El control, en terapia
Hace una semana, la sala de Terapia Intensiva del Hospital Padilla se llovió. Se le cayó parte del techo y varios pacientes tuvieron que ser trasladados. ¿Por qué ocurrió esto? Nadie lo dice. Se trata de una obra nueva, licitada en 2007, que incluyó la remodelación de guardias, “shock room”, sala de observación, pasillo técnico, consultorios externos de emergencias, sala de espera con baños, farmacia, área de transplantes y toda una sección de diagnóstico por imágenes, con resonador magnético nuclear y un tomógrafo, según mostraron el director y el subdirector del hospital a LA GACETA el 12/9/13. Trabajos que justificaron la orgullosa descripción del gobernador José Alperovich el 9 de enero, cuando dijo que “día que va pasando uno en el Gobierno ve en qué estado estamos dejando todos los hospitales, que estaban destruidos. Prácticamente están nuevos”.

Pero esta obra nueva se llovió. Esta contradicción que nadie explicó -el director del hospital, Carlos Montero, sólo describió el martes pasado cómo se habían trasladado los pacientes a terapia intermedia y a otras instituciones, y dijo que se estaban haciendo las tareas de reparación- había sido la base de una publicación de LA GACETA cuando la sequía reinaba en la provincia y no había lluvias que mostraran el problema. Con el título “Silencio Hospital”, el 14/9/13 el periodista Álvaro Aurane describió la confusión administrativa y de control de la obra, que había sido entregada y declarada como terminada por el Gobierno en junio de 2011 pero objetada por el Tribunal de Cuentas cuatro meses después. Se trataba de una obra que, bajo responsabilidad de la Dirección de Arquitectura y Urbanismo (DAU), fue adjudicada mediante licitación privada a la empresa GAMA SRL por $ 16,6 millones, a lo que se agregaba una autorización a la Secretaría de Obras Públicas a invertir hasta $ 3,3 millones en “Adicionales e Imprevistos”, más otros $ 830.000 para “Gastos de Inspección”.

La DAU aprobó la recepción definitiva de la obra el 17/6/11. Pero en septiembre dos ingenieros fiscales del Tribunal de Cuentas informaron que faltaban obras por $ 2,7 millones. Entre ellas, la impermeabilización del techos del Hospital, que el entonces director de la DAU, Miguel Angel Brito, intentó llevar a cabo mediante resolución 1544/D del 19 de diciembre de 2011; pero el Tribunal de Cuentas se lo impidió en febrero de 2012, aduciendo que debía ser la empresa GAMA SRL la que tenía que hacer ese trabajo.

Cuando LA GACETA publicó todo ese galimatías en 2013, los trabajos ya estaban hechos. El representante técnico de la empresa GAMA SRL, Jorge Garber, le dijo al periodista Aurane que tenía Certificado Final. Pero no explicó lo que había ocurrido. “A la investigación periodística hágala usted”, le dijo.

Han pasado cinco meses. Nadie movió un dedo. Pero ahora, con el cielo raso caído, el legislador radical Ariel García pidió interpelar al secretario de Obras Públicas, Oscar Mirkin, y presentó un informe con obras no realizadas que incluyen desprendimientos por lluvias anteriores y humedad en cielos rasos de terapia intensiva, filtraciones y fisuras en la construcción, entre muchos otros detalles. Una fuente consultada dijo que el problema está en que la azotea tiene defectos de construcción porque los planos del Siprosa estaban mal hechos y que la empresa los ejecutó así, los cobró y se negó a hacerlos de nuevo. Por ese motivo -dijo otra fuente- cuando comenzaron las lluvias fuertes de este comienzo de año, el Gobierno intentó hacer otro techo encima de la losa problemática.

¿Y el control? Cero. Tuvo que ser la lluvia la que destapara la contradicción. Pero aún así los funcionarios se quedaron callados. La plata ya está gastada: por suerte para ellos, no se cayó la losa y no hubo una tragedia. Se dirán que, por suerte, sólo se desprendieron partes de cielo raso y apenas les llovió a los pacientes. A ellos -funcionarios, Tribunal de Cuentas y fiscales que deben actuar de oficio- ni se les mojó la conciencia.

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