Por Álvaro José Aurane
17 Abril 2014
Primero pareció paradójico: Gabriel García Márquez, el hombre que dijo que el periodismo es el oficio más bello del mundo, falleció en la víspera de un día en que no se venden diarios en varios países. O sea, no hay en este Viernes Santo periódicos impresos donde llorarlo. Pero después pasaron las horas y nos dimos cuenta de que no era ninguna broma trágica del destino. Lo supimos cuando advertimos, al rato de la mala hora, que la acostumbrada adrenalina para cerrar la edición impresa no iba a venir a la Redacción. Y sin trajín, no hubo manera profesional de disimular la pena por el otoño del patriarca de las letras cargadas de magia. El periodista que ganó un premio Nobel de Literatura, entonces, se había muerto durante un día en que sus lectores en general, y los trabajadores de prensa en particular, íbamos a poder extrañarlo mucho. Mucho...
Claro que fue un día candente para LAGACETA.com, que fue una trinchera informativa quemante: temprano, nomás, fue la vidriera que informó sobre la pelea de una pareja monteriza que terminó a los tiros; y que sacó a la luz que EDET devolverá el aumento tarifario de principios de año. Y cuando por la tarde se supo que García Márquez acaba de inaugurar todo un siglo de tristeza, se produjeron notas especiales para nuestro diario digital, a la vez que se apuraba una edición especial para nuestro soporte de papel, que estará en la calle en las próximas horas. Pero aún así, todo tenía que ver con él. Y con su obra. Hasta se armó una suerte de "River -- Boca" entre los hinchas de /Cien años de soledad/ y los fanáticos de /El amor en los tiempos del cólera/. Pero aparecieron un par de defensores de /La hojarasca/ y hasta simpatizantes de /El coronel no tiene quien le escriba/, así que trasladamos la compulsa a la /online/ con una encuesta. Más timídamente, alguien rescató un cuento: /Blacamán el bueno, vendedor de milagros/. "Ysi acaso se ha vuelto a morir lo vuelvo a resucitar, pues la gracia del escarmiento es que siga viviendo en la sepultura mientras yo esté vivo, es decir, para siempre", escribió hace 44 años el colombiano inmortal. Porque los escritores de inspiración sin escarmiento tienen lectores que los resucitan durante toda la eternidad.
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