Se largó el 2015, la política decidió adelantar el futuro

Se largó el 2015, la política decidió adelantar el futuro

Todas las fuerzas políticas comenzaron a buscar su lugar en el mundo, aún antes del Mundial, para orejear la sucesión de Cristina. Hugo E. Grimaldi | columnista de DyN.

20 Abril 2014
BUENOS AIRES.- El despectivo “bolsa de gatos” fue usado siempre por el peronismo para abaratar los intentos de ensamble de sus adversarios, desde la Unión Democrática para acá. En cambio, Juan Perón sorteó desde el verticalismo de su formación militar cualquier crítica de afuera en el mismo sentido y a las diferencias internas las bautizó “movimiento”.

Es probable que la estrategia de criticar los matrimonios por conveniencia de los demás y llamar reacomodamientos internos a los líos de la propia estructura haya sido la responsable de dos conceptos que han corrido de boca en boca en la sociedad, los que se repiten como verdades reveladas a la hora de contar la historia y de plantearse el voto: “Los peronistas tienen vocación fanática por el poder” y son los “únicos que aseguran la gobernabilidad”, se dice.

La picardía de la dialéctica también ayudó a fortalecer la alucinación colectiva. Aquel “los peronistas, como los gatos, cuando parece que nos peleamos, nos estamos reproduciendo” que popularizó Antonio Cafiero, va en la misma línea de promocionar al peronismo como algo imprescindible, reforzada en lo ideológico por el mismo Perón, a la hora de evaluar cómo perforó a los demás partidos la concepción estado-populista que predomina en la gente desde 1945: “Peronistas somos todos”, supo describir el general.

A la larga, pareció tener razón porque todos los tanteos que se generaron en los últimos 70 años para sacar de órbita al peronismo, incluidas las diferentes incursiones del partido militar, fracasaron en toda la línea. El experimento de la Alianza ha sido, hasta ahora, el último escalón de varios hitos de rejuntes que siempre terminaron fortaleciéndolo.

Todas estas alusiones vienen a cuento porque en el remanso que el día a día de la economía le está dando a la política, aderezado desde la óptica del análisis por la entrega de las banderas económicas de la década que hizo el Gobierno para aflojar las turbulencias de principios de año, todas las fuerzas políticas comenzaron a buscar su lugar en el mundo aún antes del Mundial de Brasil, para orejear desde ahora mismo la sucesión de Cristina Fernández.

Ya se han visto en la calle débiles encuestas, nombres que se han echado a rodar para medir fortalezas y galanteos entre algunos de los partidos, aunque de momento todo es tan provisorio que nada debería ser tomado demasiado en cuenta con algún grado de seriedad. En ese sentido, la corta semana de Pascuas fue prolífica en declaraciones y así Sergio Massa, Daniel Scioli, Mauricio Macri y Jorge Capitanich, en defensa de La Cámpora, coincidieron en mostrarse como abanderados del tiempo por venir, argumento mucho más difícil de sostener para los hombres del oficialismo.

Ante los graves y múltiples problemas que padece la sociedad (inflación, empleo, inseguridad, narcotráfico y hasta los piquetes que acaba de descubrir el Gobierno a la hora de propiciar una ley que los regule, aunque deba tragarse los sapos de una década de vigencia) suena hasta de mal gusto tamaño adelanto en meses, pero como es casi unánime la búsqueda de posicionamiento, quizás por eso hasta ahora nadie lo reprocha demasiado.

Lo cierto es que a hoy existen varios conglomerados, uno desde la oposición política y otro desde lo empresarial, que se empezarán a unificar ya desde esta misma semana para marcarle la cancha al kirchnerismo, más allá de las dos notorias peleas que hay dentro del mismo peronismo que, por ahora, son de pura dispersión aunque, tal sus antecedentes, en algún momento pueden ser llegar a ser de unidad: la sindical y la política.

En el caso de los empresarios, mañana por la tarde verá la luz un documento que, sin decirlo tan abiertamente, pretenderá poner en caja el Gobierno en tres ejes de discusión: lo económico, lo institucional y lo social como resumen de los tres o cuatro encuentros previos que realizó el llamado Foro de Convergencia Empresarial, un grupo de 31 entidades “representativas del mundo empresarial, productivo y financiero al que adhieren, además, 7 entidades profesionales”, tal como definen la movida los propios hombres de negocios.

Para los tiempos de ostracismo que han vivido los hombres de negocios durante la década kirchnerista se trata de una saludable apertura, ante tanta permeabilidad que tuvieron muchos de ellos hacia los atropellos del Gobierno, bajo el argumento de la necesaria supervivencia de las compañías.

En cuanto al peronismo y por el lado los gremios, tras el paro general y aún dentro de los más duros, existen grietas políticas o de metodología, pero también cercanías propias de las conveniencias de caja de todos los gremios (obras sociales), más allá de demandas comunes que tienen que ver con críticas al proceso inflacionario, las reivindicaciones paritarias o los reclamos por el mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias.

En cuanto a lo que viene sucediendo en lo político-partidario, si bien la consigna de cualquier peronista de ley es seguir siempre al nuevo líder, existe ahora una diferencia esencial, aunque irreconciliable, tal como pasa con el agua y el aceite. Ocurre que en lo ideológico, las estructuras de gobierno han sido copadas por el camporismo, una variante mucho más profunda y dura que el seudoliberalismo que impregnó a Carlos Menem, al que los peronistas se sacaron de encima chasqueando los dedos cuando olisquearon que Néstor Kirchner, una de sus apoyaturas en tiempos de los que nadie parece querer acordarse, tomó la posta.

Hoy, la cosa se presenta con muchas otras y graves diferencias que están partiendo el futuro voto propio peligrosamente, ya que hay en carrera una facción ultrakirchnerista con varios postulantes (Sergio Urribarri, Florencio Randazzo, etcétera), otras dos neokirchneristas (Scioli y Massa) y un cuarto grupo de peronistas más tradicionales (José Manuel de la Sota), sin contar con aquellos que se han corrido bastante desde hace algún tiempo conocidos como “peronismo disidente”.

Aunque todavía falta mucho hasta junio del año próximo para tener en la grilla definitiva a los candidatos para las PASO, la propia Presidenta, de ADN fogueado en la cultura que describió Cafiero, acaba de afirmar con mucho cuidado político para no espantar a nadie y con notoria necesidad de mostrar que ha empezado a bajarse del caballo en sus críticas al “pejotismo”, que ser peronista o kirchnerista hoy “es más o menos lo mismo”.

El ejemplo de aquellas elecciones de 2003 aún le suma esperanzas al partido de gobierno, ya que por entonces fueron divididos a las presidenciales y finalmente lograron acceder a la Casa Rosada gracias a la repulsa social hacia el menemismo. Sin embargo, esta vez podría haber una variante diferente si la oposición se nuclea alrededor de un programa común.

Este punto no parece tan difícil de lograr, ya que muchos observan que por derecha y por izquierda de ese espectro existen cuestiones de fondo similares que van más allá de métodos y herramientas para alcanzar los fines.

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