El conventillo moderno
Insultos, agresiones, quejas, llantos. La televisión argentina se ha convertido, desde hace bastante tiempo, en una especie de conventillo moderno. Todos están pendientes de lo que hace o dice el otro para criticar y cuestionar. Personajes que cuestan digerir se adueñaron de la pantalla chica. El talento es una especie en extinción. Basta con tener una lengua filosa o saber llorar en el momento justo para convertirse en el protagonista de la semana.

Todo se cuenta; todo se ventila. Desde la relación sentimental que comienza hasta la última discusión con su actual pareja, su pelea con la ex o las diferencias con algún compañero de trabajo. Antes había señales que se dedicaban a emitir este tipo de programas. Ahora, uno cambia de canal pero la temática es la misma. Nuestra televisión es un reality donde cualquiera puede ser protagonista.

Programas tradicionales, que históricamente tuvieron una línea editorial donde se encaraban temas interesantes por el nivel de los invitados a la mesa de los almuerzos, recurren a la polémica. Los invitados discuten, algunas lloran y otros se levantan enojados para abandonar el set de filmación sin pedir permiso. Es que para sumar rating vale todo y ese tipo de escenas asegura que el resto de los programas hablarán varios días de lo sucedido. Estar en el tapete tiene sus ventajas.

Nadie respeta a nadie. Los insultos son moneda corriente. Una diva pasa a ser una m... en cuestión de segundos y una invitada que es candidata a sumarse al panel de críticos se transforma en una zorra después de dar un certero golpe cuando entiende que en realidad no será contratada. Es que en la TV argentina los que manejan la escena pueden criticar, cuestionar y ventilar intimidades de los otros, pero no toleran que otros invadan sus vidas y saquen a la luz los trapos sucios que esconden cuando las luces se apagan y el programa termina.

“La televisión muestra lo que el público quiere ver”, explicó una vez Adrián Suar sobre esta tendencia que fue relegando de la cartelera a otro tipo de programas. Es probable que sea así. Por suerte todavía quedan aquellos que disfrutan viendo las repeticiones del El Zorro o El Chavo, aunque ya hayan visto 30 veces el mismo capítulo. Ahí, al menos, se mantiene la esencia de los buenos tiempos de la televisión argentina que ahora parece no poder vivir si no están aquellos que sueñan con cantar o bailar. Ellos no tienen talento. No importa. Saben lo que tienen que mostrar y conocen perfectamente la fórmula para ser famoso al menos por unos días.

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