“Un poquito tarada”: la juventud post 2000

“Un poquito tarada”: la juventud post 2000

AUTOR. Dani Umpi posa delante de un negocio cerrado. FOTO TOMADA DE CLARIN.COM.AR AUTOR. Dani Umpi posa delante de un negocio cerrado. FOTO TOMADA DE CLARIN.COM.AR
25 Febrero 2014
En su cuarta novela -a la venta en Tucumán- el escritor y músico uruguayo Dani Umpi traza un fresco costumbrista de chicos y chicas post 2000 de veintitantos. Ellos no saben qué quieren -ni les interesa- pero por las dudas fotografían todo y lo suben a la red, hacen abuso de las selfies (autorretratos), captan paisajes “instagrámicos” y juegan a ser soberanos de la noche. Son la gran tribu extinta del fotolog, el inicio de una estética y de un modo ya estandarizado.

Pero “Un poquito tarada” (Planeta) se centra especialmente en una chica que toma nombres prestados mientras cruza fronteras que van desde San Pablo, en Brasil, pasando por Villa Ballester, Punta del Este, Santiago de Chile y Pocoata, en Bolivia, hasta los casinos de Las Vegas. Esos periplos raros y salvajes tienen un solo objetivo: encontrar a su padre y, por qué no, la propia historia trunca.

En el medio, el autor de “Miss Tacuarembó” presenta a una secta con poderes electromagnéticos, fieles estafados, mujeres abandonadas, mensajes del más allá, los arcanos del tarot, el reviente nocturno, la sexualidad antojadiza, la música electrónica como telón de fondo y los porros en la estación de tren, en un cóctel urbano que se toma de un tirón.

Basada en “El loco”, el arcano del tarot que explora nuevos territorios y cruza fronteras ligero de equipaje, el autor quería que su protagonista generara rechazo. “Después quedó muy humana. Representa esa carta aunque en un tono más frívolo. Toma otras personalidades. Quiere encontrar a su padre, pero lo hace de una manera totalmente psicótica”, explicó Umpi.

Con un estilo que invoca a la estética techie, una docilidad desprejuiciada en las palabras y una voz sin límites que todo lo subestima y que se regocija en sí misma, Umpi también retrotrae al lector -aunque le parezca “grande”- a una suerte de Manuel Puig posmoderno que usa el registro oral, que se inclina por los universos femeninos y que mezcla la estructura narrativa.

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