Por Tere Pasquero
15 Abril 2014
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Pendiente del reloj, calculaba cada minuto para el inicio del eclipse lunar. Ansiosa por el evento, el sueño me había abandonado y la alegría por lo que iba a suceder aumentaba.
Desde la terraza de un edificio, podía escuchar el silencio de la ciudad y observar la desolación en las calles. Pero no me sentía sola, la luna estaba ahí, iluminando la noche. El frío no pudo vencer mis ganas de disfrutar del eclipse lunar al aire libre.
Mi emoción crecía paso a paso y no tengo dudas de que todas las miradas estaban puestas en "ella", quien desde el cielo se empezó a ruborizar. La luna color sangre se adueñó de la noche, y puso magia en el firmamento.
Fue avasallador poder ver algo así, disfrutar del poder del universo. El viento helado no pudo borrar la sonrisa en mi rostro, mientras retrataba el momento. Nos acompañamos mutuamente toda la noche, hasta que desapareció del cielo la "Luna de sangre", pero lo que nunca desaparecerá, serán los recuerdos de este eclipse de mi mente.
Desde la terraza de un edificio, podía escuchar el silencio de la ciudad y observar la desolación en las calles. Pero no me sentía sola, la luna estaba ahí, iluminando la noche. El frío no pudo vencer mis ganas de disfrutar del eclipse lunar al aire libre.
Mi emoción crecía paso a paso y no tengo dudas de que todas las miradas estaban puestas en "ella", quien desde el cielo se empezó a ruborizar. La luna color sangre se adueñó de la noche, y puso magia en el firmamento.
Fue avasallador poder ver algo así, disfrutar del poder del universo. El viento helado no pudo borrar la sonrisa en mi rostro, mientras retrataba el momento. Nos acompañamos mutuamente toda la noche, hasta que desapareció del cielo la "Luna de sangre", pero lo que nunca desaparecerá, serán los recuerdos de este eclipse de mi mente.
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