Sórdida lucha por la sucesión de José

Sórdida lucha por la sucesión de José

 LA GACETA / FOTO DE DIEGO ARAOZ LA GACETA / FOTO DE DIEGO ARAOZ
Antes de la medianoche del domingo 27, el César de aldea ya tenía la certeza de que su buena estrella comenzaba a apagarse. La imposibilidad de estirar su inquilinato más allá del veinte quince -como era su más caro anhelo-, saltó del fondo de las urnas. Con dos años por delante de la mutación del poder, puertas adentro del peronismo, como en su gajo alperovichista, se desató una pelea sórdida por la sucesión. Por ahora, larvada. Alperovich tiene una lectura cruzada y errónea de la última jornada comicial, producto del autismo en el que vive, por contagio del cristinato. En su terquedad no admite el revés sufrido, y se esfuerza en presentar ante la sociedad como un triunfo numérico lo que, en verdad, es una derrota política sin precedentes. La peor de todas en su década de gestión, porque tuvo, como siempre, los fierros del poder a su disposición.

Lo mismo hizo la Presidenta en el ámbito nacional. Convaleciente y aislada en Olivos, mal supone que ella se salvó de las esquirlas del domingo negro por no haber participado -al final- de la campaña de Martín Insaurralde. Hoy, los talibanes que la rodean buscan culpables del tropezón en tierras bonaerenses, sin mirarse el ombligo. En la vastedad de esas pampas y en la densidad del conourbano, Sergio Massa revolcó con más de 10 puntos de diferencia al favorito de Cristina. El tigre bonaerense, en 24 horas, dio una vuelta de campana a la política argentina. Pese al desastre en los principales distritos, la orden bajada por ella -dicen- fue salir a festejar. ¿Qué?

Es así como se vio a Amado Boudou encabezando una grotesca comparsa, que desbordaba euforia por sus poros. Nadie en el país entendía nada esa noche. El premio consuelo es haber mantenido la mayoría en el Congreso, por ínfimo margen, olvidando que más de cuatro millones de almas le dieron la espalda.

Aquí, en la comarca, como robots automatizados, con forzadas sonrisas detrás de las que no disimulaban el rictus del desánimo y la bronca contenida, la pareja feudal, con Juan Manzur y Osvaldo Jaldo como coreutas, más su cohorte de adulones, ofrecían por TV un espectáculo deplorable a la medianoche del 27. A sabiendas, se engañaban a sí mismos. Surrealismo subtropical en estado demencial, que se llama.

La aritmética podrá decir que Alperovich (el contendor real) obtuvo mayor cantidad de sufragios que el senador Cano, y fue el ganador. Y así es. Pero cuando se escarba y desmenuzan las consecuencias del veredicto popular, se advierten los lonjazos que recibió en el lomo. Con el revés a cuestas, empezó a cruzar el desierto hasta la hora del adiós, sin saber a quién ungirá como heredero. Su esposa y senadora, seguramente, se entusiasmó al leer que la cónyuge de Gerardo Zamora será la candidata a gobernador en Santiago del Estero, en reemplazo de su marido. A éste la Suprema Corte Nacional le cerró el paso al tercer mandato. Betty Rojkés sueña con lo mismo, pero su consorte es su mayor opositor, se comenta en el microclima de la pareja.

Zamora, un radical travestido, seducido por el canto de sirenas K, se las ingenió para burlar la sentencia judicial e instaló a su mujer, Claudia Ledesma Abdala, repitiendo la alternancia matrimonial que ya había aplicado el dúo patagónico. ¿Va camino de reeditar la satrapía de Carlos Arturo Juárez, quien con Nina Aragonés aterrorizó la provincia con mano de hierro durante medio siglo? El doble crimen de La Dársena, que sacudió el país, los expulsó del poder. Esa nefasta experiencia de nepotismo autoritario, ¿tiene ahora un nuevo brote con la propia esposa del santiagueño? Un cambio que no cambia nada, con una candidatura concebida en la alcoba, y con un manejo del poder de doble comando, de entrecasa y en pantuflas.

Tucumán, también, exhibe tóxicos entrecruzamientos sanguíneos de este tipo por decenas, entre padres e hijos, hermanos, primos, matrimonios y otras yerbas. Los mellizos Orellana, en el feudo de Famaillá, son un ícono. Hay ejemplos al por mayor.

No sin dolor, Alperovich tendrá que dejar el sillón de Lucas Córdoba en 2015. Por su ceguera política resta importancia a la pérdida de un diputado y en esa tesitura se mantiene obcecado. En la vereda opuesta, el 2 a 2 para Cano es una hazaña homérica, que celebró como una victoria.

Un miembro menos en la Cámara baja significa un problema para Cristina. Contada la tropa propia y los aliados tiene apenas tres parlamentarios por encima del quórum: 129, además de los que se sumarán al éxodo. Se resfría uno o dos de la bancada oficialista, o llega tarde un avión con diputados del interior, y el oficialismo tendrá sofocones en el recinto.

