóstoles, ninguno fue plenamente fiel. Todos somos pecadores. Entre ellos estuvieron el traidor, el que lo negó tres veces, los que lo abandonaron en las horas duras y Juan, que permaneció junto a la cruz, pero recién creyó en la Resurrección al ver el sepulcro vacío.

Esta es la materia humana que eligió Cristo para fundar la Iglesia y llevar la Misericordia al mundo entero. Quien ama a Cristo sigue su voluntad y no se detiene ante las miserias ni propias ni ajenas. Porque Dios obra por medio de instrumentos débiles. Además, si un pecado de un consagrado me aleja de Dios, quiere decir que para mí Dios vale muy poco. La Iglesia es la familia de Cristo y nadie abandona o reniega de su familia por la mala conducta de un miembro, al contrario, es el momento de unirse para sanarlo, explica el padre Mauro Carlorosi.

“Cuando te acercas a la confesión debes saber que Yo Mismo te espero en el confesionario, sólo que estoy oculto en el sacerdote (...). Aquí la miseria del alma se encuentra con Dios de la misericordia. (...) Si su confianza es grande, Mi generosidad no conocerá límites. Los torrentes de Mi gracia inundan las almas humildes. Los soberbios permanecen siempre en pobreza y miseria, porque Mi gracia se aleja de ellos dirigiéndose hacia los humildes” (del diario de Sor Faustina)

Temas Tucumán
Tamaño texto
Comentarios
Comentarios