Falta de higiene en locales que sirven comidas

Falta de higiene en locales que sirven comidas

31 Marzo 2014
Existen claras y suficientemente conocidas disposiciones municipales que definen los recaudos higiénicos de observancia obligatoria para los restaurantes y casas de comida en general. Sin embargo, el panorama que cualquiera puede advertir en ese orden, indica que el cumplimiento de aquellas normas pareciera ser más bien una excepción que una regla, en nuestra ciudad.

En una enorme mayoría de los establecimientos, quien acierte a echar, por alguna rendija, una fugaz mirada al ámbito donde se preparan los alimentos y se acondiciona la vajilla, puede sentir de pronto ganas de abandonar el local sin arriesgarse a consumición alguna.

Esto por la antihigiene, general y visible, que afecta a esa parte del negocio que –comprensiblemente- no está a la vista directa del público. Antihigiene que se expresa en la forma descuidada en que se lavan platos, vasos y cubiertos, en el mobiliario, en las paredes, en el piso y hasta en la indumentaria de los que trajinan atendiendo los pedidos de los mozos.

Apreciar ese espectáculo, crea serios y justificados temores acerca de las consecuencias que puede aparejar, para la salud, la ingesta de alimentos que se elaboran rodeados por semejantes condiciones. Pero la zona de cocina no es la única que exhibe tan deplorables deficiencias.

Cualquiera que frecuente esos locales (como también los que sirven únicamente café y bebidas), comprueba que las instalaciones sanitarias muestran un marco deprimente.

Artefactos deteriorados o que no funcionan, y falta de esa limpieza constante que es forzosa en un baño público, son las notas más salientes. Por cierto que brillan por su ausencia el papel higiénico, el jabón líquido, las toallas de papel para secarse las manos, todo lo cual es obligatorio tener por ordenanza.

Se supone que estos negocios son objeto de periódicas inspecciones por parte de los organismos municipales. Inclusive, en las paredes suele estar pegada, con membretes, sellos y firmas, una constancia de que la verificación se ha realizado y sin detectar inconvenientes. Frente al cuadro real, parece obvio conjeturar que el inspector ha sido asombrosamente negligente.

No es la primera vez que hacemos estas puntualizaciones. Pero justifica su reiteración, el hecho de que el problema se mantiene sin modificaciones apreciables. Hay que recordar, una vez más, que la inobservancia de la higiene se refleja negativamente en la salud de la población. Un local donde lo que se come está preparado sin recaudos y servido en vajilla mal lavada, y donde los servicios sanitarios están sucios y destartalados, constituye sin duda una amenaza para la salubridad pública.

El Estado, por medio de la autoridad municipal, debe ejercer con todo rigor las amplias facultades que posee en ese orden. Así, las inspecciones deben ser realmente tales, además de frecuentes y detalladas; y corresponde que, comprobada la infracción, se apliquen fuertes multas, cuando no la clausura, sin miramientos, de aquellos locales que descuiden el estado de sus cocinas o de sus baños.

Una ciudad con la importancia de San Miguel de Tucumán merece que estos rubros se atiendan con una preocupación mucho mayor que la destinada hasta el presente.

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