Una importante obra del arte urbano requiere rescate

Una importante obra del arte urbano requiere rescate

21 Abril 2014
Es una expresión del espíritu del ser humano. El griego Aristóteles sostenía que “la finalidad del arte es dar cuerpo a la esencia secreta de las cosas, no el copiar su apariencia”. El escritor George Bernard Shaw afirmaba que “los espejos se emplean para verse la cara; el arte para verse el alma”, mientras Leonardo da Vinci aseguraba que “la belleza perece en la vida, pero es inmortal en el arte”. Posiblemente no haya ciudad con tradición cultural que no tenga un museo o que no embellezca sus paseos o edificios públicos con estatuas o monumentos. Tucumán, por cierto, no es la excepción.

Obras de destacados artistas, comenzando por Lola Mora, engalanan algunas plazas. Pero varias de ellas no suelen recibir el mantenimiento adecuado y otras necesitan una restauración integral, como sucede con “Parábola”, escultura de Pompilio Villarrubia Norri (1886-1966), emplazada en la plazoleta Alfredo Gramajo Gutiérrez, frente al Cementerio del Norte.

La Municipalidad le adquirió la obra al artista tucumano, que se había formado en Italia gracias a una beca otorgada por el gobierno provincial. La pieza de mármol, de 2,20 metros de alto, 1,20 de frente y 1,30 de costado, según las especificaciones de la ordenanza del 28 de junio de 1910, por la cual el municipio la encargó, tuvo un costo de $ 6.000 de honorarios, durante la intendencia de Eduardo Paz.

Fue emplazada en la plaza Independencia el 7 de diciembre de 1911, en los jardines que miraban hacia la Casa de Gobierno. El crítico del diario El Orden escribió que la obra tenía cierta analogía con “El Pensador” de Rodin, “sin que la reminiscencia reste sus indiscutidos méritos”. Representa “un austero filósofo que se halla bajo el poder de una profunda meditación... Petrificada la terrible obsesión de Hamlet, el severo perfil del meditativo nos dice la amarga simplicidad de la muerte”. Destacaba que, en su lateral derecho, “un niño, símbolo de la inocencia, se llega hasta el grave filósofo en el afán de ahuyentar los tristes pensamientos que ensombrecen su frente, y lo invita a contemplar las dulces escenas de la vida”.

La obra permaneció en ese lugar hasta el 19 de julio de 1928, cuando la trasladaron hasta el paseo situado frente a la necrópolis. “Embarcada en un camión, donde la actitud de constante meditación de su figura principal tornábase ridícula, recorrió la ciudad como un trasto cualquiera, en un carro de mudanza”, relataba la crónica de LA GACETA.

El Concejo Deliberante aprobó en 1996 un proyeto el edil José Luis Avignone que proponía que fuera llevada nuevamente a la plaza Independencia. El intendente Oscar Paz vetó la ordenanza y decidió su restauración completa. Firmó un convenio con la asociación “Los amigos de la ciudad” que preveía acuerdos con la Facultad de Artes de la UNT, así como la contratación de expertos del Instituto di Restauro di Roma. Pero todo quedó en la nada.

Varios dedos del pie le faltan al pensador; el mármol luce manchado, sucio. Parece increíble que tan bello legado que embelleció durante unos años la plaza Independencia no haya tocado la sensibilidad de ningún gobernante. “Parábola”, de Villarrubia Norri, cumplirá 103 años y sigue padeciendo un exilio injusto, en un lugar donde muy pocos tucumanos pueden apreciarla. Sería positivo que en este bicentenario se saldara esta deuda cultural.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios