Cano y Alperovich, en la pelea más taquillera

Cano y Alperovich, en la pelea más taquillera

Son dos mujeres las únicas con posibilidad a acceder a la cuarta banca. Una, de la UCR; la otra, de La Cámpora.

 LA GACETA / FOTOS DE JORGE OLMOS SGROSSO - HECTOR PERALTA (ARCHIVO) LA GACETA / FOTOS DE JORGE OLMOS SGROSSO - HECTOR PERALTA (ARCHIVO)
El de hoy, para Tucumán, no es un día más. Con la consulta popular no sólo se da cumplimiento a un ritual de la democracia. Se trata de una jornada trascendente. De valor superlativo. Va mucho más allá de la mutación periódica de la Cámara de Diputados que determina el calendario electoral. La sociedad, esta vez, se halla en una coyuntura histórica única e irrepetible con la opción de expresar su voluntad de remover un gobierno autocrático o, bien, mantener su actual estatus, según sus amores o desamores ideológicos. En el ámbito nacional pasa otro tanto. Merced al sistema republicano, la tucumanía dispone del voto como palanca de cambio, mediante el cual no sólo elige los representantes de su preferencia, sino valora, asimismo, de manera directa el desempeño de sus gobernantes.

Se dirá qué puede alterar la renovación de cuatro diputados nacionales, en el caso de Tucumán, signado por el autoritarismo feudal. Mucho. El oficialismo, después del cimbronazo del 11 de agosto, se asustó y accionó la maquinaria del Estado, poniéndola al servicio del partido gobernante, para revertir el revés. El juez federal, Daniel Bejas, con competencia electoral, declaró en una conferencia que dio en Banda del Río Salí que el reparto de bolsones con alimentos es un delito electoral. Sin embargo, Alperovich con total descaro, sin importarle burlar la ley como siempre, los distribuirá especialmente en esta capital, ante el fundado temor de que pudiera repetirse el veredicto de la consulta anterior.

LA GACETA con título de catástrofe -y fotos- anticipó, ayer, que había 350.000 bolsones con ese fin, lo que significa 350.000 votos cautivos. Así, los comicios no son libres, ni auténticos, ni democráticos, con igualdad de posibilidades para los partidos políticos. El apoderado del ACyS, Daniel Ponce, presentó ayer, pasado el mediodía, una acción penal ante Carlos Brito, fiscal del juzgado de Bejas, denunciando el gravísimo hecho y los posibles lugares donde se los guardaba, y requería el inmediato allanamiento y el secuestro de los bolsones. Además, acompañó la publicación de LA GACETA sobre el suceso. Brito entregó la denuncia al secretario electoral, Rogelio Rodríguez del Busto y éste al juez.

El magistrado, ex apoderado del PJ y anteriormente vinculado al Alperovich Group, resolvió plantar consignas en tres de los ocho lugares denunciados por el ACyS. Si es un delito, ¿por qué no secuestró la mercadería, conociendo donde se la guardaba? Tan no le importa nada al oficialismo que llegó al colmo de dar a conocer el número de bolsones que recibirían legisladores, concejales y punteros adictos, según su capacidad de recolección de almas. El patrón está aterrorizado, si pierde dos diputados a manos de Cano, el empate para él es un naufragio, porque se desmorona su intento reformista de la Constitución.

Un perfume de mujer invade los comicios. La consulta popular viene marcada a fuego por la polarización entre Cano y Alperovich. Debajo de los dos José, dos mujeres pujan por el escaño n° 4: Silvia Elías de Pérez (UCR) y Mabel Carrizo (La Cámpora). De ahí la importancia sustantiva de la preferencia del ciudadano en el cuarto oscuro ante la oferta electoral. Juan Manzur, anotado en la papeleta, es una figura fantasmal. El oponente real del senador es el zar subtropical. Su súbdito es un prófugo institucional, desde que asumió la cartera de Salud Pública con Cristina.

Cano logró colarse en los estratos sociales -la clase media, en particular- y volver creíble su propuesta del voto útil, para dañar a Alperovich. Así, consiguió transfigurarse en el opositor más temido últimamente, disputando al zar palmo a palmo la Capital. Para contrarrestar el rumor de que se borró, el intendente Amaya concretó un acto multitudinario -como nunca hizo el alperovichismo- en el que, además de afirmar su identidad peronista, mostró su poderío electoral, anotándose en la sucesión de 2015. Hacia esa meta camina.

La batalla, crispada y con signos de violencia en su decurso, se centró por la cuarta butaca. Dos representantes del género, con posibilidades, la quieren. La radical cuenta con una fuerte inserción en la Iglesia Católica y entre la gente por su trabajo comunitario. Mabel Carrizo, esposa del legislador Jesús Salim, con el sello de La Cámpora en el orillo, fue impuesta a dedo por esa facción -con el beneplácito de Alperovich y mala cara del peronismo peronista-, en detrimento del legislador José Orellana, con título de abogado recién salido del horno. Entre mujeres se definirá el choque, al que el mandamás dio carácter de plebiscito de su gestión. La inclusión femenina fue un agravio para los mellizos. Mayor fue la ofensa cuando delante de sus narices, durante la campaña, vieron desfilar camiones con vituallas y otros elementos hacia la sede de La Cámpora, sin dejar nada en la Municipalidad. El parlamentario, en declaraciones altisonantes, que no pasaron de un amague, se pronunció a favor de Cano, augurando su victoria, como para que el patrón supiera en qué vereda se había colocado con su hermano Enrique. El alzamiento a dúo asustó a la plana mayor oficialista, porque la de ellos es la voz de mayor peso electoral y con poder de contagio a otros muchachos de la cofradía. Al final, el dueto arrugó. Bajo la máscara de un tardío homenaje al Día de la Madre, hizo un acto en Famaillá, subió al palco a Alperovich y a Mabel Carrizo. En dulce montón los mellizos terminaron alineados. Un viejo y gastado ardid: amenazar para después negociar por debajo.

Con siete listas en la grilla, la contienda se focalizó en la cuarta banca. La duda es si el resultado será 3 a 1, o 2 a 2. El sistema D'Hont, que se aplica hoy, es de por sí perverso. Por grande que fuera el volumen de votos alcanzado por cualquiera de las fuerzas, a veces, no sirve para nada por la mecánica de reparto de escaños.

Con relación a sus posibilidades, por ejemplo, Fuerza Republicana hizo una más que buena elección con 71.000 votos, que nadie sabe de dónde salieron, ni a dónde irán a parar. Su hijo Ricardo, actual timonel, fue el primer sorprendido. Para soñar con el curul tendría que duplicar, al menos, las cifras de las primarias. Estímase que es un esfuerzo en el que Bussi Jr. morirá en el intento. Otro tanto ocurre con el PRO, con Alberto Colombres Garmendia a la cabeza. Hasta último momento quiso sumarse a la montonera de Cano. Fue excluido por razones ideológicas. En la vuelta inicial obtuvo 36.000 votos. El senador, quien hasta posó en una foto con Macri, sin duda, está arrepentido de esa marginación, porque tenerlo de ladero le hubieran asegurado ya el segundo diputado y no viviría los sofocones de hoy raspando la olla.

El hombre de Macri está mucho más lejos de la diputación que Bussi, por el sistema D'Hont, precisamente. De los demás partidos, ni hablar. Sin embargo, se presentan para dar testimonio de su existencia y así posicionarse en 2015. Alperovich se resiste a soltar el poder y las canonjías de las que él y su entorno disfrutan. Personalmente se encargó de hacer desfilar por su oficina, arrodillándolos, a los delegados de comunas rurales y punteros territoriales. Quería 30.000 votos más. Si no, tendrán que atenerse a las consecuencias. Y ya se sabe cuáles son: amenazas de que se los privará de la asistencia social o represalias en su trabajo. Apriete, que le llaman, que Alperovich depuró hasta la perfección, látigo mediante. El control en las mesas de votación deben intensificar Cano y los demás partidos, ante la posibilidad de fraude en el conteo de votos.

Al fin, fumata blanca en la Corte

En medio de intrigas cuasi de comité y acuerdos insólitamente sin diálogo, al final, Antonio Gandur resultó electo presidente de la Corte Suprema, justamente a quien Alperovich no quería. Con su autovoto salió coronado. Él mismo no sabe por qué. El César le colocó bolilla negra por el fallo en el que sostuvo -con razón- que el PE violó derechos humanos. Aquél tomó la sentencia como una ofensa sin perdón. Inconcebible que habiendo designado a tres de los cinco vocales, el jefe no pudiera imponer su capricho. Desnuda su pérdida de influencia en la Corte. Y mucho más ahora, con Gandur al timón de la Justicia.

Es de imaginar que finalizó el maridaje y la sumisión que había entre Antonio Estofán y el poder político. Era hora de que la Corte recuperara su independencia, de la que nunca debió abdicar, y la diafanidad de sus actos. En sus declaraciones in fine que publica LA GACETA en su edición del jueves, Gandur se vanagloria del fallo -de su autoría- que otorgó el tercer mandato al zar. Antes que apego a derecho esa sentencia, con fuerte tufillo a trueque, suena a graciosa merced a su Merced.

Gandur debiera leer, en profundidad, el fallo completo de la Corte Nacional sobre el intento del santiagueño Gerardo Zamora de atornillarse al poder, para tomar plena conciencia de cuán equivocado está. El caso del vecino y el de Alperovich son muy similares. Si la decisión de Gandur dando legitimidad y validez al continuismo autocrático hubiera llegado al máximo tribunal federal, no tenga dudas de que la resolución hubiera sido un mazazo para él. Si algo se llevará Gandur como un estigma y para siempre, cuando deje la Judicatura, es la inconstitucionalidad de su veredicto, que no es para exhibir en ningún foro jurídico, ni siquiera ante iniciados estudiantes de derecho.

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