El celular, el tercero en discordia

El celular, el tercero en discordia

"¿Quién te escribe a esta hora?", preguntan los desconfiados. El teléfono genera celos, a veces infundados y otras, con toda la razón.

LA GACETA / FOTO DE ANALÍA JARAMILLO LA GACETA / FOTO DE ANALÍA JARAMILLO
24 Noviembre 2013
Siete años de novios no fueron suficientes para cumplir con la premisa de la confianza. No. Ella, cada vez que dudaba, le pedía a él su teléfono para revisárselo de pies a cabeza. "A veces le tenía que dejar el celular una semana para que esté tranquila, me controlaba todo. Tenía que borrar los mensajes todo el tiempo, el historial de WhatsApp. Cada dos días le cambiaba la contraseña a Facebook...", cuenta Martín, de 28 años. Y sí, admite que cuando uno está enamorado hace cosas que ni se imagina.

¿De dónde salía esta desconfianza, que tenía como objeto fetiche el celular y las infinitas conexiones que con él se pueden lograr? "El celular es un generador de ansiedad paranoide, eso está claro, porque es un elemento que permite estar afuera de la pareja aún cuando la otra persona esté a tu lado", explica el psicólogo Arturo Gómez López, especializado en terapia de pareja. Él define al celular como un "tercero inevitable" en las relaciones amorosas actuales: por un lado, porque constituye una burbuja privada en la que la persona de al lado no puede entrar, entonces genera sospechas. Pero al mismo tiempo porque es un aparato capaz de facilitar un romance fugaz, aunque sea virtual.

Tanto se han enredado los celulares en nuestras sábanas que, según un estudio publicado por la revista CyberPsychology Behavior Journal, Whatsapp y Facebook ya han provocado 28 millones de rupturas de parejas.

Pero la culpa, nuevamente, no la tiene la tecnología. "El problema es que la palabra ha perdido valor, la confianza se ha debilitado. El celular es una 'propiedad privada' que se supone que el otro no tiene que violar, pero hay mucho boicot a esa regla. Y hay una paradoja: porque al tiempo que permite controlar, también es un generador de desconfianza", señala el especialista. Él, en su consultorio, ha visto cosas desopilantes: "desde mujeres que le roban el chip a su pareja para ver quién llama hasta personas que le han pagado a alguien para que le pinchen el teléfono".

Martín jura y perjura que en su caso él no hizo nada. Lo que se comprobó más tarde es que el generador de desconfianza no eran sus chats con el teléfono, sino la cola de paja. "Una vez nos desencontramos, era Navidad, y no pude pasar a buscarla. Estábamos mandándonos mensajes y ella me había dicho que ya fue, que nos viéramos otro día. Se hacía la enojada. Entonces la llamo y al parecer el teléfono se atendió solo. Escuché toda la conversación con sus amigas, en la que ella les preguntaba si estaba linda, porque estaba a punto de pasarla a buscar un pendejo. Me puse como loco y fui a la casa, le toqué el timbre. Cuando me vio se puso blanca, parecía que había visto un fantasma", se acuerda, ahora con gracia, este joven que puso punto final a su relación en ese mismo momento. "Al día de hoy me sigue mandando mensajes, yo no quiero saber nada. Ahí entendí por qué me perseguía tanto", confiesa.

"¿Con quién hablás tanto?", "¿Quién te manda mensajes a esta hora?", "¡Me tenés harto con ese teléfono!" son reproches que se han vuelto cada vez más comunes. Y las sospechas, fundadas o infundadas, son capaces de destruir algo que ya estaba debilitado. "En el 80% de los casos, tanto hombres como mujeres están hablando tonterías con los amigos, mientras su pareja piensa que están 'histeriqueando' con alguien. La duda es siempre más dañina que la certeza. Cuando alguien está completamente seguro de que lo están traicionando, porque lo vio, por ejemplo, es capaz de tomar una decisión: o terminan ahí o negocian la continuidad. Pero la duda es veneno", finalizó.

