Cada decisión es un nuevo aprendizaje

Cada decisión es un nuevo aprendizaje

No siempre es fácil tomar decisiones. Una especialista en terapia cognitiva explica que elegir implica, por lo general, renunciar, y a nadie le agrada hacerlo. Subraya la importancia de asumir con responsabilidad los efectos de las opciones que realizamos

Las decisiones forman parte de la vida. Desde que somos chiquitos nos encontramos en situaciones en las que tenemos que decidir. Y en el día a día de la vida adulta, la necesidad de tomar una decisión -tal vez doméstica tal vez existencial- aparece a cada rato.

No obstante esta práctica continua, no siempre es fácil tomar una decisión.

Tal es el caso de Facundo, un adolescente que cursa la escuela secundaria, y que tiene que decidir si sigue yendo a esa institución o va a otra.

Me voy o me quedo

Facundo tiene algunos problemas en el colegio al que asiste. Él siente que docentes y directivos lo hacen cargo de las travesuras que, si bien él también participa, comete todo el curso. Tampoco le gustan las burlas que le hacen sus compañeros, que lo llaman gordo.

Su mamá le ofreció cambiarlo de colegio. Pero, entonces, aparecieron las cosas buenas que tiene: hizo nuevos amigos que lo hacen sentir “en onda” y, además, allí va también su prima, que es mayor que él, y cuya presencia significa para Facundo una contención y una protección.

“El conflicto está puesto sobre la mesa y se le hace difícil tomar la decisión. En este momento, en la terapia, estamos intentando resolver la disyuntiva. Cada semana, Facundo pone en la balanza los pros y los contras de cada una de las posibilidades”, relata la psicóloga María Eugenia Farhat, integrante del Círculo Cognitivo del Jardín.

Levantar la autoestima

La profesional explica que con el adolescente está trabajando en reforzar su autoestima. “Estamos viendo el origen de sus sentimientos de inseguridad, que tienen que ver con sus historias más tempranas y no resueltas. Por lo tanto, tratamos de que Facundo se sienta seguro. de que se quiera primero a sí mismo, para que su decisión no se base en su necesidad de ser querido o aceptado por el otro. Apuntamos a que se acepte a sí mismo y, así, pueda relacionarse desde otro lugar con sus pares”, describe. Y desde ese lugar, por supuesto, cualquiera de las opciones que elija implicarán un hacerse cargo de las consecuencias.

“Si elige quedarse, tendrá que asumir un rótulo que lo acompaña (ser el “gordo” y el travieso) y hacer algo con ello, por ejemplo, encontrar de qué manera adaptarse mejor al colegio -continúa la psicóloga-. O se banca el sufrimiento o se planta con firmeza ante sus compañeros y ante sus docentes. Por eso es tan importante aumentar su autoestima. Y también la necesitará si se cambia de colegio, ya que deberá afrontar un nuevo comienzo y la ausencia de su prima”.

La profesional asocia las decisiones con las elecciones. “Hay un dicho que dice que elegir es renunciar, o sea que implica un duelo, una pérdida, y a nadie le gusta perder. Tal vez por eso sea tan difícil tomar una decisión”, explica.

Farhat advierte que elegir tiene que ver con la libertad y con la responsabilidad. “Elegir implica libertad para obrar. Pero hay que responsabilizarse de los actos que cada uno lleva a cabo. Ser responsables es ser capaz de dar respuestas, de hacerse cargo de algo o de alguien; es reconocer y aceptar las consecuencias de haber obrado de una forma y no de otra, una decisión que se tomó libremente”, describe.

Confiar en la intuición

Por otra parte, cuando una persona no asume la responsabilidad de tomar decisiones sobre su vida, corre el riesgo de que otros las tomen por ella. Es decir, que quedan a expensas de la voluntad de los demás.

Farhat destaca que hay personas que son más influenciables que otras. “Necesitan la opinión, la aprobación y el empuje de los otros antes de tomar una decisión. Algunos lo piensan demasiado, otros son más independientes. Otros son más impulsivos y lanzados”, añade. “En todos los casos -continúa- si bien hay datos concretos para analizar, es indispensable contar con la intuición, esa especie de vocecita interna que nos dice qué sería mejor para nosotros. No hay que tomarlo como una cuestión arbitraria o esotérica, porque la intuición está basada en la experiencia, y hay que tenerla en cuenta”.

No hay fórmulas

¿Qué se puede hacer entonces? No hay una fórmula perfecta para tomar decisiones.

“Siempre habrá un cierto porcentaje de posibilidades de que lo elegido tenga alguna contra. Sin embargo, es importante saber que todo camino transitado sirve para algo”, reflexiona la especialista.

La profesional enfatiza en la necesidad de “borrar de nuestro diccionario las palabras error y fracaso”, y pone de relieve que “toda elección debe servirnos de aprendizaje”.

“Sabiendo que lo único irreversible es la muerte, se puede elegir, cambiar de opinión, volver a elegir, darme cuenta de que esa no era el camino, retroceder y tomar otro rumbo... Las posibilidades son infinitas y, como dice el poeta (Antonio Machado), se hace camino al andar”, finaliza Farhat.

Opinión

CONSECUENCIAS

La dificultad para tomar decisiones genera diferentes problemas. Por ejemplo, la falta de control de su propia vida. La psicóloga María Eugenia Farhat (foto), del Círculo Cognitivo del Jardín, destaca que esto suele verse en aquellas personas que, por no hacerse cargo de las consecuencias de sus decisiones, terminan haciendo lo que sus padres o su pareja esperan de ellos. “La inhibición social también puede causar dificultad para tomar decisiones, pero no todas las personas a las que les cuesta decidirse son inhibidos socialmente. Algunos pueden ser totalmente extrovertidos e inclusive ser el payaso del grupo. Muchas veces el humor es una forma de evadir cosas serias, como tomar una decisión”, advierte. Asimismo, puede causar sentimientos de frustración o ser un obstáculo a nivel social o laboral cuando no se toman decisiones que podrían significar un crecimiento en esos ámbitos, según la especialista.

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