“Prefiero vivir como si fuera un inmortal”

“Prefiero vivir como si fuera un inmortal”

El reconocido escritor Octavio Cejas habla de su tristeza, de sus próximos trabajos, de la vida y de la muerte. “A los jóvenes les digo que lean, que estudien, que no crean que van a inventar la escritura”.

20 Abril 2014
Recorrer. Leer. Buscar historias. Meterse entre los personajes reales que después van a ser los personajes de sus cuentos. Esas son las cosas que dice que ha hecho Octavio Cejas para convertirse en quien es: un escritor tucumano que lleva más de 30 años anclando sus textos en muchos de esos temas que calan hondo en nuestros cerros: el amor, el trabajo, la muerte, las creencias, las supersticiones, la soledad, la esperanza.

Nacido en Concepción en septiembre de 1927, Cejas comenzó a escribir libros cuando era maestro en las escuelas de montaña. Ahora que los años lo alejaron un poco de las aventuras por los cerros, a Octavio le gusta desempolvar del recuerdo todas sus historias, en la que aparecen seres maravillosos. Tiene tanto para contar, tantos relatos como años acarrea sobre su módica estatura.

Habla en voz baja. Y hay que esforzarse para que escuche bien. Tiene las manos movedizas, agrietadas. No quiere que nunca se queden quietas. Por eso, todos los días las pone a bajar teclas. Ahora, precisamente, está escribiendo un ensayo sobre el escritor Luis Franco, de quien es admirador.

Se ha perfumado para esta entrevista. Lleva puesta una camisa, un pullover y pañuelo al cuello. En el comedor de la casa de su cuñada, donde vive desde que quedó viudo, están exhibidos los premios que recibió. La antigua construcción, ubicada a metros de la vía del ferrocarril de Concepción, tiene los techos altos y las paredes pintadas de verde agua. En un rincón está el cuadro de su bicicleta, su gran compañera de aventuras. “Si tengo la bici, no me falta nada”, dice Octavio. Es un deportista nato. Le encanta que lo “molesten” para poner en práctica sus conocimientos sobre boxeo. Pero sabe que ya su cuerpo no le responde como quisiera. “El tiempo mío para estas cosas ya pasó”, resalta.

También reconoce que ha comenzado a sentir limitaciones intelectuales. “El doctor me invitó a leer menos por esa cosa de la fatiga cerebral. Parece que hice trabajar mucho la memoria en mi vida; ahora tiene que descansar”, describe. Y revela que ya ha pensado en el lugar en el cual quisiera descansar para siempre: “no quisiera irme lejos de mi familia. Quisiera estar acá (Concepción) o en Las Estancias”.

Octavio ha pasado los últimos meses sumido en una inmensa tristeza. En diciembre, su hijo Walter, de 52 años, murió en un accidente en Concepción. Días después, falleció su esposa. “Tengo una confusión con esto que ocurrió, fue algo muy triste. No reaccioné todavía”, explica.

- A pocos meses de cumplir los 88 años, ¿cómo se siente?

- Procuro estar bien. Doy gracias de haber llegado a esta edad y conservar más o menos el humor, conservar la memoria en más o menos buenas condiciones, la capacidad de investigación para mostrar que el hombre de pueblo puede hacer suyo cierto hecho y contarlo. Quisiera poder contarle más cosas a la gente. Eso me haría más feliz. Si es que alguien nos da la vida, me gustaría que me de un pedacito más para seguir escribiendo.

- ¿Qué le queda por escribir?

- Además de estar preparando un ensayo de aproximación a la prosa de Luis Franco, tengo seis libros más para terminar. Yo se que me tengo que apurar, pero no puedo forzar la mente; no quiere mi psiquiatra (se ríe). Por otro lado, quiero hacer un trabajo sobre la historia de los pueblos olvidados. Pienso hacerlo este año: recorrer los pueblos con cámara de foto y grabador, preguntar a sus habitantes sobre sus antepasados y de esa manera reconstruir la historia de cada lugar. Tengo que ver bien cómo voy a hacer. La última vez que me subí a un caballo para hacer un viaje mi hijo médico me retó y me hizo volver inmediatamente.