Si se traspolara, en un ejercicio hipotético, el resultado del domingo 27 a los comicios provinciales de 2015, se tendrá una idea cabal del sopapo que fue para a Alperovich. Sólo en la Capital, el Acuerdo Cívico y Social ingresaría 9 legisladores, el mandamás 8 y Bussi 2. Mientras el crecimiento de Cano, en votos totales, fue de 117.000, el zar llegó a 43.060. ¿Es o no un traspié para él?

De nada sirvió la obscena distribución de bolsones con alimentos, con el juez electoral Daniel Bejas consintiendo el delito electoral, ni la plata en mano comprando voluntades en un acto que más denigra a quien daba el dinero que quienes lo recibían por necesidad. El chicotazo en la Capital fue mucho peor que en las primarias, al igual que en Yerba Buena. Con los 30.000 votos más que impetraba, el zar supuso que retendría los tres pupitres. Se equivocó.

En cambio, Cano con el pregonado voto útil metió en las urnas 117.000 papeletas más, sin repartir bolsones de la vergüenza, que costaron 15 millones de pesos sacados descaradamente del bolsillo de los tucumanos. El senador estuvo por arriba de 300.000 unidades en la provincia, nunca logradas por la UCR y sus socios. Si a esto Alperovich no lo toma como un duro revés, ¿qué es, entonces?

El jefe del radicalismo sabe que ahora es posible alcanzar el sillón de Lucas Córdoba en la primavera del 2015. No será tarea fácil, porque conoce, también, que no todo el volumen de adhesiones conseguidas tiene el sello radical. Hubo votos prestados y otros en alquiler del peronismo protestatario y del alperovichismo con las ilusiones apagadas. Pero igualmente tuvo el aporte caudaloso del electorado independiente, con sus anchas franjas de la clase media que fueron fundamentales en su crecimiento. Si no asumiera el cargo para el que fue electo, defraudará a la gente y habrá perdido una oportunidad que, acaso, no se repita más en su fulgurante carrera. Para pensarlo con y sin la almohada.

Aunque están cerrados los grifos a un nuevo mandato -Alperovich ya lo admitió públicamente-, la veintena de legisladores del palo que dormirán a la intemperie al concluir la actual gestión, ya comenzó a presionar sobre su patrón. Buscan, desesperadamente, la manera de instrumentar la reforma. Alperovich no come vidrio. Podría sacar la ley en un santiamén, pero intuye el peligro de una nueva derrota en las constituyentes, ante el hastío de la sociedad de convalidar su continuismo. Los legisladores paniaguados están aterrorizados de que se evapore la pitanza non sancta de la que hoy disfrutan a manos llenas.

Se viene una lucha impiadosa dentro del peronismo por el delfinato. La primera anotada es la senadora Beatriz Rojkés. Si la mujer del santiagueño Zamora -cavila, seguramente, en su intimidad- puede, ¿por qué ella no? Desde tiempo atrás viene remando en esa dirección, con el ministro político, Edmundo Jiménez, a cargo del operativo. Se mueve por el interior atando compromisos con dirigentes con tropa. Otro es el electo diputado nacional Juan Manzur. Cuenta con el apoyo del mandamás y el respaldo logístico de la Legislatura, pero su tarea en las dos elecciones como recolector de votos, no fue feliz. Ergo, no es recomendable para tirar el carro del alperovichismo residual. Osvaldo Jaldo, al parecer, fue dejado de lado entre los precandidatos, pero si él no fuera el elegido de Alperovich, estaría dispuesto a dar batalla a su compañero del pírrico triunfo.

En la gatera acecha el intendente Domingo Amaya con demostrado dominio territorial. Aspira a concentrar en sí el kirchne-cristinato tucumano y al peronismo en dispersión. Hay, además, dos magistrados del fuero federal que miran con cariño la banda del poder para cuando dejen sus conchabos. Pero también ficha un ex presidente de la Corte Suprema Provincial, retirado hace años, y Antonio Estofán, recientemente eyectado de ese sitio al que tanto amor le tomó. Con el correr del tiempo la lista engordará. Ante ese panorama de un peronismo fragmentado por las ambiciones, a Cano se le presenta una oportunidad única.

En la incipiente liga de gobernadores K que comenzó a armarse tras la derrota, el tucumano nunca fue invitado. Se lo considera un sapo de otro pozo. Además, no es fiable por su transfuguismo congénito. Para la Presidenta, el 27 fue un día muy triste por partida doble. Convaleciente, en la soledad de Olivos -sus hijos habían viajado a Río Gallegos a votar- tuvo que recibir el más duro mazazo político de su rutilante carrera, coincidente con el tercer aniversario de la muerte de su marido. Una cruel convergencia del destino.

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