Un bicho de escenario
12 Abril 2014
Parece incongruente definir como actor de teatro a quien tiene una de las filmografías más nutridas del cine nacional, y que incursionó con innegable solvencia en radio y en televisión. Pero a Alfredo Alcón se lo veía infinitamente más cómodo y a sus anchas sobre las tablas y bajo las luces intensas; establecía de la mejor manera ese diálogo con el público que, en la penumbra de la platea, palpita cada uno de los gestos y disfruta de los matices en las inflexiones de la voz del actor. Lograba ese milagro como pocos en la escena argentina. Era uno de los escasos actores nacionales capaces de recitar un texto clásico o de abordar extensos poemas sin caminar por la cornisa del ridículo. Cuando interpretaba los personajes de Shakespeare o recitaba a Lorca, el público no pensaba “bueno, pero nadie habla así en la vida real”, sino que cedía al magnetismo de esa voz y de esa figura. Por sobre todas las cosas, fue un artista humilde y generoso. Jamás cedió a la tentación de ventilar su vida privada en los medios y sólo accedía a entrevistas para hablar de su tarea profesional. Telón final. Ovación de pie. Bravo, Alfredo. Y gracias.

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