La chica que se sentía sola
RETRATO DE LOS OJOS TRISTES DE OTROS AÑOS. Patricia Peralta Ramos, en los tiempos en que conoció a Gabriel García Márquez. la gaceta / archivo RETRATO DE LOS OJOS TRISTES DE OTROS AÑOS. Patricia Peralta Ramos, en los tiempos en que conoció a Gabriel García Márquez. la gaceta / archivo
19 Abril 2014
¿Quién era esa chica sobre la que García Márquez había ejercido sus entonces desconocidos poderes de mago en su único viaje a la Argentina? ¿Quién era esa mujer que representaba la soledad de todas las mujeres? Se llama Patricia Peralta Ramos, nos dijo Tomás Eloy Martínez y, después de una larga búsqueda, LA GACETA Literaria logró entrevistarla en su casa de Buenos Aires, casi medio siglo después de aquel encuentro con el escritor colombiano.

“Cuando hablé con García Márquez, yo no sabía nada de ese hombre que parecía capaz de inventar una historia fascinante a partir de cualquier palabra, de cualquier objeto. Hice girar dos hielos que flotaban en el vaso que tenía en mi mano y él los convirtió en dos buques, en medio de un mar embravecido, en el que había piratas, aventuras y una abuela contando la historia. Apoyé mi mano en una silla y él la introdujo en un relato que se expandía indefinidamente, en el que se mezclaban elementos cotidianos con los más increíbles prodigios. Después fijó su atención en mis ojos y empezó a hablar de la melancolía que creía encontrar en ellos, sumándolos a una narración oral que parecía contener todas las cosas del mundo pero ordenadas de una forma nueva y asombrosa. Como un gran mago, sacaba infinitos conejos de su galera, encontraba una puerta donde antes no la había y te invitaba a ingresar en un camino en el que lo más insignificante podía llenarse de múltiples e insospechados sentidos. Después de esa noche, cuando leí Cien años de soledad, me reencontré con el mismo tono de las historias barrocas y deslumbrantes que le había oído contar. García Márquez está indisolublemente unido a su obra; en cualquiera de sus páginas está la voz cautivante de su autor y las marcas de su vida. En la novela creí reconocerme en Ursula, al igual que millones de lectores identificaron su mundo con el de la novela. Lo extraordinario de aquella noche fue encontrarme, sin preámbulos, con un narrador incontenible e inagotable, que podía transformar cualquier cosa en el centro de la más maravillosa historia. Lo extraordinario de leerlo es que me hace sentir la misma sensación de hace 42 años; que me habla como si fuera la única destinataria de un relato de un universo ilimitado que cabe en la palma de la mano”, dice Patricia Peralta Ramos, con unos ojos tristes en los que parece seguir presente el hechizo del gran mago colombiano.

© LA GACETA

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