En primera persona

"Vení, buscá ese teléfono y desaparecé"

"Estaba saliendo con una chica hacía unos meses. Una noche nos vamos a su casa, dormimos juntos y a la mañana siguiente decidimos que íbamos a almorzar juntos. Me voy a mi casa a bañarme y en el camino me doy cuenta de que me había olvidado el celular en la cama de ella. Me persigo, porque tenía chats con otras chicas... pero pensé que no iba a ser capaz de revisármelo. Error. Me conecto a Face y tenía un mensaje de ella: 'venía a buscar tu teléfono de m... y desaparecé'. ¡Me estaba esperando en la puerta!". Matías (músico, 28 años).

"Dios bendiga a los mensajes de texto"

"Lo que nos arruinó todo es el maldito WhatsApp y su opción 'Última conexión', que hace visible a qué hora mandaste por última vez un mensaje. Un amigo sale una noche y su novia se queda (porque quería). Le escribe: ¿con quién te mensajeás a las 3.30 de la mañana, no saliste con tus amigos? Ante eso, él desactiva la delatora Ultima conexión. ¡Pero fue peor! Porque el escándalo fue: ¿qué me estás ocultando, por qué desactivás esa opción? Como sea, con ellas siempre hay bardo. Eso no pasaba con los SMS". Silvio (diseñador gráfico, 25).

Chicas espía

"Una vez mi novia me agarró el teléfono y encontró un chat con un amigo. Hablábamos de chicas, de lo buena que estaba tal, de la última película XXX que habíamos visto... Nada más. Como era un chat largo, se envió toda la conversación por mail y la leyó detalladamente, con tiempo. Una verdadera espía creada por los teléfonos celulares. Fue un tremendo bolonqui, pero era solamente una conversación de changos que ella nunca debería haber leído. Más que bronca sentí vergüenza por todo lo que había leído: una conversación de hombres babosos". Carlos (programador, 28)

"Todos mis problemas son culpa de este teléfono", renegó juan, pero igual se las rebuscó para seguir con la suya

"Todos mis problemas son culpa del celular", dijo "Juan" y estrelló su equipo varias veces contra la pared. El problema no es que sea un "pirata", sino el teléfono. A la historia la cuenta Sofía, una joven de 26 años que la vivió muy de cerca: "Juan estaba casado, tenía 33. Fue hace pocos meses. Éramos compañeros de trabajo y el me venía mandando mensajes hacía rato, chamuyándome. Una noche nos encontramos en una fiesta muy elegante de un amigo. 'Juan', que ya estaba borracho desde que había llegado, me mandaba todo el tiempo mensajes del tipo 'te amo, estás hermosa'. Y yo sólo le decía que la corte. Sabía que estaba todo mal con su mujer, pero igual no daba. Se pone muy, pero muy borracho y lo llevan a su casa. Cae muerto en la cama y su mujer le agarra el teléfono. A la media hora me estaba llamando ella diciéndome que no me meta con su marido, ¡pero estaba clarísimo que el que tiraba onda era él, no yo! El histeriqueo siguió, me pidió que cambie mi foto de perfil y que ponga la de un hombre o la de un caballo. Después me pidió que conversemos a través de otro teléfono que yo tengo, y él tenía ese número anotado en un papel con la inscripción 'psicóloga'. Fue muy loco todo lo que pasó". Carla (administrativa, 26 años).

Un fantasma: "Lo leíste y no me contestaste"

La revista CyberPsychology definió una nueva "patología": el síndrome del doble tilde (o doble check, en inglés). Hace referencia a los problemas conyugales que trajo el mensajero WhatsApp ya que la mayoría de los usuarios piensa que la doble tilde que aparece tras enviar un mensaje significa que el destinatario lo ha leído. El año pasado, WhatsApp aclaró que una tilde significa "enviado" y dos, "entregado". Según la prestigiosa revista, este "síndrome" ha roto millones de parejas.

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