El club de los perdedores ambiciosos

El club de los perdedores ambiciosos

Irving Rosenfeld y su amante, Sydney Prosser, componen una pareja de estafadores obligados a colaborar en una operación del FBI. La intromisión de la esposa de Irving y la ambición del agente a cargo del caso van complicando la trama, en la que llegan a mezclarse políticos de renombre y capos de la mafia.

Todo es kitsch, decadente, de escasa monta en “Escándalo americano”. Ese es un mérito de David Russell: encontró el tono justo para contar esta historia anclada (en parte) en un caso verídico. Russell rescata y expone al Estados Unidos de la segunda mitad de los 70, una sociedad aturdida por la doble crisis, económica y política, con el fantasma del renunciado Nixon todavía flotando por ahí. Un ámbito ideal para la proliferación de personajes tan codiciosos como Irving Rosenfeld (Christian Bale), el tintorero devenido estafador que encuentra su alma gemela en Sydney Prosser (Amy Adams). Él con su peinado ridículo para ocultar la calvicie y ella con escotes descomunales y un acento británico más que dudoso sueñan con la grandeza mientras se prueban sacos y vestidos abandonados en la trastienda del negocio.

Russell inserta en la trama a Bradley Cooper, en el rol del ambicioso agente del FBI que apela a las permanentes caseras para mantenerse a la moda, y a la enorme Jennifer Lawrence. El pasaje en el que ella canta “Live or let die”, de Paul McCartney, cepillo en mano, vale su participación en la película. Cooper y Lawrence venían de protagonizar “El lado luminoso de la vida”, opus anterior de Russell. Nada se pierde. Completa el combo Jeremy Renner, en la piel del político neoyorquino de jopo imposible que cae en todas las trampas.

En ese mundo de perdedores consuetudinarios, pinturas falsas, maquillaje excesivo y la fiesta como refugio ante la mediocridad, los más serios y creíbles son los mafiosos, con Robert De Niro (haciendo de Robert De Niro, por supuesto) a la cabeza. De fondo sobrevuelan Elton John y “Yellow brick road”.

Son 10 las postulaciones al Oscar que recogió “Escándalo americano”, cuento que halla sus momentos más felices cuando abreva en los pasos de comedia. La violencia y la solemnidad no cuadran en este universo de personajes bien desarrollados y mejor actuados. Tan indefendibles como queribles. Russell conduce su relato con habilidad; del resto se encargan los protagonistas.

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