La desgracia es la mejor amiga de Atlético

La desgracia es la mejor amiga de Atlético

Otro error garrafal, en este caso de Lucchetti, una de sus figuras, le costó a este "decano" parco una nueva derrota. Mirá el resumen.

NO LEVANTA. Atlético dejó pasar otra posibilidad de acercarse a un puesto de ascenso. FOTO DE MATÍAS NÁPOLI ESCALERO (ESPECIAL PARA LA GACETA) NO LEVANTA. Atlético dejó pasar otra posibilidad de acercarse a un puesto de ascenso. FOTO DE MATÍAS NÁPOLI ESCALERO (ESPECIAL PARA LA GACETA)
En medio de su campaña para el diván, tanto para Sigmund Freud y Gabriel Rolón como para Ricardo Rodríguez, Diego Erroz y Héctor Rivoira, Atlético tuvo un partido lógico: justo en el viernes de Pascuas se entregó a su vía crucis y crucificó las chances de Primera. Instituto había perdido minutos antes y algunos soñaron con acércasele, pero este Atlético no está para resurrecciones.

Hacer un gol o hacerse un gol parece lo mismo pero no lo es, y esa fue la cruz “decana”: Cristian Lucchetti le hizo convertir uno a Huracán. El partido parecía uno de ajedrez, y no de fútbol, cuando el arquero -que ya se había mancado contra Independiente (M)- cometió otro error que abrirá una polémica: ¿llegó la hora de Lucas Calviño?

Iban 32’ del primer tiempo y las tablas se rompieron cuando Lucchetti no retuvo la pelota después de un centro tan tibio como el otoño de Buenos Aires. Su error fue que intentó capturar el balón en dos tiempos. Pero su primera cachetada fue a parar al botín de Ramón Ábila y éste convertiría un gol que pareció del Chavo del Ocho: fue sin querer queriendo. El resultado era injusto en el trámite y merecido en la contabilidad de aciertos y errores. Huracán no había sido más en el juego pero Atlético sí había sido más en errores.

Cero a cero primero y en desventaja después, el de Rivoira fue un equipo que, en su fijación por mantener el orden, quedó tan lejos del arco rival como Tucumán queda de Parque Patricios.

El pibe David Valdez fue una luz en la noche, aunque sin gravitación más allá del medio campo. Tampoco César Montiglio y Gonzalo Bazán desequilibraron. De Diego Barrado, esta vez, solo se vio el apellido en la planilla de formaciones. Y los cambios de Rivoira no cambiaron tanto: los ingresos de Alfredo Carrizo, Gonzalo Ontivero -por un Diego Jara tan aislado como si estuviera en cuarentena- y Guillermo Acosta fueron parches en vez de remedios.

Si alguna vez Gary Lineker dijo que el fútbol es un deporte al que juegan dos equipos y siempre ganan los alemanes, de Atlético hay que decir que es un equipo que solo gana o empata si aparece “Pulguita”. Antes del 2-0 de Caruso, el “decano” tuvo un par de chances de empatar, pero anoche “Pulguita” no apareció. Habrá que seguir rezándole más en estos días de Semana Santa.

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