Nuevo cine y dogmas
PERFECTIBLE, PERO BUENA. Campanella elogió la Ley de Cine, de 1994. visiondelcine.com.ar PERFECTIBLE, PERO BUENA. Campanella elogió la Ley de Cine, de 1994. visiondelcine.com.ar
23 Marzo 2014
(Asher Benatar) - Cuándo vas al cine, ¿tu interior actúa como el de cualquier espectador?

(Juan José Campanella) - Aprecio cuando una película me hace olvidar que estoy viendo una película. Por ejemplo, Habemus Papam. Los primeros diez minutos me parecieron brillantes. Y después la película se desmorona, se convierte en una estupidez, no sé qué te pareció a vos. El Papa que se escapa, se mete en un grupo de teatro de aficionados y arma un campeonato de voley en el Vaticano. Una idiotez. En la época de Age y Scarpelli, grandes guionistas, con Gassman haciendo del Papa, esa historia sería un diálogo de una hora y media de religión e intelecto de sacarse chispas. Y acá terminó en una gansada. Como ese ejemplo hay cientos. Entonces me pregunto si el cine no habrá sido un arte del siglo XX. Me doy cuenta de que como espectador atravieso una crisis muy grande.

- Estás como Greenaway, que da al cine por muerto.

- Yo no digo que ha muerto. Tampoco el teatro murió, pero es obvio que en el siglo XV o XVI era una cosa y ahora es otra. Antes el teatro era todo, un fenómeno masivo.

- Era lo que precedió al cine.

- Exactamente.

- Y había teatros isabelinos que competían por el público. Y tenían sus adictos.

- Además había en cada pueblito un teatro, se hacían giras. (Termina de beber su café) ¿Empezamos?

- Es que ya estamos grabando.

- Adelante, entonces.

- ¿Creés que hay un nuevo cine argentino?

- Y… ya nos quedamos viejos con lo de “nuevo cine argentino”. A mediados de los 90 empieza a sentirse un aire fresco en el cine argentino. Venía de su peor momento, fines de los 80, principios de los 90, donde la producción se había volcado a lo peor de lo comercial. Y en los 90 se ve un adelanto, un poco por las escuelas de cine y otro poco por la Ley de Cine del año 94, que fue un antes y un después.

- ¿La ley te pareció tan buena?

- Sí, mucho, por supuesto que hay que mejorarla, aggiornarla y renovarla, pero es una ley que muchos países tratan de copiar. Y después de esa ley empieza a haber un cine muy variopinto. No le quiero atribuir un estilo como lo era el neorrealismo italiano o la nouvelle vague o los filmes alemanes del cine mudo, que tienen un estilo. Acá no hay un claro estilo que emerja pero sí hay una coherencia entre la historia que se cuenta y cómo se la cuenta, lo que era una novedad para nuestra cinematografía. Destaco Pizza, birra, faso, que es una película muy seminal del nuevo cine argentino pero que ya tiene casi 16 años.

- En los 60 también tuvimos un nuevo cine argentino.

- Claro, en el 60 con Antín, Kuhn, Kohon, Martínez Suárez.

- Era más intelectual, ¿no?

- Para mí venía más copiado de la nouvelle vague. Esto (el de los 90) es una cosa algo más genuina. Pizza, birra, faso, por ejemplo, está hecha casi como un documental, no porque no tuvieran guita sino porque la historia lo demandaba. Y tenés una película como La ciénaga, totalmente distinta en estilo y contenido, pero cuyo estilo está muy unido con la historia que cuenta. Estilo y guión, o guión y dirección, empiezan a estar casados estilísticamente, y eso me parece que es una reflexión que hace el director sobre lo que está filmando, que no es nuevo porque siempre existió en el cine argentino

- Hubo duplas también.

- Duplas también, de directores y guionistas. Pero esta generación rompió un poco con el cine que se venía haciendo en los últimos años. De ahí en más empieza una historia mucho más complicada, el término nuevo cine argentino se empieza a usar para cualquier cosa. Se entabla una guerra entre quienes son del nuevo cine argentino y quienes no, y aparece el Dogma 95 por otro lado, y se produce una disensión absurda que ahora creo que sólo sobrevive en algunos claustros, para decirlo finamente (reímos).

- ¿Hubo seguidores del Dogma?

- Algunos hubo, porque incluso ellos daban un sello de aprobación de Dogma, como un certificado de autenticidad. Había que mostrar la película para ver si reunía los requisitos de tal. Inclusive hubo un par de películas argentinas, los títulos no los recuerdo, que tenían el sello del Dogma. Pero yo no vi ninguna, ni siquiera La celebración, que todo el mundo elogia. Un dogma para hacer arte me parece un verso. Creo que Lars Von Trier es un mercader del cine que encontró una veta de comercio que es la de hacerse el artista y el transgresor.

- ¿Viste Anticristo?

- No, y no la voy a ver, no me interesa. La primera película que vi de él es Europa Europa. Tenía cosas interesantes. Después vi media hora de Bailarina en la oscuridad y dije “ya basta”. Otra clase de morbografía, neologismo que inventé para identificar al cine sangriento, mostrando las heridas entrando hasta el mango del cuchillo. Me parece que Von Trier filma trucos, efectos. Todas sus películas están pensadas desde cómo la vendo o desde cómo provoco escándalo.

- Alabar a Hitler, por ejemplo.

- De eso creo que se arrepintió en serio porque casi le cuesta Cannes, cosa que no va a largar por ninguna convicción política ni creativa que tenga en su carrera, porque ese hombre sin Cannes se muere, se pega un tiro mañana.

© LA GACETA

PERFIL

Juan José Campanella nació en Buenos Aires, en 1959. Desarrolló parte de su carrera cinematográfica en los Estados Unidos, trabajando en series como La ley y el orden: Unidad de víctimas especiales, House y 30 Rock. En la Argentina realizó varios largometrajes que le merecieron numerosos premios, como El mismo amor, la misma lluvia (1999), El hijo de la novia (2001), Luna de Avellaneda (2004), y El secreto de sus ojos (2009), ganadora del premio Óscar de la Academia de Hollywood como Mejor película en lengua no inglesa en 2010. Metegol (2013) es su última película.

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