La prehistoria

La prehistoria

Una semana con Gabo en México

19 Abril 2014

Por Ernesto Schoo

Aquella noche de noviembre de 1966, mientras el avión descendía sobre la constelación de luces de la Ciudad de México, yo me preguntaba con cierta inquietud sobre el personaje a quien Primera Plana me había encomendado entrevistar para una nota de tapa que se editaría seis o siete meses después. Gabriel García Márquez. ¿Quién lo conocía? Colombiano, 38 años, casado, dos hijos, algunas novelas y algunos relatos publicados en su tierra y en México, país este último en el que residía desde seis años atrás. Al parecer, en 1965, tras un año y medio de dedicación exclusiva, había terminado la novela que lo obsesionaba desde siempre. Poco más de 300 páginas (1.300 cuartillas escritas a razón de ocho horas diarias, sin contar el material descartado), donde se desplegaban la realidad (atroz, a menudo) y la leyenda (poblada de desmesuras, sueños frustrados e imaginación desbordante) de la América criolla. Sería también el catálogo de maravillas evocadas en su infancia por una abuela de cuya boca el pequeño Gabo aprendería las tradiciones y las consejas, los milagros y los espantos que poblaron los días y las noches de la pequeña ciudad, Aracataca (que él llamaría Macondo), en la que había nacido, en 1927.Su conversación tiene el mismo encanto, ligeramente arcaico, y el sabor legendario de sus relatos, donde la realidad se hace fantástica y la fantasía, realidad. Pasé una semana en México DF, arrullado por ese encanto… ¿De qué hablamos durante esa semana? De libros, naturalmente. Antes de mi partida, Tomás Eloy Martínez -jefe de redacción de Primera Plana y factótum de esta andanza- me había deslizado apresuradamente, en un bolsillo, un librito mínimo, una suerte de separata, Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo. Lo leí durante el viaje: me deslumbró. El manejo del idioma, la plasticidad y exactitud de la prosa eran incomparables... Cien años de soledad era otra cosa: un desborde de aventuras, un torrente de desaforadas metáforas, un esplendor verbal inusitado.

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© LA GACETA

Ernesto Schoo – En 1966 hizo la primera entrevista de un medio argentino a García Márquez, que se publicó en el célebre número de la revista Primera Plana, factor fundamental en el meteórico salto del escritor a la fama. Esta nota se publicó en este suplemento en 2007. 

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