Historias de amor eterno

Historias de amor eterno

Riquelme, en Boca, y Cavenaghi, en River, dos ídolos que llegan al gran choque con antecedentes que ilusionan a sus hinchas.

Historias de amor eterno
BUENOS AIRES (Por Marcelo Androetto, especial para LG Deportiva).- Riquelme es Boca. Y ante River, Riquelme suele ser Juan Román, su mejor versión, o al menos un engranaje clave para vencer al eterno rival. Tanto, que el “Torero” jamás perdió un superclásico en La Bombonera.

Y tiene en su haber momentos memorables, como la noche del “Topo Gigio” dedicado a su hija Flor (en realidad, dirigido al entonces presidente de Boca Mauricio Macri, sentado en el palco oficial), en el festejo del segundo gol del 3-0 del Clausura del 2001 o, un año antes, el recordado caño a Mario Yepes contra la raya, la noche del gol de Martín Palermo “en muletas”, en el 3-0 por Copa Libertadores.

Pero además de sus tres goles oficiales y otros dos en amistosos frente a River, Riquelme fue determinante en muchos otros clásicos, como cuando asistió de tiro libre a Lucas Viatri para la victoria 1-0 en el Monumental en 2008, o en el último derby, cuando inició la jugada del tanto de Emmanuel Gigliotti para un nuevo triunfo a domicilio por 1-0.

Tiene lógica: el debut de Juan Román ante el “millo” no fue un día cualquiera. Ese 25 de octubre de 1997, en Núñez, ingresó tras el descanso en reemplazo de un tal Diego Armando Maradona, quien así se despidió de las canchas.

Hoy, a sus 35 años, el hombre de San Fernando afronta un nuevo superclásico, quizá el último de su dilatada carrera. En una semana previa blindada a las declaraciones para los futbolistas de Boca, fue el actual presidente, Daniel Angelici, quien se pronunció acerca del futuro del “Torero”: en junio, cuando expire su contrato, evaluarán su estado de forma y sus pretensiones económicas. Se sabe, la dirigencia hace tiempo que no lo quiere en un vestuario que arde por las internas.

Se sabe también, Juan Román, jaqueado por las lesiones y el paso de los años, no es el mismo de antes. Ya no desequilibra tanto y suele bajar su rendimiento con el correr de los minutos. Dueño de una visión de juego y una pegada privilegiadas, y campeón con Boca en 11 ocasiones, el capitán del barco de bandera azul y oro debe estar relamiéndose ante la posibilidad de volver a demostrar que no hay que darlo por muerto antes de tiempo, y menos frente a River.

BUENOS AIRES (Por Marcelo Androetto, especial para LG Deportiva).- De los que vestirán la banda roja, sólo él sabe lo que es ganarle a Boca en La Bombonera. Diez años después de su anticipo de cabeza a Diego Cagna en el área chica que dejó desairado al “Pato” Abbondanzieri, Fernando Cavenaghi rememora aquel gol y expresa su deseo: “ojalá podamos repetir. Sería un sueño”.

Nunca más River pudo cantar victoria en La Ribera desde 2004, con el 1-0 que el “Cavegol” festejó besando el escudo de su camiseta y golpeando su pecho. “Es inevitable recordar ese gol y ese partido, que demuestran la trascendencia de un Boca-River y todo lo que puede generar en la carrera de un jugador”, afirma en relación al grito que llegó a la salida de un córner de “Maxi” López y tras un cabezazo en el área de Claudio Husain. Desde entonces, mucha agua corrió bajo el puente de River y también en la vida del 9, de 30 años, quien vive su tercera etapa en el club de sus amores.

“Que cualquiera haga el gol. Yo quiero ganar”, agrega sobre el superclásico. El fuerte dolor que siente en el dedo gordo de su pie derecho -jugará infiltrado- no es obstáculo para que se lance a la búsqueda de un nuevo festejo frente al eterno rival, al que ya le marcó tres veces. Antes del más recordado, hubo otros dos: en un amistoso del verano 2002 (River 1-0) y otro de penal, en la Bombonera, por el Clausura 2003 (2-2).

Capitán y goleador de este irregular River versión 2014, Cavenaghi es el único entre los 18 jugadores del “millo” que puede calzarse con justicia el traje de “ídolo”. ¿Ahora tiene más obligaciones que 10 años atrás? “Siento la misma responsabilidad. Seas grande o chico, tenés que dejar todo por esta camiseta porque no la viste cualquiera”. Nadie puede dudar de su amor por ella. Llegó al club a los 12 años y vivió su adolescencia en la pensión del Monumental. Salió campeón tres veces en Primera, y una más en la B Nacional, cuando volvió para poner el hombro en el momento más difícil de la historia de River. Después, entre Passarella y Almeyda lo “fueron”.

En enero pasado, regresó otra vez. Y hoy, en rodeo ajeno, el “Torito” dará lo mejor de sí para actualizar su juramento de fidelidad eterna a los colores que corren por sus venas.

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