Giusseppe Verdi A 200 años de su nacimiento

Giusseppe Verdi A 200 años de su nacimiento

El notable compositor italiano, quien expresó mejor que nadie a sus compatriotas, comenzó a dejar su huella en la historia de la música con "Nabucco", en 1842. Luego vendrían "Il Rigoletto", "La Traviata", "Aída".

Giusseppe Verdi A 200 años de su nacimiento
06 Octubre 2013

Por Cristiana Zanetto - Para LA GACETA - Milán

Para los italianos Giuseppe Verdi es sinónimo de Italia. El músico y dramaturgo italiano es quien ha expresado, mejor que cualquier otro, qué somos y por qué somos así.

Para nosotros, Verdi transita de lo universal a lo particular y no sólo porque es considerado un padre de la patria y la verdadera "columna sonora" del Resurgimiento. Giuseppe Verdi amaba definir a Shakespeare como "El gran maestro del corazón humano" pero nosotros podemos usar la misma frase para el talento y el genio del gran músico y dramaturgo que ha colocado siempre al hombre en el centro de la escena.

A 200 años de su nacimiento -el 10 de octubre de 1813-, ocurrido en un pueblito cercano a Parma, aún en las obras de este hombre tierno y de origen humilde, está la Italia de hoy, de ayer y, tal vez, del mañana. Una Italia que cambia para quedar siempre igual, con sus hipocresías y sus heroísmos, su cinismo y sus ilusiones.

Para respetar las convenciones de su tiempo, Verdi debía vestirnos como hebreos de la Biblia o como españoles del 1500 y colocar su Italia en la Mantua de los Gonzaga o en el Egipto de los faraones, pero se trata de la Italia de siempre: la de las cenas elegantes (el primer cuadro de Rigoletto), la del Vaticano evasor (Don Carlos), la de los "correctos" burgueses que frecuentan prostitutas pero que nunca se casarían con alguna (La Traviata), la del muchacho de buena familia que se enamora de la sirvienta de origen inmigrante (Aída), la del funcionario que se enoja porque tiene que obedecer al negro (Otello) y así podríamos seguir.

Comienzos

Cuando nace, Verdi es llamado Joseph Fortunin Francois. El acta es redactada en francés porque en aquellos años ese territorio italiano pertenecía al imperio de Napoleón.

A pesar de no haber nacido en una familia de músicos, desarrolló un gran pasión por ese arte que, gracias a su voluntad, provocó que a los 15 años pudiera escuchar la interpretación de una sinfonía suya en lugar de la de Giuseppe Rossini, durante una representación de El Barbero de Sevilla.

A los 16 años, Verdi logró hacer representar Oberto, Conde de San Bonifacio, su primera ópera, en el Teatro la Scala de Milán. La pieza tuvo tal suceso que el empresario del teatro le encargó una ópera cómica, que sería un desastre, quizás debido al hecho de que Verdi había escrito la música en una situación emotiva muy difícil (en el lapso de tres años había perdido a su joven esposa Margherita y a dos hijos recién nacidos). Sin embargo, el empresario milanés tuvo confianza en él y buscó convencerlo para que no abandonara la lírica.

Le entregó un libreto con un argumento bíblico. Será el Nabucco. Verdi, aún profundamente conmovido por la tragedia familiar, guardó el libreto en el bolsillo sin leerlo. Después de un tiempo lo encontró y lo tiró sobre la mesa. Él mismo, en su correspondencia -una referencia preciosa de la historia italiana- cuenta que el libreto se abrió en la primera página en la cual se leía: "Va pensiero, sull'ali dorate..."

Verdi recorre los versos y queda impresionado. "Parecía -dice- casi un paráfrasis de la Biblia". Lee un fragmento, luego otro y se va a dormir decidido a no escribir nada. "Me resultó imposible -confiesa Verdi-, el Nabucco me saltaba en la cabeza".

El Nabucco subió a escena por primera vez en el Teatro La Scala el 9 de marzo de 1842. El éxito fue enorme y el "Va pensiero", en contra de lo establecido, es repetido a pedido del público.

La ópera ya evidenciaba aquel elemento explícitamente patriótico que hará del melodrama verdiano, el emblema de los sentimientos independentistas del pueblo italiano. Es así como las iniciales del apellido Verdi se identificarán, después, con el grito de rebelión; o sea: ¡Viva V (Vittorio) E (Emanuele) R (Rey) DI (de Italia)!

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El "Va pensiero" asume características patrióticas y se cantará contiuamente contra los austríacos.

Después del Nabucco la actividad de Verdi se hace frenética. Son los años que él definirá como "los de la cárcel" porque se trata de óperas encargadas y, no siempre, nacidas de una inspiración genuina. Entre estas se destacan, sin duda, L'Ernani y Macbeth.

Será en 1851, con Il Rigoletto, que Verdi llevará a escena el comienzo de lo que se definió como la "trilogía popular" y que significó una profunda innovación en el perfil dramatúrgico y musical del género lírico. Es la primera vez que, en el centro de una situación dramática, encontramos a un bufón de la corte. La dimensión emotiva del personaje es cultivada por Verdi magistralmente a través de una partitura colocada al servicio del drama. Acción y música parecen confundirse, entrelazarse y sostenerse.

Lo mismo sucede con Il Trovatore (1853) y La Traviata. En ambas creaciones se puede decir que no hay demasiados sucesos. La situación es vivida en el interior, en la conciencia de los protagonistas.

Verdi, luego de Simón Boccanegra", de Ballo in maschera y de Fuerza del destino, crea Don Carlos, en 1867, estrenado en París.

En esta ópera logrará profundizar en la psicología de los personajes, ofreciéndonos una representación del drama humano y político que sacude a la España del siglo XVI y que gira en torno a la despiadada "Razón de Estado".

Final sin música

La maduración humana y artística de Verdi llegará a la cima con su Aída (1871).

Los últimos años de su vida los pasó en una villa en el campo. Se hizo experto en vinos y en el cultivo e irrigación de sus campos.

En enero de 1901 se mudó a Milán para tratarse de una infección.

El 27 de ese mes falleció en una habitación del Grand Hotel, que todavía hoy se puede visitar.

El Maestro dejó precisas instrucciones para su funeral: debía efectuarse al alba o al atardecer y sin música. 100.000 personas siguieron en silencio el féretro.

Durante los días que antecedieron a su entierro, las calles de Milán fueron cubiertas de paja para que el ruido de los cascos de los caballos no disturbara el reposo de Verdi.

Sus restos están sepultados en esa ciudad, en la Casa de Reposo para Músicos que él mismo había fundado y solventado.

© LA GACETA

Cristiana Zanetto - Periodista italiana de medios gráficos y audiovisuales.

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