El prodigioso arte de los cuentacuentos

El prodigioso arte de los cuentacuentos

En estos días, siguiendo una movida nacional, se realiza en Yerba Buena el 4 Festival Internacional de Narradores Orales.

EN ESCENA. Claudio Ledesma y Miguel Fo cautivaron durante la apertura del festival.   EN ESCENA. Claudio Ledesma y Miguel Fo cautivaron durante la apertura del festival.

En el principio de todo están los cuentos. Los relatos. Las palabras. Dice la antropología -y lo ratifica la neurobiología- que los hombres somos básicamente narradores. Nos gusta escuchar historias. Las llevamos en los genes. Nuestros antepasados, por ejemplo, eran analfabetos; no sabían leer ni escribir, pero sí sabían contar. Y lo hacían tan bien que de ese arte nacieron los mitos y las leyendas. La bella y astuta Scherezade, sin ir más lejos, salvó su cabeza contando historias en la inabarcable "Las mil y una noches". Y, más cerca de nuestra tierra, los sabios de las tribus indígenas transmitían sus tradiciones a través de parábolas que narraban alrededor del fuego y al amparo de la luna en cuarto menguante.

Parafraseando a Antonio Tabucchi, a estos primeros hombres no les bastaba la realidad; por eso comenzó a existir la literatura. Y es que esos cuentacuentos originales reiventaban la realidad, tal como lo hacen hoy los cuenteros que desembarcaron en Tucumán para participar del Festival Internacional de Cuentacuentos "Narradores en Acción" que concluirá mañana, en el Centro Cultural del Bicentenario de Yerba Buena (Las Higueritas y Lobo de la Vega).

El encuentro, que comenzó el miércoles, cuenta con la participación de cuentistas de distintos países. "Consideramos a la narración oral como una modalidad escénica, basada en la revalorización de la palabra. De la palabra como instrumento artístico. Un instrumento que tiene como misión principal la expansión de las fronteras de la narración, impregnando de cuentos los ámbitos teatrales y también espacios no convencionales", señala Alejandra Jiménez, una de las organizadoras e integrante del grupo tucumano Los Cuenteros.

Arte con historia
La narración oral, oficio milenario y siempre nuevo, cuenta con notables cultores en la Argentina. Desde los apacibles Luis Landriscina y Ana Padovani hasta la histriónica tucumana Norma Aparicio -por mencionar sólo tres nombres conocidos en el acotado ambiente de los narradores- existe un gran número de gente dispuesta a cautivar a sus eventuales oyentes enhebrando sueños y aventuras fantásticas con el casi exclusivo auxilio de la voz. Y, en Tucumán, este arte está en plena expansión. "Aquí, la narración es utilizada en la escuela como apoyo de la currícula. 'Contar un cuento' es casi sinónimo de 'leer un cuento'; muy pocas veces es abordado como una actividad artística dentro del aula; un género que de verdad hace volar", dice Jiménez.

Sin embargo nuestra provincia es el epicentro del quehacer cultural del NAO. Y, en consecuencia, es un terreno fértil para extender la narración oral como hecho escénico y afianzarla en espacios donde ya se la conoce. "Hoy podemos sostener, sin temor a equivocarnos, que el fenómeno de la cuentería se ha convertido en un hecho artístico que en permanente crecimiento, no sólo en la ciudad capital, sino también en distintos ámbitos del interior", agrega.

En esta oportunidad se encuentran en Tucumán, Loreto Russ Fuente, de Chile; Miguel Fo, de España; Jane Lundholm, de Dinamarca; Nino Mirones, de Perú; Darwin Caballero, de Colombia y Claudio Ledesma de Buenos Aires. Ellos ya han comenzado a subyugar con sus historias. Escuchémoslos. Y, casi con seguridad, también a nosotros nos crecerán alas.

Jerarquizar un viejo oficio

Claudio Ledesma - creador del círculo de cuentacuentos de Buenos Aires

Todos pueden contar cuentos, pero no todos pueden hacerlo con arte. Y nuestros talleres apuntan, fundamentalmente a eso: a enseñar a contar con arte; porque de esta manera estamos jerarquizando el viejo oficio del narrador. Claro que hoy contamos cuentos de una manera distinta a la de nuestros antepasados, porque vivimos en un mundo bombardeado por imágenes rápidas y espasmódicas y la palabra hablada ha quedado relegada. Por eso contar un cuento tiene algo de terapéutico. Sublima, proyecta, despierta la imaginación. Nos hace hombres. Además, el que escucha, toma del cuento lo que necesita para su vida y lo aplica. Hay como una comunión entre el narrador y el escucha. Y a veces esta comunión es tan profunda, que poco importa ya si lo que se cuenta es verdad o no. Importa la comunicación, el hecho estético, el arribo hacia un estado primordial en el que sólo cuenta la palabra.

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Una imperecedera necesidad 

Miguel Fo - Narrador Oral y Animador a la Lectura de la Editorial Anaya de Andalucía

Los hombres somos como las plantas o los peces. Cuando se colocan en una maceta, o en un estanque pequeño, no crecen demasiado. Se adaptan al espacio que tienen. Pero cuando son colocados en un espacio más grande, adquieren otra dimensión. Toman otro tamaño. Lo mismo sucede con los chicos. Si está acotado al monótono espacio de una computadora, ese chico tendrá un crecimiento virtual, pero no espiritual. La narración oral, en cambio, potencia todas nuestras virtudes: desarrolla la imaginación, proyecta nuestra creatividad, alimenta nuestra curiosidad y nos impulsa a buscar nuevos horizontes. Podría decirse que tenemos necesidad de contar historias porque lo llevamos en nuestro interior. Y como a todos nos gusta escuchar historias, este arte no perecerá jamás. Seguirá existiendo alimentado por otras expresiones artísticas, y hasta por las nuevas tecnologías.

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Un subgénero del teatro

Darwin Caballero - Filólogo y diplomado en narración oral de la universidad de colombia

¿Por qué contar historias? Porque las necesitamos para vivir. Porque siempre tenemos algo para contar, ya sea una vivencia personal o una anécdota. Es algo que siempre acompañó al hombre desde el inicio de los tiempos. Por eso, el oficio de narrador se vincula a muchas cosas. Y, en la Argentina, hay espacios cada vez más importantes en los que la narración oral adquiere una gigantesca dimensión. Es cierto que en la mayoría de los casos ya no se trata de narradores anónimos, esos que en otros tiempos guardaban en su memoria y en la de su comunidad historias que habían escuchado de los mayores. Tampoco son sólo intuitivos o espontáneos como sus antecesores, dado que ahora buscan profesionalizarse cada vez más. Hoy la narración oral se presenta como un subgénero del teatro, aunque conserva sus características propias.

Secretos de un oficio milenario

Además de los espectáculos en salas teatrales, establecimientos escolares e instituciones comunitarias, los narradores que participan del festival dictarán talleres y clínicas destinados a actores, narradores, docentes y personas interesadas en el arte de contar cuentos.

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