En la literatura también hay una dosis de adrenalina

En la literatura también hay una dosis de adrenalina

Los cuentos clásicos fueron popularizados primero por los cuentacuentos y luego a través de los libros.

CAPERUCITA ROJA. Uno de los clásicos de los hermanos Grimm. CAPERUCITA ROJA. Uno de los clásicos de los hermanos Grimm.
04 Octubre 2013
Para la tribu primitiva, el cuentero era la encarnación misma de la memoria colectiva. Después aparecieron los juglares y trovadores que iban de pueblo en pueblo poniéndole palabras al misterio y la sonrisa. Hubo incluso cuentistas que se dedicaron a recopilar historias de la tradición oral y las escribieron en libros, tal como lo hicieron los hermanos Jacob y Wilhem Grimm. Ellos popularizaron cuentos que hoy siguen despertando la imaginación de los chicos, como "Caperucita roja", "La Cenicienta", "La bella durmiente" o "Hansel y Gretel".

Los narradores actuales intentan sostener esa honrosa tradición en un mundo que por momentos les resulta bastante hostil. Ellos saben o sospechan de que la gente ya no lee como antes. No sólo libros, tampoco revistas o diarios. Pero al mismo tiempo apuestan a que la lectura en voz alta y de cuerpo presente sirva también de puente para retornar a la lectura con nuevos bríos. Porque la narración oral es multiplicadora, crea necesidad de seguir escuchando historias. "La literatura también es sinónimo de adrenalina", asegura la reconocida cuentista Ana María Bovo.

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