Miles de años de insolencia juvenil

Miles de años de insolencia juvenil

Cuentan que el médico inglés Ronald Gibson (1909-1989), quien fuera presidente del Consejo de la Asociación Médica Británica, comenzó una conferencia sobre conflictos generacionales citando cuatro frases:

- “Nuestra juventud gusta del lujo y es maleducada, no hace caso a las autoridades y no tiene el menor respeto por los de mayor edad. Nuestros hijos hoy son unos verdaderos tiranos. Ellos no se ponen de pie cuando una persona anciana entra. Responden a sus padres y son simplemente malos”.

- “Ya no tengo ninguna esperanza en el futuro de nuestro país si la juventud de hoy toma el poder, porque esa juventud es insoportable, desenfrenada, simplemente horrible”.

- “Nuestro mundo llegó a su punto crítico. Los hijos ya no escuchan a sus padres. El fin del mundo no puede estar muy lejos”.

- “Esta juventud está malograda hasta el fondo del corazón. Los jóvenes son malhechores y ociosos. Ellos jamás serán como la juventud de antes. La juventud de hoy no será capaz de mantener nuestra cultura”.

Gibson esperó a que se acallaran los murmullos del público, que comentaba lo expresado con aprobación, y entonces reveló el origen de dichas citas: “La primera frase es de Sócrates, que vivió del 470 al 399 antes de Cristo. La segunda es de Hesíodo, pronunciada el año 720 antes de Cristo. La tercera es de un sacerdote, que vivió 2.000 años antes de Cristo. La cuarta estaba escrita en un vaso de arcilla descubierto en las ruinas de Babilonia (actual Bagdad), con más de 4.000 años de existencia”.

Queda claro que los conflictos generacionales no son cosa exclusiva de nuestros tiempos, y que los mayores siempre se horrorizaron al imaginarse un mundo manejado por los jóvenes.

En el plano más íntimo, el del hogar, hoy y hace 4.000 años, con distintos matices, a algunos padres parece que se les viniera el mundo encima cuando tienen que afrontar situaciones que provocan sus hijos, en especial los adolescentes, algunos de los cuales parecieran esmerarse en protagonizar acciones que descolocan a sus progenitores.

Salvo excepciones, los hijos suelen resistirse a capitalizar para su provecho la experiencia que hayan acumulado sus padres ante determinadas situaciones. Salvo excepciones, los hijos siempre parecen más inmanejables e insolentes que sus padres. Miles de años de historia humana lo confirman.

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