- ¿Escribir fue la gran pasión de su vida?

- Creo haber nacido para ser escritor. Estaba en la sangre. Mi papá, que era de Cerro Negro -en el límite de Catamarca con la Rioja- cantaba coplas. El era un poeta popular. Lo mío son los cuentos. Los cuentos son una especie de fotografía de un momento determinado. Son un pedacito de historia que sirve para que no nos olvidemos de eso. Siempre me gustó reflejar en mis cuentos al hombre que trabaja.

- Usted pertenece a la generación del 60, pero siempre se dijo que no absorbió los códigos que el contexto socio-cultural ofrecía en esos momentos. ¿Nunca le interesó colar una carga ideológica en sus cuentos?

- Estaba en otra cosa, en otro mundo, ocupado en mi tarea de maestro rural y de buscar historias del campo. Me interesaba indagar en la vida del hombre de campo, en ese mundo místico en el que él trabajaba envuelto. Mis cuentos son vividos, habitados por el hombre, todos surgen después de conversar con hombres, o sea que cada historia tiene una base en un hecho real. Mi preocupación no era la ideología de una época. Estaba interesado en investigar y descubrir ese mundo sobrenatural que rodea al hombre de campo especialmente.

- ¿Cree que el mundo sobrenatural que vive en sus cuentos es real?

- Soy pescador y muchas veces en medio de noches oscuras o en sitios alejados me ha pasado que me nombran y no hay nadie. Hay lugares a los que no quiero ni volver. En estas cosas hay que creer, si la gente las nombra algo ha de haber.

- Siempre ha sido un defensor de la vida de campo, ¿le preocupa el avance de las urbanizaciones en el mundo?

- La gente de la ciudad piensa que no hay nadie mejor que ellos. Yo prefiero la gente del campo porque no son personas ociosas. Pero bueno, muchos se vuelcan a la ciudad porque no hay trabajo. El hombre de las ciudades destruye el campo. Mire Chile en el estado en el que se encuentra.

- ¿Hace unos años tuvo un taller de escritura con jóvenes, ¿Qué les aconsejaba?

- Veo que los jóvenes tienen mucha necesidad de aprender y no tienen quién les enseñe a escribir. Siempre les aconsejo que lean, que estudien lo que les permita conocer su región, su tierra. Que no crean que van a inventar la escritura. Solamente le van a dar forma.

- Es el primer escritor reconocido que tiene Concepción en más de 200 años de vida, ¿se siente valorado en su ciudad?

- (Tiembla, los ojos se humedecen) Nunca me lo pregunté. Creo que cada uno es como es y que le vaya bien, y al final de cuentas nadie tiene que ser profeta en su propia tierra, ¿o no?

- ¿Cómo prefiere ser reconocido?

- Estar cerca del cerro y de la vida de campo siempre ha sido una máxima para mí. Lo mejor que me pudo haber pasado es que lo que escribo le haya tocado el corazón a esa gente. Cuando una persona se identifica con lo que uno escribe pasa a ser su amigo.

- ¿Puede decir que se siente realizado?

- Mis tres hijos se recibieron en la universidad: uno es médico, otro es abogado y otro más, que falleció recientemente, era profesor de educación física. Siempre quise enseñarles a caminar a mis chicos. Por eso trabajé duro, pero por suerte vi los resultados que esperaba.

- ¿Le preocupa la muerte?

- No le tengo miedo. Pero no me gusta hablar de ello. No me gustan los libros con muertes. Prefiero vivir como si fuera un inmortal.

- Su lugar en el mundo:

-El de padre. Me emociona cuando mis hijos me llaman “papá”.

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