Tu ruta no es mi ruta
Según pasan los años, hay quienes entran y salen de tu vida. Porque vos lo quisiste. O, por supuesto que sí, porque los demás lo decidieron. ¿Motivos? Los que se te ocurra.

Ponete a pensar en cuándo comenzó la onda positiva con él, o ella (“Yo no te buscaba, pero te encontré”). Y en cuándo terminó. En el medio, pudiste haber compartido secretos. Sueños y miserias. Copas hasta embriagarte. Partidas de truco. Vacaciones, fiestas. La secundaria, la “facu”. La infancia. Esos acordes de guitarra y una canción desafinada. Charlas interminables. Tal vez lloraste en su hombro. Y hasta probablemente le robaste un beso. Qué más da. Estuvo, ya no está…

Están los que se fueron y a los que… ojalá la madre naturaleza los conduzca sabiamente por los caminos que mejor les plazca. Los más o menos, esos/esas que un día llegaron, hicieron cosquillas, nos reímos un poco pero…También los que fueron un poquito más decisivos: un amigo, un vecino, un compañero de trabajo, ese/esa que te dio una mano para salir adelante, que te alentó, que te enseñó, que fue ejemplo, que te defendió cuando estabas solo frente a un ejército de hunos yendo por tu cabeza. Y sin embargo…

Pero también está él. Está ella (rompeme la cabeza, borrame la memoria, convertime en un androide). Pero nada, él/ella ya no está, se esfumó. ¿Por qué? ¿qué pasó? Vaya uno a saber. Creéme. Hay tantos momentos de esos en los que uno se hace el desentendido y no quiere reconocer que se mandó una macana. O están esos en los que, lo sabés, el error, la estocada, vino del otro lado. Y ya fue, todo se terminó, tu ruta no es mi ruta… Es tan corto el amor y es tan largo el olvido. ¿Acaso no te diste cuenta?

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