La casa no está en orden
Da vértigo la aceleración de la interna del peronismo subtropical. En marzo, alperovichistas y amayistas decían que no iban a producirse definiciones sino hasta después del Mundial. Ahora, en la Casa de Gobierno y en la Municipalidad de la Capital coinciden en que hay que pasar la Semana Santa. La casa no está en orden.

Por izquierda

Las críticas al modelo alperovichista que vertió el secretario de Gobierno de la intendencia marcan un pico de estrés político entre ambas facciones. Germán Alfaro pegó por izquierda cuando advirtió que la inseguridad, el desempleo y el narcotráfico no se combaten con cordón cuneta. Fue una trompada al narcisismo de la democracia pavimentadora, tan ofendida por la blasfemia contra el asfalto que ni advirtió que a la gestión capitalina le cabe la misma advertencia.

Por derecha

El concejal en uso de licencia pegó por derecha cuando afirmó que el escándalo de los seguidores de José Alperovich por las pintadas que postulan a Domingo Amaya para la gobernación, probaban que desde hace 10 años no hay ejercicio democrático. La Década Ganada sólo fue tal cosa para la hegemonía. Por eso en el Ejecutivo provincial (donde si el gobernador corre, todos deben sudar), nadie se declaró calumniado por esta acusación. En cambio, asumieron dogmáticamente que detrás de los mandobles del estaba el intendente, sólo porque no hay otro esquema de pensamiento en Casa de Gobierno: si alguien dice algo allí, es porque Alperovich lo quiso. Ahí sólo se habla tal y como el mandatario piensa.

Por abajo

Hubo un golpe por abajo. Son elogios a la condición de “mejor” persona, padre y hombre de fe que Alfaro prodigó a Amaya; y que el alperovichismo consideró una afrenta ya no contra el hacer sino contra el ser del gobernador: contra su condición de persona, padre y hombre de fe. Las cuestiones personales no hacen al análisis político, pero sí inciden en la política: hubo caravanas de intrigantes “solidarizándose” con el mandatario. Es cierto: la insidia no se apaga en un esquema de poder donde todos deben cantar la gloria del pavimento. Pero también es real que, esta vez, los antagonistas de la intendencia nada debieron inventar para mal predisponer al jefe de Estado contra la administración capitalina.

Puros recursos

Se va a saber el lunes. Eso ventilan en uno y otro extremo de la cuerda tensada. Unos sostienen que el gobernador no olvidará los cuestionamientos, pero tampoco hará tronar el escarmiento. Por caso, se encontró el miércoles con Amaya, en el velatorio del padre de la senadora Beatriz Rojkés. Y las especies pretenden que, al mediodía, mantuvieron una plática cordial, pese a que Alfaro se había despachado contra el alperovichismo antes de las 10 AM. Cuentan, incluso, que el único reclamo del gobernador fue ameno: le habría dicho al intendente que hace mucho que no lo visita. Esa bonhomía, sostienen, se debe a que Alperovich entiende que la única verdad son los recursos financieros: el jefe del Ejecutivo municipal demanda $ 140 millones presuntamente mal liquidados para sostener obras y servicios (o sea, me asfixian para embarrarme la campaña), y el jefe del Ejecutivo provincial opone supuestos $ 590 millones de deuda capitalina (léase, no te voy a financiar la campaña). Así que todo es cuestión de sentarse a conversar, pero de los comicios de 2015.

Pura amenaza

Otros sostienen que el lunes puede ser un día terrible. Que Alperovich es capaz, incluso, de rescindir el Pacto Social, por el cual la Municipalidad cede su coparticipación y se garantiza el pago de los salarios. En una palabra, guerra. Los amayistas dicen que no habrá problema: que les corresponde por goteo de impuestos $ 70 millones por mes, mientras que la Provincia sólo gira $ 60 millones. Los alperovichistas responden que primero deben saldar la deuda con la Provincia, así que hasta podrían embargar cuentas. Los amayistas recitan el artículo 136 de la Constitución local: a los fondos municipales sólo los pueden administrar autoridades municipales. Los alperovichistas preguntan: ¿con qué piensa pagar la Municipalidad el aumento salarial de este año? Los amayistas rememoran el artículo 5 de la Constitución nacional: que no se garantice el régimen municipal es causal de intervención federal. Los alperovichistas dicen que una Municipalidad en llamas es causal de intervención provincial. Y así hasta el infinito.

Pura conjetura

Una tercera posición es la de que Alperovich, a medio camino entre hacer nada y romperlo todo, seguirá desgastando a Amaya. En términos palaciegos: las encuestas dicen que Amaya tiene buena imagen, entonces está “caro” para cualquier negociación. En consecuencia, hay que “abaratarlo”. Eso, además, le dará tiempo al gobernador para, finalmente, saber qué hacer con su proyecto de sucesión. ¿Juan Manzur? ¿Beatriz Rojkés? ¿Osvaldo Jaldo? ¿Amaya? ¿O José López, el secretario nacional de Obras Públicas que en este año visitó Tucumán más veces que durante la década K, y que vuelve la semana próxima?

