Ojalá les queden ganas de volver

Ojalá les queden ganas de volver

Del otro lado de la baranda del puente se extiende una alfombra grisácea y dudosa que arde bajo el sol. En algunos puntos se levantan columnas de humo. Más allá, un par de caballos flacos se mueve cerca de un grupo de chicos que revuelve esa superficie. No hace falta respirar el aire caliente del ambiente para adivinar que las protagonistas principales de esa situación son las toneladas innumerables de basura que se descomponen en una infernal jornada de verano.

Más tarde o más temprano, las cámaras de Google Street View registrarán un paisaje similar al del párrafo anterior (una descripción de los alrededores del puente Barros, camino al aeropuerto), esas fotos subirán a la web y le presentarán Tucumán al mundo. Los responsables de Street View en Argentina aseguran las cámaras fisgonas dejarán la provincia recién cuando hayan registrado todas sus ciudades. Y entre los muchos motivos de orgullo que serán fotografiados y que luego alimentarán Google Earth y Google Maps, sin dudas habrá otros que causarán vergüenza. Entre ellos, los accesos a San Miguel de Tucumán.

Es que parece que Tucumán no sabe recibir a los turistas. Así lo sugirieron Paula Gauna y Emiliano Martínez, que arribaron desde Buenos Aires con la intención de visitar los puntos históricos de la ciudad y luego descansar en Tafí del Valle. “Llegamos en avión y vimos muchos basurales desde el taxi”, le dijo él a LA GACETA (edición de TUcumanos del 20/01). Este pequeño testimonio quizás sirve como ejemplo de la primera impresión que se llevan miles de personas que año tras año eligen la provincia como lugar de descanso o para hacer negocios.

Se trata de un problema que excede la promoción turística: es indiscutible que los fines de semana Tafí del Valle explota (el sábado y domingo pasado la ocupación fue casi total, según datos del Ente Tucumán Turismo). Eso está muy bien. Pero la idea no es sólo que los turistas vengan, sino que vuelvan y que contagien a otros las ganas de viajar hasta acá. Y ahí entran en juego otros factores.

Los municipios de San Miguel de Tucumán, de Banda del Río Salí, de Alderetes; Vialidad Nacional y Vialidad de la Provincia se reparten la responsabilidad de una de las grandes vergüenzas tucumanas: el acceso a la capital. Basurales eternos en un contexto de marginalidad y pobreza extrema; pastizales que reducen la visibilidad y potencian la inseguridad; baches que se multiplican y amenazan con romper autos y causar accidentes. Quienes lleguen a la ciudad desde el aeropuerto (tras soportar la insistencia descontrolada de los taxistas), desde el este o desde el sur, o quienes circulen por la autopista de Circunvalación -que está siendo renovada en un tramo- serán recibidos por estos paisajes tristes. Será la primera impresión que se llevarán y ojalá que no sea la última.

Parece que toda la atención está centrada en el tramo de la ruta 307 que une Acheral con Tafí del Valle. Su renovación está a punto de terminar y recibe mantenimiento permanente. Eso está muy bien: ocho de cada 10 turistas que llegan a Tucumán la transitan.

¿Y el resto de ese camino? Desde El Infiernillo hasta Amaicha del Valle da lástima. Y ese trayecto de alrededor de 30 kilómetros también es un acceso a Tucumán. Quienes llegan por la ruta nacional 40 desde Salta se encuentran con una vía provincial (la 307) angosta, casi sin señales, con más baches y pozos que sectores sanos, y con pocas banquinas.

Pasan temporadas turísticas de verano y de invierno, y la situación no se modifica ¿Será que quienes vivimos en la provincia estamos tan acostumbrados a estos paisajes de desidia, ausencia del Estado e irresponsabilidad que ya no nos molestan? Seguramente aquellas personas que eligen gastar su dinero en Tucumán no piensan de la misma manera. Ojalá vuelvan.

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