La lectura

Dos grandes posturas han quedado expuestas esta semana. La primera de ellas se observa en las muestras de desprecio que el alperovichismo también le dedica al intendente. Hace un par de días, el senador Sergio Mansilla preguntó quién es Amaya. Es que los caciques del interior le dicen a Alperovich es que lo conveniente, en 2015, no es la unidad con el amayismo, sino lo contrario. Según ese relato, el diputado José Cano y compañía consiguieron 300.000 votos en octubre sólo porque la elección se polarizó. En consecuencia, proponen alentar la fractura con Amaya para que él presente sus propias listas, pero no sólo para terminar con la bipolaridad, sino porque argumentan que el intendente también restará votos al canismo. Para empezar, los del peronismo disidente. Muchos peronistas históricos -aseguran- votaron a los radicales, haciendo tripas el corazón, para castigar al alperovichismo. O sea, nunca se sumarán a lo que proponga el gobernador, pero sí votarían al “compañero” Amaya y, por ende, ya no sufragarían por Cano. Más aún: esa es la clave -proponen- para licuar las circunscripciones adversas del Gran San Miguel de Tucumán, dónde a esa dispersión se sumará Fuerza Republicana, que dio señales de recuperación con los casi 90.000 votos de hace seis meses.

La lógica

La “estrategia del interior” tiene lógica propia: si los circuitos capitalinos serán reñidos, la cosecha electoral debe venir de tierra adentro. Y para eso, hay que bendecir a todos como candidatos. Para este sector alperovichista, las provinciales de 2015 no serán una sino dos elecciones. En primer lugar, la de gobernador y vice, que se gana con apenas un voto de diferencia. Esa es la única que no se puede perder. Incluso, a costa de sacrificar la “otra” elección: intendentes, legisladores, ediles, delegados comunales. Así que si deben perder una municipalidad con un opositor que logre 4.000 votos lo harán, a cambio de llevar 10 postulantes de 2.000 votos cada uno, que le den a la fórmula principal 16.000 sufragios de ventaja sobre los adversarios. La gobernación vale más que lo demás. Por supuesto, si el interior es la “gran esperanza” alperovichista, ya se sabe qué ministro tiene lugar en la fórmula.

La advertencia

La otra postura es la de la intendencia. Ahí están convencidos de que toda fractura en el peronismo es la garantía del triunfo opositor en 2015. Para ellos, no hay lecturas lineales sobre el mercado electoral: al alperovichismo y al amayismo les va bien en las urnas por lo que representan juntos. Y si bien reconocen que tener a la Casa de Gobierno en contra será tremendo, también lanzan una advertencia: si van separados, el alperovichismo no podrá contar con el gobernador en la boleta, pero ellos sí apostarán a Amaya en el voto. Ahora bien, así como comprenden que el Frente para la Victoria no es la suma aritmética de los votos de ambos, sino la potenciación geométrica de que ambos grupos trabajen unidos, los amayistas también denuncian que la Casa de Gobierno no busca acordar, sino sólo aniquilarlos. Y la supervivencia política no es negociable.

La sensación

Esa sensación de acorralados atraviesa esta crisis de Semana Santa. Es cierto que para muchos, la virulenta reacción de Alfaro es su manera de responsabilizar al alperovichismo de haberlo involucrado gratuitamente en el “affaire” Marianela Mirra – Jorge Rial. Pero más allá de las cuestiones personales (otra vez: no hacen al análisis político), lo cierto es que aunque es la mano derecha del intendente, él no figura en los cálculos alperovichistas para 2015. Cuando el Gobierno amaga con sumar a Amaya, todo se reduce al jefe municipal. Para el resto de su grupo, el páramo. A no sorprenderse, entonces, con que los socios de Amaya asuman que la única sobrevida posible es la ruptura y no “esa” unidad.

La muestra

El “caso Alfaro” es botón de muestra de un amayismo que reclama deudas y pinta paredes en el interior. Es decir, las acciones del alperovichismo, desde 2013, consisten en hacer despistar al intendente de la ruta que conduce a 2015. ¿Con qué va a amenazar el alperovichismo, entonces? ¿Con dejar al amayismo en la misma banquina a la que ya lo están tirando?

La lección

A Perón le atribuyen haber enseñado que al adversario hay que dejarle una salida, porque si no tiene una vía de escape, no tendrá otra alternativa más que atacar hacia adelante. Pero esa es una lección para políticos, no para hegemones.

Los plazos

Según cómo reaccione, el lunes comenzará a saberse si Alperovich comparte la lectura amayista de que 2015 los encontrará unidos o derrotados, o si comparte la “estrategia del interior”, de que es mejor sin Amaya que junto con él. Para lo que no hay plazo es para saber si, por separado, en el Acuerdo Cívico y Social y en FR comprenden, o no, que no tienen margen para perder un solo voto.

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